EL BANCH JUEGA CON ESTRELLAS Y DIOSES.
Bajo la dirección del coreógrafo invitado Thierry Malandain, el BANCH (Ballet Nacional Chileno) estrenó su nueva propuesta, esta resultó innovadora en cuanto a técnica, al provocar una suerte de fusión entre la danza contemporánea, y algunos aspectos de la danza clásica, propuesta que sin duda, resulta muy atrayente.
Del mayor interés, fue poder contar con la Orquesta Sinfónica de Chile en el foso, abordando obras de Gustav Mahler, Johann Strauss, Emile Waldteufel y Ludwig Minkus, en una mezcla, que a pesar de las enormes diferencias de estilo en estos compositores, logra un todo coherente y atractivo.
El problema mayor, pudo haber estado en el enlace de los lieder de Mahler -que son el gran eje de esta “Sangre de las Estrellas”-, con los otros compositores, pero, esto fue muy bien resuelto en lo musical, por Nicolás Rauss el director orquestal, mientras que la Sinfónica, tocó estupendamente.
En las canciones de Mahler participó la contralto Pilar Díaz, una verdadera experta en este repertorio, por ello
sus intervenciones fueron ajustadísimas en estilo y algunas muy emocionantes, su línea de canto es perfecta para estas canciones, aunque sus bellísimos “piano”, fueron un tanto excesivos; destacaremos su “Urlicht”, simplemente soberbio, Rauss dirigió con exquisita y musical sensibilidad, no solo los lieder, también entró con peso, en el carácter de las otras obras.
La coreografía plantea una lúdica relación entre las constelaciones y algunos dioses mitológicos, desarrollado como sugerencias a través del movimiento, para este propósito contó como gran aliado, el vestuario de Jorge Gallardo, reconocido artista plástico chileno de exitosa carrera en Europa y Estados Unidos, este es resaltado gracias a la iluminación de Jean-Claude Asquié.
El BANCH demostró sólida disciplina, tanto en las escenas colectivas, como en solos, dúos y pequeños grupos, asimilando muy bien y naturalmente los acercamientos a la danza clásica.
Sus saltos, piruetas, desplazamientos, usando inteligentemente el espacio, otorgan gracia a entradas y salidas; debemos destacar aquellos sutiles dúos de carácter erótico, resueltos con finura; todos estos aspectos están insertos en un todo que no se interrumpe nunca.
El vestuario, a veces andrógino, recrea figuras e intenciones, y parte importante se logra con los intercambios femenino-masculino, o bien cuando todos aparecen con mallas color carne.
Se trata de un trabajo, que no cesa en sorprender, pues aunque a veces se contraponga al espíritu de la música, la mezcla resulta de gran atractivo.
El fluir coreográfico, anticipa gradualmente lo que será la apoteosis final, la ironía al “Cuadro de las Sombras” de “La Bayadera” uno de los ballets más clásicos de todos los tiempos, allí en reemplazo de las poéticas bailarinas, aparece un conjunto de “osos polares”, que simplemente arrancan, no solo sonrisas, también calurosos aplausos, luego, con los últimos compases de música, la compañía se despojará de su atuendo, para acercarse a la boca de escenario, y recibir el aplauso incondicional del público. La magia ha concluido.
En esta compañía, las estrellas ceden paso al trabajo colectivo, cualquiera de sus integrantes puede asumir en algún momento, un solo, alguno de los dúos o ser parte de los pequeños grupos.
Para ver este trabajo, hay que dejarse llevar, por el impacto visual del movimiento de los bailarines, así como por el vestuario y la música, que entregan el marco perfecto, para esta bocanada de aire fresco, que trajo la coreografía de Malandain.
Gilberto Ponce. (CCA)
completamente de acuerdo,maravillosos lieder de Mahler y el ballet muy bien,gusto a poco los osos