TOBIAS VOLKMANN DEBUTA CON LA SINFÓNICA.
Mostrando algunas características, de lo que puede llegar a ser como director, mostró el joven maestro brasilero Tobías Volkmann, en su debut con la Orquesta Sinfónica de Chile.
En la actualidad, evidencia un gesto claro, y se intuye musicalidad, pero aún le falta adentrarse más en el espíritu de las obras; al menos fue lo que percibimos en este debut.
De partida, no es nada fácil, que se le imponga una obra bastante extensa, de un compositor nacional, la que debe preparar junto a obras de Mozart y Cherubini, con no demasiados ensayos, por ello tal vez, los resultados de esta, su primera presentación en Chile, no haya sido plenamente lograda.
Alfonso Letelier, es una de las figuras más emblemáticas de la música de nuestro país, es el autor de los “Sonetos de la Muerte”, obra que sin duda es una de sus partituras más hermosas, que posee además, un alto significado emocional.
Trabajó los textos de Gabriela Mistral, construyendo una obra muy dramática, de gran dificultad técnica, para la soprano solista, exigiendo de la orquesta, fuerza expresiva en sus frecuentes y largos interludios.
El director, no solo debe concertar, debe interiorizarse del dolor que trasunta la partitura, y necesariamente manejar los balances sonoros, de manera que la gruesa orquestación, no anule el discurso del canto.
En este sentido Carolina Muñoz, resultó bastante perjudicada, pues su voz se vio anulada, en todas aquellas partes, en que la orquestación es poderosa. Sin duda el mayor logro estuvo, en el primero de los sonetos, donde el director estableció equilibrio entre solista y orquesta.
Pensamos, que en el Volkmann logró el ambiente preciso, con notables progresiones dramáticas, en cambio pensamos que en los dos restantes, que son de enorme peso expresivo, el enfoque fue más bien externo.
Carolina Muñoz, cantó musicalmente, dando muestras de su hermosa voz, pero le faltó adentrarse más en el espíritu de los textos, y mostrar una fonética más clara.
Enseguida, la “Sinfonía N° 39 en Mi bemol, K. 543” de Wolfgang Amadeus Mozart, recibió un enfoque, mezcla de lo clásico y romántico.
Volkmann, no pareció buscar elementos que dieran nuevas luces a la sinfonía, fue una versión, bastante rutinaria y opaca.
Incluso, hubo poca claridad en las figuras de las cuerdas, del primer movimiento, y el pulso no fue suficientemente claro, incidiendo en que la sinfonía, no mostrara toda la elegancia y chispa mozartiana.
Del segundo movimiento destacaremos, el hermoso sonido logrado por las cuerdas, en medio de la formalidad de la versión.
El Menuetto, fue plano, incluso en el trío, donde las maderas -de gran rendimiento-, tienen destacada parte.
Una vez más, las figuras confusas, marcaron el movimiento final, que debiera ser vital, pero que en este caso solo fue formal.
Finalizaron interpretando el “Réquiem en Do menor” de Luigi Cherubini, cuyo original es para un gran coro y orquesta, en esta oportunidad fue interpretado por la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, con solo 16 cantantes y un reducido número de instrumentistas.
Todos sabemos y valoramos la calidad de cada uno de los cantantes de la Camerata Vocal, pero a pesar de su indiscutible calidad, la obra, requiere de mayor peso vocal e instrumental, no se duda de la belleza de los pianísimo, que estos cantantes logran, los que se vieron opacados por la precariedad sonora de los pocos instrumentos, y la poca claridad de pulso de ellos.
Fuera de duda, está la preparación realizada por Juan Pablo Villarroel su director, no obstante una obra como esta, precisa de un número mayor de intérpretes; conocemos alguna versión con menos integrantes, pero en el coro nunca encontramos menos de treinta, y siempre con mayor cantidad de cuerdas, para equiparar el sonido de los bronces y el timbal.
No obviamos los momentos de bellísimo sonido, desperdiciados debido a la fría conducción de Volkmann.
Pensamos que la estupenda Camerata Vocal de la Universidad de Chile, merecía otra obra, y un director más avezado.
Gilberto Ponce. (CCA)
Gilberto: TOTALMENTE de acuerdo contigo.
Un abrazo,
Jaime