LA VUELTA DE LA SINFÓNICA.
Una de las noticias más importantes en el ámbito de la cultura, generadas en el último tiempo, se relaciona con la vuelta a los escenarios y con público, de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, conjunto que sábado recién pasado realizó su primer concierto, en el Teatro Baquedano, luego de dos años de silencio, primero debido al estallido social y luego a la pandemia.
El concierto debió realizarse en día sábado y a las 13.45, pues es sabido que los viernes se realizan manifestaciones, que involucran gases lacrimógenos, siendo difícil tanto para el conjunto como para el público, intentar acercarse al recinto, incluso en esta oportunidad el público invitado debió ingresar por un costado, pues las puertas de entrada se encuentran cerradas por seguridad.
El teatro, pintado y refaccionado recibió a un público muy emocionado, por el hecho de reencontrarse con una de las orquestas más importantes de nuestro país, suponemos que la misma emoción, embargó a cada uno de los integrantes que participaron en esta oportunidad, los que corresponden solo a una fracción del total, pues debido a la distancia que deben mantener entre ellos, no es posible aún subir al escenario a toda la orquesta.
Este factor explica que el repertorio fuera dedicado al Barroco, cuestión que es bastante expuesta, para músicos que generalmente abordan poco este repertorio, pero que a pesar de ello, sus resultados fueron más que satisfactorios.
Bajo la dirección de su director titular Rodolfo Saglimbeni, abordaron el Stabat Mater de Antonio Vivaldi y una de las Suites de la “Música del Agua” de Georg Friedrich Haendel.
María Fernanda Carter y el Conjunto dirigidos por Rodolfo Saglimbeni, en el Stabat Mater de Antonio Vivaldi.
María Fernanda Carter, integrante de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, acompañada de un pequeño conjunto de cuerdas además de órgano, interpretó la obra, una de las tempranas del músico veneciano, lo hizo con hermosa voz, dando cuenta de su musicalidad, como conocemos su rendimiento, nos sorprendió su volumen, muy distante al que acostumbra, incluso sus graves, que son su fortaleza fueron débiles, Saglimbeni realizó un ajustado acompañamiento, el que fue reconocido con entusiasmo por el público presente.
Luego la orquesta ahora aumentada en cuerdas, maderas, bronces y timbales, ejecutó en forma brillante una de la suites de la célebre “Música del Agua” de Haendel.
Se escuchó en esta ocasión una en que se privilegian los cornos, algo impensado algún tiempo atrás, debido a que una gran debilidad de la orquesta, eran precisamente los cornos, pero en esta ocasión el director estuvo certero en su elección, puesto que, la participación de estos instrumentos a lo largo de toda su participación, fue un verdadero lujo, hermoso sonido, afinación impecable y sólidos contrastes dinámicos acompañado de gran musicalidad, aplausos para los dos instrumentistas.
Pero pecaríamos de injustos, si no destacáramos a los brillantes trompetistas, el ajustado y musical desempeño del timbal, y la exquisitez y enorme musicalidad de los solistas en oboe, flauta y flautín, tanto como el solista en fagot.
Las cuerdas recuperaron la musicalidad y bello sonido a que nos acostumbraron por mucho tiempo, las que junto al resto de los participantes en la versión, siguieron las precisas indicaciones del director Rodolfo Saglimbeni.
Una jornada que los asistentes recordarán por largo tiempo, primero por el hecho que la orquesta se reencontró con el público en un recinto que, ojalá pueda volver a funcionar con normalidad y por el estupendo resultado conseguido por los músicos participantes.
Gilberto Ponce. (CCA)