BRILLANTE ANIVERSARIO CORAL CON GRAN MISA DE MOZART.
En una feliz coincidencia, el Coro de la Universidad de Chile, uno de los más importantes de nuestro país, cumplió su aniversario número sesenta y nueve, y en la misma semana en que le correspondió interpretar, una de las obras más hermosas del repertorio coral; la Gran Misa en Do menor K. 427 de Wolfgang Amadeus Mozart.
El concierto, el último de los tres de la “marcha blanca” del Centro de las Artes 660, sirvió para aquilatar aún más las bondades del director Doron Solomon, quien mostró absoluta solvencia con la magna obra, volviendo a repetir el éxito de su primer concierto, con la Orquesta Sinfónica de Chile.
El Coro de la Universidad de Chile, está conformado en la actualidad por dos grupos, el Coro Sinfónico, integrado por cantantes amateurs, y la Camerata Vocal, formada con profesionales, ambos dirigidos por el maestro Juan Pablo Villarroel, conjuntos en los que muestra siempre, una rigurosa preparación.
En esta oportunidad, y como en general es habitual en los conciertos sinfónico-corales, cantaron ambos coros, con el estupendo acompañamiento de la Orquesta Sinfónica.
Solomon la condujo de memoria, logrando una versión de enorme musicalidad, con acentuaciones, fraseos e intencionalidades, muy ajustadas al estilo; su manejo del balance entre las voces e instrumentos, fue certero, asimismo el fraseo de ciertos textos, para una mejor relevancia de la frase musical.
La orquesta mostró, hermoso sonido, musicales contrastes dinámicos, y sobre todo musicalidad, no podemos dejar de destacar a la flauta, oboe y fagot, en el et incarnatus est, donde acompañan a la soprano.
En el caso del cuarteto solista (Claudia Pereira soprano, Carolina García-Valentín mezzosoprano, Felipe Catalán tenor y Patricio Sabaté barítono), Mozart entrega casi sin contrapeso, la responsabilidad a la soprano y la mezzo, quienes llevan la carga de las arias más complejas.
Creemos que en esta ocasión, la soprano Claudia Pereira, obtuvo uno sus más significativos y rotundos éxitos, pues no solo cantó en riguroso estilo, lo hizo con bellísima voz, controlando perfectamente el vibrato, estupendo manejo de la dinámica, y exquisita musicalidad, su et incarnatus est, fue simplemente emocionante, fue un goce escucharla.
Algo similar ocurrió con Carolina García-Valentín, que cantó la mezzosoprano; no podemos dejar de señalar, la feliz ocurrencia de haber sido escogidas ellas como solistas para esta obra, en razón de sus timbres tan diversos, a la vez que complementarios, por ello, su dúo Domine Deus, fue soberbio, por la citada “diferencia complementaria”.
Carolina, con aterciopelado timbre, de coloraturas y manejo dinámico perfecto, con expresiva musicalidad y estilo, deslumbró entre otras partes con su Laudamus te.
La gran seguridad de ambas, fue sello de garantía durante la obra.
No fue un buen día para el tenor Felipe Catalán, a quien hemos escuchado estupendas presentaciones en otros conciertos, ahora en sus breves intervenciones, su hermosa voz, se escuchó con dificultad, y tuvo notorias dificultades de pulso, en el trío con la soprano y la mezzo.
Solo en el cuarteto del Benedictus, canta el barítono, encontrando en el profesionalismo y hermosa voz de Patricio Sabaté, a un sólido intérprete.
El Coro, mostró una espléndida preparación, afinación y musicalidad perfectas, voces timbradas y seguras, aunque por escritura, brillan con mayor facilidad, sopranos I y tenores, pero todos mostraron claridad en las figuras rápidas, y bellas voces en los coros a ocho voces.
Sus forte fueron sólidos, y muy hermosos su pianissimo, por ello, al finalizar la brillante versión, el público les aplaudió calurosamente, tanto como a Juan Pablo Villarroel su director.
En síntesis, una gran versión, para una de las grandes obras de la literatura sinfónico coral, donde brillaron, la orquesta, el coro y solistas, dirigidos por el gran maestro Doron Solomon.
Gilberto Ponce. (CCA)