IMPORTANTE ESTRENO EN PROGRAMA FRANCÉS SINFÓNICO.
Doron Solomon, que debutara exitosamente, hace algunas fechas con la Orquesta Sinfónica de Chile, volvió al podio para reemplazar al director programado, que desistió a última hora del compromiso.
Solomon había mostrado ampliamente su capacidad, en los conciertos realizados en el CA 660, y ahora al asumir un programa destinado a otro director, volvió a ratificar su gran capacidad como conductor, en un programa francés, que incluyó el estreno en Chile de Tout un monde lontain, el concierto para chelo y orquesta de Henri Dutilleux, que fue sin duda lo más importante del programa.
En esta obra participó con gran suceso Celso López, solista del orquesta, quien abordó con total propiedad, una partitura nada fácil de resolver, debido que, a sus grandes dificultades técnicas, agrega otras de carácter programático abstracto, que pretenden recrear el ambiente presente en Las flores del mal, la famosa obra de Baudelaire, donde la metáfora es un elemento esencial.
En la consecución del éxito, se tiene que contar, con un director que se adentre muy bien en el ambiente general, manejando el lenguaje orquestal minimalista, y a veces puntillista –contando con una numerosa percusión, que toca generalmente en pianissimo-, que interactúa con el solista, a veces como sustento, o bien en los diálogos de cada una de sus cinco partes; necesariamente debe darle una férrea unidad al discurso solista-orquesta, creando atmósferas y colores instrumentales, desentrañando progresiones y contrastes, así como realzar los clímax de los escasos tutti; no creemos equivocarnos al plantear que Solomon, fue el puntal para el exitoso cometido del Celso López.
Solo podríamos señalar, que el volumen de López fue insuficiente, en las secciones de orquestación más gruesa y en tutti, en el resto, solo fueron logros, que fueron coronados por largos aplausos.
Antes, se había interpretado Rugby de Arthur Honegger, movimiento sinfónico Nº 2, que según su autor, pretende recrear, la brusquedad salvaje y desordenada del juego en cuestión. Debemos reconocer, que el propósito se diluye, en una música con bastantes contrastes, pero alejada de los salvaje o brusco, por lo que bien podría ser una ironía, muy propia del movimiento Dadá, en boga en esos tiempos (protestar burlándose de las convenciones y costumbres de la sociedad, con elementos absurdos o de cruel ironía). Creemos que fue lectura correcta, para una obra bastante intrascendente, en la que algunas entradas y cortes fueron poco precisos.
En la segunda parte se interpretaron dos obras correspondientes al romanticismo francés, lo que en sí, fue un interesante contraste estilístico.
Phaeton de Camille Saint-Saëns, es un poema sinfónico basado en el mito griego, que describe, como Phaeton, hijo de Helios, conduce fallidamente el carruaje alado de su padre, para morir ahogado.
La obra describe muy bien el galope de los caballos, lo que ocupa casi la totalidad de la partitura, posee una hermosa orquestación.
Creemos que la conducción de Solomon, sacó a luz, los mejores elementos de ella, con inteligentes fraseos y estupendos contrastes; algún desajuste menor, no empañó en nada la versión.
Finalizaron con la Rapsodia Española de Maurice Ravel, en una versión donde primó la finura francesa, teniendo como complemento el color español; en ella destacó la creación de atmósferas, colores y timbres, manejando en forma estupenda el arco expresivo, a través de las progresiones dinámicas.
No podemos dejar de señalar, el gran desempeño de los solistas en corno inglés, violín y clarinete, fundamentales en el éxito obtenido, que fue coronado con efusivos y largos aplausos.
Gilberto Ponce. (CCA)