OBRAS SINFÓNICO CORALES EN EL MUNICIPAL.
Con un programa de enorme atractivo -merecedor de un mejor marco de público-, continuó la temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que junto al Coro del Teatro Municipal y cuatro sólidos solistas; interpretaron el “Gloria” de Francis Poulenc y la “Gran Misa en Do menor” de Wolfgang Amadeus Mozart.
Interesante contraste, que por desgracia dejó en evidencia algunos de los ripios del “Gloria”, partitura que se encuentra muy alejada de las obras maestras del compositor.
Estrenada en 1961, causó un impacto importante, que se tradujo en que muchos coros en el mundo, quisieran interpretarlo, ahora, a riesgo de provocar alguna polémica, creemos que la obra ha perdido el vigor de aquellos años, salen a luz algunas inconsistencias, como las acentuaciones poco naturales de muchas de las palabras del latín, o el carácter festivo cercano a lo circense de algunas partes, que por muy atrayentes o novedosas que resulten, no provocan el espíritu religioso, que su autor pretendía comunicar.
Solo aquellas donde interviene la soprano solista, y el expresivo “Amén” del final, que se disuelve en la nada, parecen ir en esa dirección.
La dirección, excelente de Jan Latham-Koenig, privilegió el contraste entre el sonido orquestal con aquellas secciones más cantábiles del coro, destacando las frecuentes antífonas (diálogo entre dos grupos) entre coro e instrumentos.
Patricia Cifuentes cantó, en la función del jueves, con extrema musicalidad, acometiendo los descomunales agudos en pianísimo, con el profesionalismo del que ha dado cuenta siempre, el Coro del Teatro Municipal dirigido por Jorge Klastornick brilló en los contrastes dinámicos, tanto como en el carácter impreso por Latham-Koenig.
La segunda parte nos mostró una gran versión de la bellísima “Gran Misa en Do menor K. 427” de Wolfgang Amadeus Mozart, obra que se encuentra entre las más grandes de la literatura musical, requiriendo un grupo de excelentes intérpretes, como los participantes en esta oportunidad.
El Coro del Teatro Municipal, con momentos brillantes y emotivos, cantando soberbios pianísimos, espléndida dicción, articulando, fraseando o enfatizando frases o palabras con su reconocida musicalidad, solo nos habría gustado que las sopranos, de gran desempeño, cubrieran un poco más los agudos, que en algunos momentos sonaron duros. Esta observación no desmerece en absoluto su gran presentación, tal vez la forma de cantar devino de la interpretación de Poulenc, que enfatizó sólidos forte.
Nos sorprendió el tempo demasiado rápido del «Kyrie», perdiendo algo en expresividad y sin duda la solemnidad de esta plegaria, en su desarrollo, Patricia Cifuentes fue
estupenda intérprete en sus diálogos con el coro y la orquesta, salvando impecablemente la exigente tesitura, con seguridad, musicalidad y bella voz.
Encontramos sensible el arco expresivo logrado en el “Gloria”, no podemos dejar de señalar la calidad vocal de los tenores en sus musicales agudos, tanto como el manejo dinámico logrado por Latham-Koenig con el coro y la orquesta.
Pamela Flores como soprano segunda, cantó bellamente, con gran musicalidad y hermosa voz el “Laudamus te” luciéndose en las coloraturas. El “Gratias” que recuerda a Haendel mostró un balance perfecto entre coro y orquesta.
“Domine Deus” el dúo de sopranos siguiente, fue un goce escuchar sus timbres, brillante el de Cifuentes y cálido el de Flores, en un canto de enorme exigencia, por sobre el complejo desarrollo contrapuntístico de la orquesta.
Formidable fue el “Qui Tollis” del coro, recuerda los oratorios de Haendel en sus contrastes dinámicos.
«Quoniam» el trío para tenor y dos sopranos, fue afiatado y musical, en el aportó Gonzalo Tomckowiack su cálida voz. La Fuga del “Cum Sancto Spiritu” permitió apreciar la claridad de las articulaciones en las semi corcheas del coro.
Poderoso y expresivo fue el “Credo”, enfatizando la profesión de fe. Una de las página más difíciles para la soprano I, es el “Et incarnatus est” cantado por Patricia Cifuentes con una dulzura exquisita, fundamentales en el éxito de esta parte, los solos de las maderas, que calificaremos de magníficos.
El «Sanctus» a ocho voces, ratificó la excelencia del coro, la fuga del “Ossana” maravilló; en el “Benedictus” para cuarteto solista, se agregó la hermosa y musical voz de Ricardo Seguel, el ataque y desarrollo del coro en la Fuga final, concluyeron una versión que se recordará por mucho tiempo, de ella Jan Latham-Koenig fue su gran responsable.
Gilberto Ponce. (CCA)