MARTUCCI, BEETHOVEN Y RACHMANINOV FILARMÓNICOS

                                 CONTUNDENTE PROGRAMA FILARMÓNICO.

Roberto Rizzi Brignoli, ante un teatro repleto, volvió al podio de la Orquesta Filarmónica de Santiago, de la que es titular, a cargo de un programa tan diverso, como exigente, abarcando tres obras que solo tienen una constante, su relación más o menos cercana con el Romanticismo, pleno o tardío.

También era la oportunidad de conocer a un pianista emergente, que se está abriendo paso en el difícil y competitivo campo de la interpretación, Filippo Gorini, quien ya ha triunfado en exigentes concursos, que es la gran vitrina, donde los jóvenes pueden exhibir sus particulares talentos.

        Filippo Gorini, interpretando el Concierto de Beethoven. foto Patricio Melo

El programa se inició con el “Notturno” Nº 1 de Giuseppe Martucci, compositor que desarrolló su carrera, en la segunda mitad de 1800, falleciendo a inicios del siglo XX, la obra, de una serie de dos, originalmente para piano solo, fue orquestada por el mismo compositor y estrenada en 1901.

Posee un arco perfecto que se inicia y termina en pianissimo, en un desarrollo que va desde el inicio con las cuerdas, a las que se suman progresivamente, maderas, cornos y arpa, en una progresión dinámico dramática, de texturas y colores que alcanza un clímax expresivo, antes de la sección final que vuelve a la calma inicial. La versión, fue cuidadosa y sensible, con estupendo sonido orquestal, que el público agradeció con entusiasmo.

Seguidamente, vino la interpretación de uno de los conciertos más famosos y queridos por el público; el celebérrimo Concierto Nº 5 en Mi bemol mayor, llamado “Emperador” de Ludwig van Beethoven, obra que determinó un cambio radical en los futuros conciertos para piano.

En el, no solo el piano es protagonista, pues su contrapartida orquestal, si no es realizada con excelencia, arruina el resultado total.

       La Filarmónica y Filippo Gorini, interpretando a Beethoven, foto Patricio Melo

No cabe duda el talento de Filippo Gorini, no obstante, su versión corresponde a la de un joven (27), que aún no domina completamente sus emociones, con momentos brillantes, que anuncian el futuro gran pianista, y en otros más técnica que emoción.

Su digitación es notable, su manejo y fuerza de la mano izquierda, le permite dar a conocer la importancia de los diálogos con la derecha; maneja espléndidamente los contrastes dinámicos, algunos de notable sutileza, nos habría gustado mayor fuerza en su mano derecha, en las partes altas de la tesitura.

Arrebatador, fue el primer movimiento, particularmente al comienzo, los diálogos con la orquesta fueron habitualmente coherentes en intencionalidad y dinámica, con algún leve desajuste, que en nada empañó el resultado.

Gorini enfrentó el bellísimo Adagio, con extrema sensibilidad, logrando a nuestro juicio, cimas de interpretación, la transición al tercer movimiento fue expectante, para dar paso a la parte final, que creemos la tomó a una velocidad peligrosa, lo que le impidió entregar toda la necesaria expresividad, sin duda fue más tendiente a la espectacularidad, que esta obra no requiere, no obstante, nada de estos factores impidieron la respuesta eufórica del público.

         Filippo Gorini, en un momento de su presentación, foto Patricio Melo

Ante el entusiasmo de los presentes, Gorini ofreció como encore, uno de los scherzos de Johannes Brahms, en una espléndida versión, no solo en lo técnico, pues acertó plenamente, en el carácter y estilo.

El acompañamiento de la Filarmónica, lo consideramos irregular, debido a que el sonido, no siempre fue aquel al que el conjunto nos tiene acostumbrados, las cuerdas a veces algo estridentes y un tanto forzadas, maderas irregulares en sonido, bronces con sonido no siempre cuidadoso, la timbalista Vania Calvil, a quien reconocemos su talento, en momentos demasiado independiente en el carácter del resto; tal vez tuvieron pocos ensayos para esta obra, la Filarmónica no fue la de siempre.

Pero luego, un vuelco total tuvo la orquesta en la obra que finalizó el concierto, nos referimos a la compleja Sinfonía Nº 2 en Mi menor de Sergei Rachmaninov; en esta, una compleja sinfonía, llena de contrastes, reiteraciones temáticas, con gran cantidad de juegos dinámicos, cambios de carácter además de exigencias en interpretación, creemos que el trabajo realizado por Rizzi Brignoli, fue completamente logrado, pues consiguió unidad en una obra que pareciera no serlo, ya que todos sus elementos aparentemente dispersos, constituyen una férrea unidad.

Roberto Rizzi Brignoli y la Filarmónica interpretando Rachmaninov, foto Patricio Melo

No solo eso, reencontramos el hermoso sonido de la Filarmónica, lleno de matices, fraseos inteligentes, articulaciones precisas, con ataques certeros, y sobre todo musicalidad.

Cada uno de sus movimientos, en su carácter, con las recurrentes alusiones melódico-rítmicas, insertas absoluta y coherentemente, los forte fueron sólidos, los piano entrañables, cada momento dedicado a un solo instrumental, fue parte de un todo magnífico, creemos importante destacar el trabajo del timbalista Yaroslav Isaeu, quien fue ovacionado por el público, debido a su enorme musicalidad, que como alguien comentó, “hace cantar al timbal”.

Las estruendosas y largas ovaciones, que el público brindó a la Orquesta Filarmónica de Santiago y a su director Roberto Rizzi Brignoli, dieron cuenta de la excelencia de la versión de esta sinfonía de Rachmaninov, obra no demasiado frecuente en nuestros escenarios.

Gilberto Ponce (CCA)

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