ENCUENTRO DE MAESTROS, ROMEO Y JULIETA.
Cuando se produce un encuentro de obras maestras, solo cabe rendirse ante un resultado de excepción, y eso es precisamente lo que ocurre con el ballet Romeo y Julieta en el que coinciden dos de estas obras maestras, por un lado la formidable música de Sergei Prokofiev junto a la soberbia coreografía John Cranko para la inmortal historia de Shakespeare.
No obstante, esos factores no aseguran que el éxito corone ese encuentro, para ello es preciso contar con una Compañía muy solvente que complemente el trabajo de sólidos bailarines solistas.
Por ello es que creemos que una vez más, el Ballet de Santiago obtuvo un resonante suceso con su versión de Romeo y Julieta que en esta oportunidad fue remontado por Jane Bourne, debido a que tanto solistas como compañía mostraron el nivel que los ha posicionado entre lo mejor de América.
Bien se sabe que la música de Prokofiev con su poderosa orquestación y todo su modernismo armónico, recrea a la perfección tanto los sentimientos de los personajes como las acciones de los múltiples personajes de la historia, pero cuidado no es solo marcar tempos al dirigirla, hay que ponderar balances instrumentales, manejar contrastes dinámicos y expresivos en una progresión que jamás detiene su tensión, y es en este aspecto donde se produjo el otro elemento del éxito conseguido, pues Konstantin Chudovsky condujo a una espléndida Filarmónica de Santiago en todos los vericuetos sensibles y expresivos de la partitura, fundiendo su sonido con lo que ocurría en el escenario, por ello no fue extraño que el público aplaudiera fervorosamente su desempeño al final de la función, debiendo Chudovsky levantar a sus músicos en el foso varias veces, para recibir el reconocimiento.
La escenografía y vestuario de Elizabeth Dalton mantienen toda su belleza y fuerza, mostrando una vigencia propia de los grandes trabajos, Ricardo Castro realizó un gran trabajo de iluminación que destacó estupendamente los contrastes en el vestuario, solo creemos que la escena del Carnaval pudo más iluminada.
Romeo y Julieta, requiere de una gran cantidad bailarines que deben incluso en algunos de los breves roles mostrar todas su condiciones técnicas y de carácter, es así que destacaremos el desempeño de Lucas Alarcón en su rol de Mercucio, donde brilló en su desenfado burlón ante los Capuletos, su escena de la muerte fue notablemente expresiva y sensible; el carácter fuerte y arrogante de Teobaldo encontró en Miroslav Pejic el bailarín más adecuando; Marcela Goicoechea mantiene intacto su carisma y presencia escénica, por eso es que llena los espacios en el significativo papel de Lady Capuleto, emocionando con su desgarro ante la muerte de Teobaldo.
Con gran presencia y prestancia escénica se desempeñó Cristopher Montenegro como Paris; de gran simpatía fue Francisca Moya como la Nodriza, mientras que Cyril de Marval fue un juvenil Fray Lorenzo, brillantes, sensuales y magníficas en la danza fueron; María Dolores Salazar como Rosalina y Katherine Rodríguez, María Lovero y Montserrat López como las tres gitanas, encontramos genial el desempeño de Gustavo Echevarría como el Rey del Carnaval y el sólido grupo que le acompaña.
Del resto de la compañía solo podemos alabar sin reservas su desempeño, de gran técnica, certeros en los movimientos colectivos, naturalmente expresivos, creemos que sus escenas de la Plaza del Mercado, el Gran Salón del Baile, fueron el complemento perfecto al sólido grupo de solistas.
Cerramos este comentario con la sólida pareja principal Natalia Berríos como Julieta y Emmanuel Vásquez debutando como Romeo; la danza de Cranko además de sintetizar lo clásico y lo contemporáneo, establece una sólida alianza con lo teatral (danza-teatro) por eso es que a los protagonistas secundarios y en particular a los principales se les exige una expresividad que va más allá de lo usual, deben transmitir naturalmente la sucesión de emociones y sentimientos expuestos en la coreografía, deben transformarse en sus personajes, e idealmente conmover a los espectadores, es precisamente lo ocurrido con este elenco y en particular con Natalia Berríos y Emmanuel Vásquez, ella haciendo el mejor uso de su madurez como bailarina creó una entrañable Julieta, con todas las características adolescentes del personaje, como olvidar su alegría ante su primera gran fiesta donde conocerá a Paris a quien sus padres han elegido como esposo, luego su confusión al conocer a Romeo en esa misma fiesta, más tarde su espontánea negativa al matrimonio, o sus dudas antes de beber la pócima para aparentar estar muerta, y dejamos al final sus dos escenas cumbres, la del balcón y la escena final cuando muere junto a Romeo producto de la infeliz confusión, en ellas Natalia puso al servicio de una conmovedora emocionalidad, toda su estupenda técnica.
Por su parte el Romeo creado por Emmanuel Vásquez, es el adolescente nato, loco de amor por Julieta, como tan idealista al creer que puede torcer el odio entre Montescos y Capuletos, el bailarín se encuentra dando significativos pasos para convertirse en un gran solista, certero en las escenas de conjunto, particularmente en la reyerta donde mata a Teobaldo, luego da cuenta de una enorme expresiva sensibilidad en la escena del balcón, que lo mostró como gran partenaire y finalmente conmoviendo en la escena final donde ambos mueren. La seriedad con la que Emmanuel Vásquez enfrenta sus desafíos sin duda le llevarán a consagrarse pronto.
La calidad de la función hizo que el público la ovacionara sin cansarse, agradeciendo el profesionalismo de todos los participantes en ella, un verdadero lujo como dijo una pareja de extranjeros a la salida del Municipal de Santiago.
Gilberto Ponce. (CCA)