MADAMA BUTTERFLY DE HUGO DE ANA EN EL MUNICIPAL.
Que duda cabe, que es una de las óperas más queridas y populares de todos los tiempos, su sola mención acarrea multitudes que agotan todas sus funciones. Nuestro país no ha estado ajeno a ello, de hecho es uno de los títulos que más se representado en el escenario del Municipal, sin contar otras importantes representaciones, en otros lugares de Chile.
Hace una década y en dos temporadas, el público quedó conmocionado con la extraordinaria y poética puesta en escena de Keita Asari, por ello es que había grandes expectativas, en esta producción comandada, por un regisseur de reconocida creatividad e inteligencia, el mismo que ha logrado resonantes triunfos en el escenario de la calle Agustinas.
Hugo de Ana, el internacionalmente afamado director de escena argentino, dirigiría Madama Butterfly de Giacomo Puccini, en la misma producción presentada antes en el Teatro Colón de Buenos Aires, encargándose, como es su costumbre, de la escenografía, vestuario e iluminación.
Pensamos que este hecho, conspiró en algo, para que el éxito no fuera pleno, las dimensiones bastantes más reducidas, de nuestro Municipal, hicieron que algunas escenas, se vieran bastante saturadas, esto en el aspecto visual, aunque reconocemos que de Ana, que conoce el escenario, logró notable fluidez en los desplazamientos del coro y figurantes.
Un cubo grande, y dos pequeños a sus costados, representaron la casa de Butterfly, mientras hacia el borde de escenario, un jardín japonés, da equilibrio a la escena, hacia el final, desaparecen los cubos, quedando un gran espacio frente al mar, donde culminará la tragedia.
Su planteamiento enfatiza profundamente, el evidente desprecio que sentían los estadounidenses -salvo el Cónsul-, por la cultura y tradiciones japonesas, contribuyendo en ello, la presencia del asistente de Pinkerton, y otros marineros, quienes juegan béisbol, o vacían los tazones de sake, para cambiarlo por whisky, o bien cuando Kate, trata de “comprar” a Suzuki, para que ayuda a contener a Butterfly, cuando deba entregar su hijo, a ella y Pinkerton.
Del mismo modo, otorga gran importancia, al hecho que Butterfly quiera asumir como estadounidense, haciéndola usar símbolos del país del norte, banderas e incluso una imagen de Jesús, así como vistiendo a su hijo, con los colores de la bandera.
Bien conocemos lo puntilloso, que es Hugo de Ana, en detalles de règie, y simbolismos, como cuando la protagonista, le dice al Cónsul, que jamás volvería a ejercer de geisha, si Pinkerton no regresara, prefiriendo morir, en ese instante, la luz cambia, anticipando el sol rojo, que acompaña su muerte.
El bellísimo vestuario, enfatiza algunos roles, como el del noble Yamadori, y sus sirvientes, tanto como el cortejo nupcial; la aparición de demonios propios del teatro Kabuki, sugiriendo al tío Bonzo, apareciendo luego, en la representación del mundo onírico de Butterfly, en la noche previa a la anhelada llegada de su marido, junto a una sucesión de imágenes que le provocan el inminente encuentro.
Podríamos objetar, que en ciertos momentos, hubo exceso de elementos multimediales, así como el desconcertante jardín, desde donde se arrancan flores, para adornar la casa.
Detalles que aportan, la bofetada de Kate a Pinkerton, luego que este canta su arrepentimiento por su comportamiento, la asistencia de Suzuki, al preparar el suicidio de la protagonista. Podríamos seguir analizando, pero no pretendemos cansar a nuestros lectores.
La Orquesta Filarmónica de Santiago, cumplió una excelente jornada, con hermoso sonido, con secciones pastósamente intensas, con el balance preciso y adecuado uso dinámico; bien se sabe, lo importante que es este factor, en la música de Puccini.
Konstantin Chudovsky, realizó una interesante y adecuada progresión dramática, en la medida en que avanzaba el drama, alcanzando cotas muy expresivas en el segundo y tercer acto, aunque podríamos señalar, que en el registro bajo de los cantantes, el sonido orquestal fue a veces excesivo, no obstante, pensamos que, convirtió a la orquesta, en otro protagonista, al mantener la tensión precisa para cada escena; señalemos, el dúo de amor y la escena del repudio a Butterfly del primer acto, el aria de Cio Cio San, “Un bel di vedremo”, el sensible acompañamiento del coro a boca cerrada, el preludio al tercer acto, y el poderoso y expresivo sonido de las escenas finales.
El Coro del Teatro Municipal de Jorge Klastornick, espléndido en la escena de la boda, y en el señalado coro a boca cerrada.
La soprano Keri Alkema, cantaba por primera vez el rol de Cio Cio San (Butterfly), y tal vez, esa fue la razón de un inicio algo tenso, pero desde el dúo de amor, su desempeño fue engrandeciéndose, para culminar, en su desgarrado “Tú, tú, pequeño ídolo mío” antes del conmovedor suicidio; no podemos olvidar, la escena con el Cónsul, en la que le da a conocer a su hijo. Pensamos que en funciones posteriores triunfará plenamente, al manejar mejor el registro bajo, porque sus agudos son bellos y expresivos, al tiempo que acentuará su actuación.
El tenor Zach Borichevsky, asumió con prestancia, el ingrato rol de Pinkerton, dando bastante bien el perfil del cínico y aprovechador oficial, que solo espera “casarse” a la japonesa, para luego hacerlo, de verdad en USA, cantó bellamente el dúo de amor, y la escena de su arrepentimiento, fue muy convincente, tanto como su desgarrado llamado final a Butterfly.
Suzuki fue cantado por Cornelia Oncioiu, con hermosa voz, que desarrolló bastante en el segundo y tercer acto, su dúo con Butterfly, fue de gran factura, además se trata de una convincente actriz.
Sin descollar, Trevor Scheunemann, fue un Cónsul Sharpless, un tanto distante, posee un timbre interesante, sin demasiada potencia.
Luego de un inicio dubitativo, Gonzalo Araya, se impuso plenamente como Goro, con gran presencia escénica y facilidad vocal; Kate, la esposa estadounidense de Pinkerton, lo cantó Marcela González, bien en lo vocal y dando estupendamente el perfil del frío personaje; poderoso vocalmente y con gran presencia escénica estuvo Pablo Oyanedel, como el Príncipe Yamadori, muy solvente fue Matías Moncada, como el Comisario Imperial, el resto cumplió profesionalmente sus roles, debiendo destacarse, la actuación del niño Vicente Minder, como el hijo de Pinkerton y Butterfly.
Una función, con un fuerte contenido emocional, que recibió largas ovaciones.
Gilberto Ponce. (CCA)