DAVID SYRUS Y GUSTAVO MIRANDA-BERNALES CON LA FILARMÓNICA.
El octavo concierto de la Temporada 2016, de la Orquesta Filarmónica de Santiago, llamado In Focus, Mozart, generó las más grandes manifestaciones de entusiasmo, de parte de los asistentes al Teatro Municipal.
Además, el programa permitió apreciar el desempeño de David Syrus, en un programa sinfónico, pues hasta el momento, le habíamos conocido, como un gran director de ópera, con éxitos rotundos en Billy Budd de Britten, La carrera de un Libertino de Stravinsky, y recientemente Auge y caída de la ciudad de Mahagonny de Weill.
En esta ocasión, se mostró como agudo conocedor del estilo mozartiano, además de entregar nuevas luces, en una obra de un compositor nacional.
La primera obra, el cuadro sinfónico La voz de las Calles, de Pedro Humberto Allende, da cuenta de la importancia que reviste el hecho, que un director extranjero conduzca obras chilenas, en razón a que su visión libre de prejuicios, o tradiciones de interpretación, bien puede significar un positivo y nuevo enfoque de la obra.
Syrus dio cuenta de una lectura diáfana, vital, enfatizando los diálogos entre familias o instrumentos, fraseando inteligentemente, para que se escucharan con claridad, los antiguos y diversos pregones callejeros, que Allende incorpora en su partitura, donde el autor le otorga al chelo, una importancia algo mayor, aquí debemos destacar el solo de Olga Levkina, de gran belleza sonora y musicalidad; el público aplaudió con entusiasmo mayor al acostumbrado, la estupenda versión.
Luego, se pasó a las obras dedicadas a Wolfgang Amadeus Mozart; en primer lugar el joven pianista chileno residente en New York, y con compromisos en diversos escenarios internacionales, Gustavo Miranda-Bernales, interpretó el Concierto para piano y orquesta Nº 17 en Sol mayor, K. 453, en una versión ajustadísima en estilo, mostrando impecable digitación, y sobre todo, con una expresividad propia del clasicismo, sin caer en esas efusiones románticas, que pueden ser muy del gusto de algún tipo de público, pero que no reflejan necesariamente el estilo.
En este cometido, Miranda-Bernales contó como aliado fundamental, la batuta de David Syrus, que realizó un acompañamiento, que realzó aún más la elegancia y claridad mozartiana, que fue precisamente una de las características del primer movimiento, incluyendo estupendo manejo dinámico y gracia en las articulaciones, que mostró Miranda-Bernales.
El enfoque del segundo movimiento, nos hizo recordar aquella afirmación de algunos estudiosos del genio de Salzburgo, que plantean, que para conocer en profundidad a Mozart, es preciso escuchar con detención los movimientos lentos de sus conciertos, en particular los de piano, pues allí se encuentran todos los mundos de angustia o desgarrados, que le tocó vivir.
En la sutileza de la introducción orquestal, conducida magistralmente por Syrus, encontramos mucho de lo descrito, conseguido a través del “canto” de las maderas, de muy hermoso sonido, que nos lleva luego al increíble y perfecto diálogo, entre solista y orquesta, en su serena expresividad, y exquisito juego dinámico, acentuando una explícita melancolía dolorosa.
Elegancia y gracia, se apreció en el tercer movimiento, en el que el bello sonido orquestal, fue correspondido por las sutiles variaciones dinámicas y de carácter del pianista.
La precisión de los diálogos piano-orquesta, no carentes de chispa y expresividad clásica, condujeron finalmente al brillante final, que como era de esperar, arrancó las más largas ovaciones, reconociendo la brillante interpretación de Gustavo Miranda-Bernales, tanto como la de la Filarmónica, certeramente conducida por David Syrus.
La Sinfonía Nº 41 en Do mayor, Júpiter del mismo Mozart, que finalizó el concierto, solo vino a confirmar la excelencia de Syrus dirigiendo Mozart; de ella destacaremos la expresividad algo contenida, propia del clasicismo, la enorme claridad de las figuras rítmicas, así como su manejo de los contrastes, asimismo las pequeñas diferencias de carácter y fraseo en las repeticiones temáticas, mientras mantuvo siempre un férreo balance sonoro, para dejar siempre lo esencial a la vista.
Estas y otras razones, nos hacen pensar, que esta versión ha sido, una de las mejores que nos ha tocado escuchar en vivo de esta emblemática sinfonía de Mozart.
Gilberto Ponce. (CCA)