UNA FIESTA VOCAL, LA VISITA DE JUAN DIEGO FLÓREZ.
Uno de sus grandes momentos vivió el Teatro Municipal de Santiago, con motivo de la visita del extraordinario tenor peruano Juan Diego Flórez. Que no solo maravilla con su voz, además encanta con su tremenda humanidad y sencillez.
Él sabe perfectamente el lugar que ocupa en el mundo de la ópera -tiene su agenda copada por muchos años y contratos valorados en dólares con muchos ceros-, pero al parecer, en nada ha cambiado como ser humano, agradece las ovaciones con sencillez, no adopta actitudes de divo, mostrando como principal objetivo, el hacer música de la forma más honesta posible.
Además, se ha fijado misiones más allá del canto, está detrás de conseguir crear en Perú, un sistema de orquestas juveniles e infantiles, según el método venezolano del maestro Abreu, el mismo que tanto éxito ha logrado en Chile.
En fin, se trata de un artista con mayúsculas, al que éxito no se le ha ido a la cabeza.
La expectación que provocó su visita llevó a las autoridades del Teatro Municipal, a instalar pantallas en las afueras del teatro, para muchos espectadores pudieran gozar de su espectáculo, sin costo.
Flórez posee un material vocal de inusitada belleza, es un tenor lírico ligero con facilidad asombrosa para coloraturas y agudos, que realiza con voz plena sin el menor atisbo de falsete, maneja el fiato a la perfección, pero por sobre todo, tiene una capacidad de interpretativa de tal poder, que vive cada uno de los roles que interpreta.
Al mirar el programa de solo seis arias, parece mezquino, pero ello corresponde a su dificultad pues son extensas y con características propias de lo rossiniano y del “bel canto”, requiriendo todas gran esfuerzo técnico e interpretativo.
Su agilidad en las coloraturas y el uso inteligente de los contrastes se apreció en el aria de “La Cenicienta”, así como las hermosas líneas de canto y sólidos agudos en el aria de “Semiramis” y los cambios de carácter en la compleja aria de “Guillermo Tell” todas de Rossini.
Cada aria fue antecedida por la obertura de esas óperas, con la Orquesta Filarmónica de Santiago, dirigida por Alessandro Vitiello, las versiones solo llegaron a ser correctas lecturas, con desajustes rítmicos, sonido crudo en más de una ocasión, incluidas desafinaciones, con balances descuidados, y sin contrastes en general, y poco de la elegancia y humor requerido por su autor, atribuimos esto a escasos ensayos, pues estos con seguridad, se deben haber enfocados a las arias con el ilustre tenor.
El resultado orquestal mejoró con Bellini y Donizetti, que presentan desafíos menores para la orquesta, en esta parte Flórez destacó la expresividad de las líneas melódicas en “E servato” de “Capuletos y Montescos” de Bellini, para concluir con dos arias de Donizetti, primero una conmovedora versión de “Una furtiva lacrima” de “El Elixir de Amor” cantado con finura y pianísimos exquisitos, y antes de cantar “A mes amis” de “La Hija del Regimiento» la dedicó “a mis hermanos, los mineros” gesto que el público retribuyó con una emocionada ovación, la perfección técnica, expresividad y la firmeza de los impresionantes agudos del aria, hizo delirar al público, que exigió -mientras lanzaba flores al escenario-, los acostumbrados “encore”, primero cantó una inteligente y hermosa versión, de la “Donna é mobile” de “Rigoletto” de Verdi, seguida de “Granada” de Agustín Lara haciendo una síntesis entre lo lírico y lo popular, finalizando con una entrañable versión de “La Flor de la Canela” de la inmortal Chabuca Granda.
Como él público insistía, luego de varias salidas agradeciendo los aplausos, Flórez y el director Vitiello, sacaron a la orquesta del escenario, concluyendo así una memorable jornada en el Teatro Municipal de Santiago.
Gilberto Ponce. (CCA)