LUTOSLAWSKI, STRAVINSKY y SHOSTAKOVICH SINFÓNICOS.
Michal Nesterowicz volvió a la Sinfónica, en el primero de la serie de conciertos que dirigirá este año, y que, según sus palabras, será la última vez en que la dirigirá al conjunto como titular, decisión que no ha dejado nadie indiferente, debido al profesional trabajo, que ha llevado a la sinfónica a un lugar expectante, producto a los notables y constantes avances en lo musical, todo producto de su batuta.
El público reconoce sus aportes, y no extraña que ante su sola presencia, el público acuda a escuchar las obras que dirigirá, se ha convertido en el “factor Nesterowicz”.
En esta oportunidad, y como ya es una costumbre, dirigió dos de las tres obras de memoria, la suite de Lutoslawski y la sinfonía de Shostakovich
La “Pequeña Suite para orquesta” de Witold Lutoslawski, fue escrita en 1951, en ella, aún no se avizoran las cambios que el autor introducirá posteriormente, en su lenguaje musical, por ello la obra puede parecer de otra época, debido a la fuerte influencia del folclor polaco presente en ella, el que es trabajado a la manera sinfónica.
La hermosa y muy interesante obra, recibió de Nesterowicz y sus músicos una estupenda versión, destacando sus contrastes entre piano y forte, y aún más, a la manera de un “Concerto grosso”, encontramos un grupo pequeño, en oposición al más grande; la estupenda versión fue recibida con el mayor entusiasmo por los asistentes.
Continuaron con la “Suite Pulcinella” de Igor Stravinsky, que corresponde al período
“neo clásico” del compositor, en ella revisita a G. B. Pergolesi, al tomar melodías del maestro italiano, para reelaborarlas según su propio estilo.
La obra presenta muchos desafíos, debido a su orquestación que consulta dos grupos instrumentales, el más pequeño, requiere de una experticia propia de solistas, pues debe desarrollar constantes diálogos con el grupo mayor; el fragmento posee gran dificultad, debido a sus constantes desafíos rítmicos y melódicos, que requieren de un permanente estado de alerta en los músicos.
La orquesta, así como el numeroso grupo de solistas, respondieron estupendamente, y algún extemporáneo fallo, puso aún más en evidencia los valores de la versión.
No podemos dejar de mencionar la precisión de en los fraseos y articulaciones, de sorprendente calidad, todo como reflejo del argumento central.
El pulso seguro de Nesterowicz, elevó esta versión mucho más allá de la media, en particular creemos sobresaliente el carácter ajustado al estilo que logró.
Posteriormente el director y sus músicos lograron un rotundo éxito en su versión de la “Sinfonía N° 1, Op 10” de Dmitri Shostakovich, obra que el autor escribiera a los 19 años de edad.
Ella está plagada de signos, símbolos y de contrastes, exponiendo a los interpretes a constantes desafíos que van más allá de la técnica instrumental, exigiendo gran versatilidad, para enfocar las diferencias de carácter.
Nesterowicz posee un férreo y unitario concepto, que le permite abordar cada uno de los muchos fragmentos, convirtiéndolos en una gran unidad, algo nada fácil, debido a las exigencias en dinámica, carácter y contrastes presentes en ella, sin olvidar que tiene segmentos propios de obras para solistas, los que deben estar en perfecta sincronía con el todo.
El primer movimiento destacó por el carácter a veces sarcástico y burlón, el segundo, por el triunfo sobre los constantes desafíos técnico- dinámicos y los cambios de carácter, así como por la extraordinaria nitidez de los timbres instrumentales. El tercero por su sentido dramático marcado por un esquema melódico que atraviesa toda la sección.
Una enorme progresión dinámica y dramática, junto a geniales contrastes, marcaron el cuarto movimiento, mediando un hermoso y homogéneo sonido, al que nos tiene habituados la Sinfónica.
Un triunfo en todo sentido, que terminó reconocido por el público mediante interminables aplausos.
La Sinfónica en una de sus grandes jornadas.
Gilberto Ponce. (CCA)