UNA PROPUESTA MÁGICA Y POÉTICA EN RANCAGUA.
Una nueva ópera vino a remecer el ambiente musical de nuestro país, y en lo que, ya se está convirtiendo en costumbre, se realizó en el Teatro Regional de Rancagua.
Ciudad que está llegando a posicionarse, como un polo cultural de primera importancia, no solo por su estupendo teatro, ya que cuenta con la Orquesta Barroca NuevoMundo, liderada por Raúl Orellana, a ello se suma la intuición de su Director Marcelo Vidal, motor de vital importancia, en los espectáculos que allí se presentan, sin desconocer el incondicional apoyo de Eduardo Soto, Alcalde de Rancagua, Presidente de la Corporación de la Cultura y de Las Artes.
En esta ocasión, volvieron a mirar el barroco francés, con la ópera ballet Las Indias Galantes de Jean-Philippe Rameau, obra de compleja realización, debido a las diversas locaciones donde se desarrolla, Turquía, Perú, Persia y América del Norte, pero en esta puesta en escena, con mensaje ecológico, se trasladaron coherentemente algunas locaciones a Chiloé y a los Bosques del Sur de Chile, sin perder en absoluto su esencia.
La puesta en escena, fue un trabajo conjunto de Martín López Romanelli y Marcelo Vidal, entregando importancia vital, a la Compañía Pampinak, dirigida por López Romanelli, quien trabaja con técnicas del Teatro Negro, otorgándole un ambiente mágico, que encanta, no solo a los adultos, pues los numerosos niños espectadores, siguieron fascinados las más de tres horas que dura la ópera.
La cantidad enorme de personajes, cupidos, patos, orugas, mariposas, luciérnagas, flores, plantas, una enorme araña, que representa a Bellone, diosa de la guerra, incluida una enorme muñeca, que en una de las escenas, vuela además del escenario, por sobre la orquesta, llegando frente al público; mientras que en el prólogo, los cantantes se visten a la usanza, de los muñecos, en un efecto encantadoramente sorprendente.
La escenografía de Germán Droghetti y David Baeza, se abre o cierra, introduciéndonos en diversos parajes, que nos llevan entre otros lugares, al fondo marino, o bien a un bosque chileno, mientras que, el vestuario de Droghetti, incluyó una suerte de trajes armaduras de bellísima factura, para cada personaje, recreando la pintura de la época barroca, estos tenían ruedas permitiendo a los cantantes desplazarse como si flotaran, solo se desprendían de ellos para cantar arias, dúos o cuartetos, en un quiebre que da mayor vigor a la puesta; no podemos olvidar la ajustadísima iluminación de Jorge Fritz.
El argumento, se puede sintetizar como el triunfo del amor, en diversas regiones del mundo, a través de música de enorme belleza, solos, dúos tríos y cuartetos vocales, algunos de gran dificultad, un buen número de complejos coros, y muchas secciones de ballet, transformándose en esta puesta en escena, en un todo que no pierde jamás el interés, en particular por las continuas sorpresas que depara a lo largo de su desarrollo.
Largo sería entrar en el análisis de esta enorme producción, digna de cualquier teatro, en el exigente mundo de la ópera, limitándonos a lo siguiente; la ágil règie de López Romanelli y Vidal, que conduce las diversas historias, con precisión, manejando seriedad, ironía y algo de humor, así como el cuidadoso manejo de los espacios, tanto en solistas y coro, incluidos algunos en la platea, tanto como en la notable coreografía de Italo Jorquera, quien consiguió un alto rendimiento de sus jóvenes bailarines.
Una vez más Marcelo Birman, condujo la Orquesta Barroca NuevoMundo, logrando no solo un bello sonido, pues se adentró, como es su costumbre, completamente en el estilo, el bajo continuo de Manuel de Olaso, fue de gran perfección y musicalidad.
Birman, se mueve con seguridad en la obra, conduciendo a solistas, coro y acompañando el ballet con profesional solvencia.
El Coro, fue preparado por Paula Torres (que gran pérdida para la Universidad Alberto Hurtado) cantando, con musicalidad, dicción y afinación estupenda, además de actuar con prestancia escénica.
El homogéneo elenco de solistas, estuvo integrado por la joven Madelene Vásquez, de sorprendente desempeño, algún fugaz momento de inseguridad en afinación, se olvidó por la seguridad escénica, que otorgó a sus diversos personajes.
Patricio Sabaté, abordó dos roles en los actos primero y cuarto, con la seguridad que se reconocemos, con perfecta fonética y gran musicalidad, además de adueñarse de sus escenas.
Exequiel Sánchez, ya actúa como un consagrado, se maneja con soltura en el estilo, siendo impecable en lo vocal, además de muy buen actor, perfiló muy bien a sus cuatro personajes; muy sensible fue su aria, acompañado en teorba por Marcelo Vidal, ambos en el escenario.
Ricardo Seguel, reconocido no solo por su hermosa voz, además por su calidad de actor, asumió con un histrionismo profesional, de la mejor factura, sus cuatro roles.
La soprano Patricia Cifuentes, con su presencia escénica, y su reconocida calidad vocal, cantó sus tres papeles, cerrando el círculo de este estupendo quinteto de cantantes que dieron vida a los personajes de estas Indias Galantes, función que fue ovacionada por el público asistente a la segunda función, en el Teatro Regional de Rancagua.
Sin duda, se trata de un espectáculo que debiera darse en otros escenarios de nuestro país, para que más público pueda apreciar la calidad profesional de los espectáculos producidos en el Teatro Regional de Rancagua, en Santiago porqué no, en el Municipal de Las Condes o bien en el CA660 de Corpartes.
Gilberto Ponce. (CCA)