GRAN CONCIERTO DE ECKART PREU CON LA SINFÓNICA.
Muy sólido fue el concierto que dirigió el maestro Eckart Preu, en su primera presentación junto a la Orquesta Sinfónica de Chile, en el y través de obras muy diferentes, se apreció la experticia que el talentoso director posee.
Primero se ofreció la Sinfonía Nº 2 del chileno Tomás Lefever, que comprende tres breves movimientos, en los que a través de un lenguaje atonal explora diversos timbres y recursos orquestales; la versión fue en extremo cuidadosa, en particular en el manejo de balances y contrastes, con limpios fraseos, permitiendo rescatar todos sus valores musicales.
Bastante alejado de la forma es su primer movimiento, cuyo inicio y desarrollo se ve un tanto errático; el segundo movimiento se muestra un tanto programático mediante el uso de tensiones, recordando los lenguajes de Stravinsky, Berg y del chileno Fernando García.
El tercero, nos pareció del mayor interés, por su tema de carácter elegíaco en las cuerdas, que se oponen al expresionismo del resto de las familias.
Pensamos que esta sinfonía fue el primer gran logro de Preu.
Luego el estupendo y talentoso solista de la sinfónica Manuel Jiménez, interpretó Máscaras, cuatro danzas para Arpa y orquesta, del mejicano Arturo Márquez, obra de gran atractivo en cada uno de sus cuatro movimientos.
Jiménez mostró como siempre la más absoluta solvencia y musicalidad, interpretándola de memoria con gracia y estilo.
Escrita en lenguaje neoclásico, mantiene permanentemente la atención, por sus inteligentes diálogos entre solista y orquesta; al gran desempeño del conjunto, debemos reconocer el gran profesionalismo de cada uno de los instrumentos que tienen intervenciones a solo.
La oposición entre el sonido sutil del arpa y el sólido de la orquesta es manejado con destreza por Márquez, sin que el solista pierda peso frente al conjunto, además para ello, contó con el manejo perfecto de balances realizado por el director.
La segunda “máscara”, se inicia con un virtuoso solo de arpa, el que fue bellamente ejecutado, conduciendo luego a un expresivo tutti; en el desarrollo reconocemos un hermoso manejo dinámico-expresivo, así como el sugerente diálogo entre el arpa y el corno.
La tercera se inicia con un fino diálogo del arpa y un pizzicato de las cuerdas, interpretado con gracia y carácter, parte que alude de alguna forma los famosos “danzones” del mismo Márquez.
Brillantes fueron los bronces al inicio de la “máscara” final, en cuyo desarrollo se alternan tanto lo popular con lo clásico en una perfecta fusión, donde solista y orquesta fueron un lujo en interpretación.
El encore ofrecido por Jiménez, ratificó todas sus fortalezas artísticas.
Como obra de cierre el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile que dirige Juan Pablo Villarroel, junto a la soprano Denise Torre y el barítono Esteban Sepúlveda, interpretaron una de las versionas más hermosas que hemos escuchado en vivo del Réquiem de Gabriel Fauré.
Esta obra que es una reflexión serena sobre el sentido de la muerte, encuentra en muchas ocasiones, versiones sensibleras rayanas en el mal gusto, que se alejan del profundo sentido poético-musical que posee.
Otros en intentos intimistas, la convierten en algo plano, lánguido y aburrido; pues bien nada de esto ocurrió en la versión de Eckart Preu y los conjuntos universitarios, ya que desde el primer acorde orquestal en forte, al que sigue el emocionante ingreso del coro en pianissimo, todo fue expresión y musicalidad.
El manejo del Coro por parte de Preu, independiente del gran trabajo previo de Juan Pablo Villarroel, fue soberbio, hace tiempo que no le escuchábamos con esa musicalidad, fraseos y manejo dinámico de tanta naturalidad, cada cuerda, que tiene partes en solitario, destacó por su belleza vocal; que decir de la excelencia de tenores y sopranos, que tienen las partes más expuestas, sin desconocer el estupendo cometido de contraltos y bajos.
La mano experta de Preu, llevó a que el Coro se sintiera tranquilo, cantando en la más plena comunión con la batuta.
La soprano debutante Denise Torre, integrante de la Camerata Vocal, cantó su Pie Jesu con hermosa voz y gran musicalidad, el barítono Esteban Sepúlveda, lo hizo con su reconocida musicalidad, aunque el volumen no fue suficiente en algunos momentos.
La Orquesta Sinfónica de Chile, musical, sensible, con notable manejo dinámico y estupendo sonido, destacaremos el bello sonido de los cornos.
En síntesis, una inolvidable versión de una de las obras más hermosas de la literatura sinfónico-coral.
Gilberto Ponce. (CCA)
Fue una hermosa experiencia. Música hecha, por todos, desde el corazón.
Muchas gracias!
Felicitaciones.
Gilberto:
Coincido totalmente conj tu comentario: Se trató de un tremendo concierto, tanto por la lógica en el orden de las obras como por la solvencia de las interpretaciones y ejecuciones.
Si bien la Sinfonía Nº 2 de Lefever posee más bien méritos composicionales de innegable factura y oficio, amén de habher sido cuidadosamente entregada por Preu y los sinfónicos, debo admitir que a pesar de ello me costó asimilarla bien, incluso derechamente le encontré estéticamente fea. Sin embargo, me gustaría excucharla nuevamente para darme otra oportunidad. En Márquez no dudo que se presenció una obra hermosa de principio a fin y de notable factura composicional. La entrega de Manuel Jiménez, notable (como siempre), y superior incluso a la que hizo hace unos 8 años, aquella vez dirigida por el bielorruso Andrei Vasileusky, que ya había sido notable. Jiménez tiene la virtud de sorprender y sinceramente nunca le he visto retrocesos; de hecho, ha ganado en calidad y hermosura de sonido, entregas artísticamente convincentes y magnéticas, amén de una técnica totalmente al servicio de su arte: ¡¡¡Bravo!!!…
Y en el Requiem de Fauré, Preu nos dio una lección de expresividad en perfecto correlato con la quietud estampada por Fauré. No dudo que hay opciones en cómo enfrentar este Requiem. En el caso de Preu, se comprometió a enfatizar más el carácter propio del dolor de la muerte en sí misma por sobre la resignación. Por cierto -a priori- podría pensarse que ese no es el carácter de esta obra en particular, pero justamente allí radica el acierto de Preu, en cuanto sabe «medir límites» e inteligentemente lograr una ecuación casi perfecta entre el respeto propio a la obra y los naturales espacios interpretativos que obviamente responden a la sensibilidad particular del director. Demás está decir del encomiable cometido de los solistas (¡excelentes!), coro (maravillosos logros en amalgamiento de conjunto, equilibrio y hermosura en todas las voces) y orquesta, absolutamente colaboradora a los autorizadísimos requerimientos del director invitado.
Eckart Preu es un director «necesario» para nuestro medio. Es de los mejores directores que he visto en años, de una solvencia artística irreprochable y de una técnica de dirección no frecuenteente disponible. Ojalá lo tengamos nuevamente para el próximo año por estos lados.