VERSIÓN ESTELAR DE LA CENICIENTA.
En la hermosa y no menos poética escenografía de Ezio Toffolutti, que sigue manteniendo el vigor de su estreno, y de la mano de Frédérique Lombart en la dirección de escena, tuvimos oportunidad de presenciar el estreno de la Versión Estelar de La Cenicienta la bella ópera de Gioacchino Rossini.
Lombart dejó perfectamente en claro su idea de régie, la que replicó con los mismos detalles de la Versión Internacional, sin restar ninguno de los a veces mínimos pero importantes detalles, no cabe duda que su estupendo trabajo que parte del original de Jérôme Savary, no solo le hace justicia, lo enriquece. Qué importante sería contar con ella en otras producciones, trabajos de esta calidad no son frecuentes.
La parte musical le correspondió al joven Pedro Pablo Prudencio, quien a nuestro juicio logró resultados de enorme calidad, evidenciados desde la brillante y chispeante obertura, donde ahora su introducción no tuvo ripios, y en el desarrollo de la ópera no solo fue cuidadoso con los cantantes, pues logró realzar aquellas frases instrumentales que complementan partes cantadas, algún momento de mínimo desajuste en un par de concertatos, que corrigió prestamente, no empañó en absoluto su estupendo desempeño, que lo perfila como un gran rossiniano.
El rol protagónico recayó en Evelyn Ramírez, que fue simplemente de arrolladora calidad, con un volumen parejo en toda la tesitura, dándose el lujo de hacer variaciones en las coloraturas, cuando se trataba de otra estrofa, ensamblándose perfectamente con el resto del elenco, y utilizando su reconocida capacidad actoral, creó un personaje que fue ovacionado y con la mayor justicia.
El Príncipe Don Ramiro fue cantado por el tenor argentino Santiago Bürgi, el que sin poseer un gran caudal de voz, enfrentó con sus medios las a veces endiabladas coloraturas y notas agudas, haciéndolo con musicalidad y prestancia, creemos que su actuación no es muy natural, no obstante dio perfectamente el personaje.
Sergio Gallardo que fue Don Magnífico, demostró una vez más el porqué no solo ha conquistado al público de nuestro país, pues está desarrollando una gran carrera en el extranjero, es un gran bajo-barítono bufo, su actuación es sobresaliente, transita por todos los estados anímicos de su personaje y en lo vocal no solo maneja las coloraturas, también a la perfección los increíbles trabalenguas.
Patricio Sabaté, que es considerado por el público como un verdadero símbolo de calidad, la mismo que lo hace saltar de Mozart, en la ópera anterior, a un Rossini con un desplante actoral de la mejor escuela, mientras que en lo vocal atrapa con su hermoso timbre y sus musicales fraseos; su Dandini le permitió mostrar dos facetas, la del criado gozoso de reemplazar al Príncipe, con guiños de gran comicidad, hasta el humilde criado que vuelve a sus funciones cuando el Príncipe reasume su cargo en propiedad.
Matías Moncada a quien vimos en la versión internacional como Alidoro, reemplazando al enfermo Ricardo Seguel, mostró su talento vocal y hermoso timbre, mientras que en actuación lo apreciamos mucho más seguro y desenvuelto.
Yaritza Véliz, quien en el estreno se torció un pie, actúo con una bota muy bien disimulada por los vestuaristas, volvió a cantar junto a Marcela González como las histriónicas e insoportables Hermanastras, que con todas sus mañas y a ratos desopilante desempeño, al igual que en la versión internacional, volvieron a conquistar al público que las ovacionó.
Una función que terminó con el público de pie agradeciendo una notable versión de La Cenicienta de Rossini.
Gilberto Ponce. (CCA)