“La Flauta Mágica” de Wolfgang Amadeus Mozart- (1756-1791)
Un espectáculo excepcional.
En varias oportunidades hemos tenido la suerte de ser espectador de esta singular ópera, compuesta en 1791, con texto de Emanuel Schickaneder.
Esta vez, se nos presentó en un novedoso espectáculo en el Centro Cívico de Vitacura.
A la caída de la tarde de un domingo veraniego, cuando el sol ya se había escondido detrás de los árboles de la colina, y en la pantalla las proyecciones podían visualizarse, se escucharon los tres característicos acordes que señalaban el comienzo de la obertura.
En el extenso patio, repleto de público en que abundaban los niños, quienes mantuvieron una actitud de gran concentración, a pesar de que la obra presenta escenas que están por sobre su capacidad de comprensión.
Miryam Singer fue la gran creadora del proyecto. Sus capacidades, son obviamente multifacéticas, ya que se hizo cargo de la régie, la escenografía, el vestuario, la iluminación, el guión y la dirección audiovisual. Confirmando nuevamente sus espléndidas aptitudes en la introducción de innovaciones; suprimió y acortó algunas escenas, redujo los recitativos y los tradujo al español, subtitulando la traducción de las arias en alemán. De forma que el público comprendiera más a fondo, su enmarañado contenido.
Todas las figuras de “La Flauta mágica” se encuentran rodeadas de un aura singular, otorgándoles una personalidad popular. La Reina de la Noche, representa bien sus poderes reales, con sus arias de corte lírico, reminiscencias de la opera seria; algo similar ocurre con las figuras de Sarastro, Pamina y Tamino. La figura de Papageno puede asimilarse al Arlequín italiano, así como los cantos de las tres damas y el de Monostatos pueden identificarse con los conjuntos de la opera buffa.
Los ritos, el fuego y el agua, se relacionan con el número simbólico TRES, que tiene su correspondencia con las tres damas, los tres genios, como con las tres virtudes, las pruebas, y la estructura del templo, cifra proveniente de la mitología egipcia, conocida por Mozart, que fue asimilada por la ideología masónica, a la cual él pertenecía.
Miryam, escogió para su puesta en escena, un ambiente lúdico, asistido por recursos de multimedia, la extensa pantalla con proyecciones del ambiente correspondiente a cada escena. Los personajes, vestidos como en los cuentos infantiles, los animales encantados y la inclusión de algunos detalles de los tiempos modernos (como patines y bicicleta), contribuyeron sobremanera a la fascinación provocada por la régie y escenografía, azuzando el entusiasmo de los niños.
El elenco logró una performance extraordinaria.
Las arias de la Reina de la Noche, que presentan reconocidas dificultades técnicas con sus extremos agudos y coloraturas, fueron espléndidamente interpretadas por la soprano Virginia Barrios, de excelente afinación y muy atractiva presencia. Paulina González, cuyo papel de Pamina, exige conjuntos y dúos nada fáciles, en su estilo mozartiano, los entregó con musicalidad y pulcritud.
Tamino a cargo del tenor Guillermo Valdés, nos deleitó con su bello timbre, facilidad vocal, y actuación, si bien quizás el hecho de cantar al aire libre lo llevó a una entrega excesivamente vital, ocultando lo profundo de los sentimientos. Papageno, en la voz de Cristián Moya, entusiasmó con su atractivo timbre baritonal, y su convincente y jocosa actuación.
En el papel del moro Monostatos, Leonardo Navarro, tenor, lució facilidad vocal y talento actoral, Denise Torres, soprano, nos entusiasmó con su encantadora Papagena.
Excelente impresión nos causó Eduardo Jahnke como Sarastro, con su registro muy sonoro de bajo, luciéndose en sus dos deslumbrantes arias. Atractivas y sensuales las tres damas; Jessica Rivas, Karen Canto y María José Uribarri, los tres genios, Carla Pérez, Grete Bussenius y Macarena Espinoza, bien coordinadas musicalmente, y atractiva actuación como adolescentes.
La labor del equipo técnico, fue de primera categoría, otorgando a este espectáculo una perfecta sincronización y coordinación, entre sus diversos y exigentes elementos.
La Orquesta de Opera UC dirigida por Juan Edwards tuvo dificultades de ajuste al comienzo, logrando posteriormente una satisfactoria coordinación instrumental. No obstante creemos que no existió un manejo adecuado de los contrastes dinámicos, percibimos un forte casi constante, sin las necesarias variaciones dinámicas. Este factor, se debe tal vez, al hecho de tocar al aire libre, que cambia las circunstancias de una sala cerrada. Hubiéramos querido además, un mejor acercamiento al estilo mozartiano. Recalcando que en las presentaciones al aire libre, cambian radicalmente las condiciones acústicas.
En suma, fue un espectáculo singularmente novedoso, en el que se pudo constatar que aplicando ingenio, se pueden realizar adaptaciones muy atractivas.
Solo podemos felicitar y agradecer a Miryam Singer, su creadora y productora general, por este regalo de tan alto nivel.
Sylvia Wilckens (CCA)