LA GIOCONDA ABRE TEMPORADA LÍRICA 2016.
No cabe duda, que el mayor propósito de Amilcare Ponchielli, al escribir su ópera La Gioconda, fue recrear una de las conocidas como “gran ópera”, espectáculo muy de moda y del gusto francés, sin embargo en Italia, no había logrado mayor desarrollo, al revés, se podría decir que estaba en una posición menoscabada, comparándola con la desarrollada gran ópera francesa o los grandes dramas wagnerianos.
En este propósito, Ponchielli, escribió una partitura, en la que se mezclan, además del canto, una gran cantidad de solistas, un numeroso coro, y un ballet bastante importante, además de un numeroso contingente de figurantes o comparsas, todo en extensos cuatro actos, elementos que con el libreto de Arrigo Boito, provocaron un fuerte impacto en su estreno; no obstante el tiempo, se ha encargado de mostrar, que se trata de una ópera con fragmentos irregulares, algunos de gran fuerza dramática y belleza melódica, mientras que por otro lado, adolece de una progresión dramática ascendente, alargando en demasía algunas escenas, aunque es preciso reconocer, la gran inspiración de algunas
La producción cuenta con Jean-Luis Grinda como director de escena, la escenografía de Éric Chevalier, que alude a lo veneciano, no obstante los muros laterales móviles, poseen unas columnas muy alejadas de la liviandad propia de las venecianas, otorgándole una pesadez opresiva, queriendo significar tal vez, el mundo que en cierto modo encierra a los protagonistas, pero esto no queda lo suficientemente claro. Nos pareció muy interesante el uso de los telones del fondo, donde, a manera de ejemplo, se recrea “la boca del león” el lugar donde anónimamente, se podían realizar denuncias de toda índole.
La règie, nos pareció bastante convencional, para una escenografía que no permite demasiado, pero resolvió muy bien la escena del cuarto acto, con esa cabaña precaria en medio de la nieve, así como las escenas de conjunto de los primeros actos.
Los mejores aciertos de esta producción, son a nuestro juicio, el vestuario de gran belleza y ajustado al estilo, creado por Jean-Pierre Capeyron (perteneciente a la ópera de Monte.Carlo) y la excelente iluminación de Ramón López, llena de sugerencias, tanto como acentuando situaciones dramáticas, en un continuo lleno de sutilezas.
La dirección musical de Konstantin Chudovsky, a ratos un poco ampulosa, pero la Gioconda lo es, acompañando a los cantantes en sus arrebatos pasionales, asimismo tratando de resolver de la mejor forma, la disolución dramática que se produce hacia el final, solo haremos notar algunos pequeños desajustes en los complejos coros del primer acto.
El Coro del Teatro Municipal, de Jorge Klastornick, apabullante en la perfección vocal, y con la solvencia que reconocemos, en actuación, que esta ópera exige bastante.
La coreografía para la Danza de las Horas, de Eugénie Andrin, es de sorprendente calidad, si observamos en general las de otras óperas, en ella realizó una síntesis entre lo clásico y moderno.
La soprano Elisabete Matos, encarnó a la Gioconda, con su poderosa voz, algo afilada a ratos, y con algún agudo, no tan perfecto en afinación, sus mejores momentos los tuvo en sus dúos o concertatos, siendo discreta en la famosa aria; Suicidio.
El otro gran rol es Barnaba, que cantó el barítono Sergey Murzaev, con bellísimo timbre y poderosa voz, perfilando estupendamente al malvado personaje, podríamos objetar, que tal vez manejó poco los matices vocales.
Alvise el Jefe de la Inquisición del Estado, fue cantado por el bajo Sergey Artamonov, con muy buena voz y gran presencia escénica. Laura, la infiel esposa de Alvise, fue la mezzosoprano Géraldine Chauvet, quien tuvo en lo vocal un inicio muy desperfilado, pero en el desarrollo, se apreció su bello timbre, aunque su actuación, no es muy convincente.
Enzo Grimaldo, amante de Gioconda, pero enamorado de Laura, lo asumió el tenor Walter Fraccaro, con voz no demasiado poderosa, pero muy hermosa, pero su actuación bastante plana y acartonada.
Un gran rol, le cupo a la única cantante nacional, asumiendo un papel de gran peso, estamos hablando de Evelyn Ramírez, que caracterizando a la Ciega (madre de Gioconda), confirmó, que se trata de una de la grandes voces de nuestro país, pudiendo codearse con gran profesionalismo, con figuras extranjeras; creemos que este ha sido uno de sus grandes personajes.
El resto de comprimarios, seis varones, lo hicieron con el mayor profesionalismo, tanto en lo vocal, como en escena.
Gilberto Ponce. (CCA)