LAS BRILLANTES EXCELENCIAS DEL TURCO EN ITALIA.
Uno de sus más grandes aciertos, obtuvo el Teatro Municipal de Santiago, con la extraordinaria puesta en escena de la ópera El Turco en Italia de Gioacchino Rossini, puesta en la que se apreciaron solo virtudes, que abarcaron a todos quienes participaron en ella.
Trabajar una comedia, si se pretende hacerlo con éxito, es necesario, aunque suene contradictorio, trabajarla muy en serio, algo que se postula desde sus legendarios creadores, en la época clásica griega, cuando Aristófanes le diera la forma, la que completaría siglos después Moliere.
Si esto ya es un desafío, este es mayor cuando la comedia, se transforma en ópera (ópera buffa), lo que obliga a una asociación entre libretista y compositor, que sepa transportar al escenario, un mundo que refleje muy bien algunos aspectos de la sociedad, pero en su condició de universalidad, ya que bien sabemos, las conductas humanas, son reiterativas a través de tiempo.
Esta razón, justifica, el que algunas de estas óperas se puedan extrapolar de época, sin que pierdan su esencia, pues la crítica o el reflejo de los comportamientos humanos, se mantienen a través de las épocas, razón que convierte a estos, en uno de los aspectos más recurrentes, en los argumentos de óperas buffas.
El círculo virtuoso de este Turco en Italia, se inicia con el genial libreto de Felice Romani, con su exquisita mezcla de situaciones, este se suma a la soberbia música de Gioacchino Rossini, que destaca tanto situaciones como a sus personajes, en un continuo, en el que arias extensas son escasas, otorgándole así mayor agilidad a la ópera.
Rossini juega con varios de los temas de la obertura, introduciéndolos en frecuentes ocasiones; como además, la música se contrasta entre liviandad y seriedad, con muchas sutilezas de orquestación, que hasta nos remiten a Mozart, es preciso contar con un director, que no solo conozca muy bien la partitura, debe además recrear su estilo, concertando el todo, que incluye momentos de extrema dificultad rítmica, como los son algunos de los concertatos (intervención de varios cantantes, a veces con el coro), en esta ocasión, en el último septeto, se produjo un desajuste de pulso, que afortunadamente se arregló en el desarrollo.
José Miguel Pérez-Sierra estuvo a cargo de la dirección musical, logrando resultados espléndidos de la Orquesta Filarmónica de Santiago, convirtiéndola en verdadero cómplice, de cantantes y coro, su manejo del balance orquestal destacó todo aquello indispensable, acompañando a las voces con musical precisión, sin duda una batuta que quisiéramos ver más a menudo.
La escenografía y dirección de escena, se homologaron a lo que está ocurriendo también en las artes visuales, la vuelta al hiperrealismo, como respuesta a un exceso de conceptualidad; es así que en la bellísima escenografía de Daniel Blanco, se recrea una calle de Nápoles, con un bar llamado Vulcano (alusión al Vesubio), con escaleras y otra calle posterior, donde circula un tranvía en el que llegan o parten personajes, se incluyen también bicicletas y hasta una motoneta; asimismo la règie de Emilio Sagi, es escrupulosa en sus detalles, referidos a las acciones de cada personaje, figurante o integrante del coro en sus movimientos en escena, creemos que habría que ver varias veces la producción, para apreciar completamente, el acabado trabajo de Sagi, que hasta provoca un desperfecto muy gracioso del tranvía.
El vestuario de Pepa Ojanguren, propio de los 50 o 60, es hermoso y lleno de armónicos contrastes, y la iluminación de Eduardo Bravo, crea momentos de gran belleza, diferenciando muy bien la luz entre ambas calles.
El Coro del Teatro Municipal (Jorge Klastornick), sobresaliente en lo vocal, y simplemente genial en actuación, no podemos dejar de comentar el altísimo nivel profesional de este conjunto, algo que ya, es casi un lugar común.
Los solistas, fueron encabezado por Pietro Spagnoli, como Selim el príncipe turco, con toda la prestancia de su rol, arrogante en la conquista, e inseguro al descubrir a su ex prometida, haciéndolo con la bella línea de canto que tiene su voz, su dúo con Don Geronio, fue de arrolladora perfección.
Keri Alkema, a quien habíamos conocido, en roles muy serios (Otello y Butterfly) dio muestras de una gran versatilidad, al asumir con voz liviana, su resolución de las coloraturas, que le impone su rol de Fiorilla la esposa de Don Geronio, siempre con hermosa, musical y segura voz, desdoblándose ahora como la coqueta esposa, que quiere conquistar al turco, en un chispeante papel; diremos que su aria final, fue espléndida.
Alessandro Corbelli, figura mítica en el mundo de la ópera, se impone no solo como el espléndido actor que es, creando un inolvidable Don Geronio, también lo es, en lo vocal, con todas las inflexiones propias del acongojado esposo, que descubre la infidelidad de su esposa, ya mencionamos el dúo con Selim, una de las grandes experiencias en el escenario del Municipal.
Estupendo como actor, pero con alguna dificultad en ciertos agudos, se vio a Luciano Botelho, que fue Don Narciso, otro enamorado de Fiorilla, aunque en lo general, su actuación conquistó plenamente al público.
ZhengZhong Zhou, fue Prosdocimo, el poeta, que va escribiendo la obra, a medida que observa el transcurrir de las incidencias, lo hizo con gran presencia escénica, y aunque su voz es dispareja en volumen, la belleza de su timbre convence plenamente.
Una muy grata sorpresa, fue la presencia de Daniela Ezquerra, en un rol mayor, a los que generalmente accede, ahora fue Zaida, la despechada ex esclava de Selim, ella siempre ha demostrado que es una estupenda actriz, pero ahora sumó que en lo vocal, estuvo de igual a igual con el resto de los primeros solistas, pensamos que merece otras oportunidades.
Francisco Huerta, fue Albazar, mostrando una gran potencialidad, por su poderosa y bella voz, que acompaña de buena presencia escénica.
El público no se cansó de ovacionar una de las mejores puestas en escena, que se han visto en años, y tal como dijo alguien a la salida; es otro laurel de la era de Andrés Rodríguez.
Gilberto Ponce. (CCA)
Fui gratamente sorprendido con esta obra. Sólo una crítica menor y tiene relación con las maletas que aparecen cuando don Gregorio hecha a su esposa, están fuera de contacto, son unas sansoline modelo 2015, podrían ser maletas de aquella época.
Nada que agregar. Un verdadero honor el haber podido ver en vivo una de las puestas en escena que de seguro se recordarán por muchos años en la historia del Teatro Municipal.
Al parecer, existe consenso en este aspecto, no he escuchado comentarios diferentes.
Al parecer, existe consenso en este aspecto, no he escuchado comentarios diferentes.