ESTRENO DE “LA ABEJA DE FUEGO” ÓPERA DE CÁMARA EN EL MUNICIPAL.
Siempre será bienvenido el estreno de una ópera, no importa si es de cámara o gran formato, lo importante es que se amplían los repertorios y contribuye al acervo cultural, y esto es probablemente el gran mérito de esta “Abeja de Fuego” que cuenta con música de Andrés Moupoint, sobre un libreto de Isidora Stevenson a partir de una idea de Francisca Cristopulos, basándose en líneas generales en la vida de la escritora María Luisa Bombal, aunque en verdad es más bien sobre las obsesiones sobre la muerte que a ella la acosaron, no olvidemos que intentó asesinar a uno de sus amantes, además de atentar contra su vida.
María Luisa Bombal (Francisca Cristopulos) a la iz. La Muerte (Jorge Andrés Muloz) en una escena de La Abeja de fuego. foto Patricio Cortés
En el libreto concurren tres personajes María Luisa Bombal, una soprano que cantó Francisca Cristopulos, Pablo Neruda amigo de ella quien le puso el apodo de “Abeja de fuego”, que oficia de amigo y de una suerte de narrador que enlaza algunas escenas, este rol es para bajo-barítono asumido por el experimentado Sergio Gallardo y el tercero La Muerte que cantó el contratenor Jorge Andrés Muñoz.
La Muerte (Jorge Andrés Muñoz), María Luisa Bombal (Francisca Cristopulos) y Pablo Neruda (Sergio Gallardo), foto Patricio Cortés
Probablemente lo más valioso de esta propuesta sea la cuidadosa puesta en escena a cargo de Loreto Monsalve en escenografía y vestuario, Antonieta Henríquez en iluminación, y agreguemos la dirección de escena de Jesús Urqueta.
La escenografía alude un poco al surrealismo con un muro de un palacio decadente inclinado y una rampa en diagonal, el vestuario para Bombal apunta en algo al mismo sentido, incluso en el cambio para la parte final, en Neruda alude a las vestimentas del vate y La Muerte es caracterizada como caballero medieval en plateado con un yelmo de pone y saca, en cuanto a la dirección de Urqueta diremos que soluciona bastante bien el complejo libreto para delinear el movimiento de los cantantes.
Las divagaciones en torno a la muerte pretenden encontrar respuesta en la música de Andrés Moupoint, cuya partitura es para ensamble compuesto por violín, viola, violonchelo, flauta, clarinete y piano, siendo dirigido por el propio compositor, tal vez debido a lo holístico del libreto, haya sido complejo desarrollar progresiones conducentes a clímax, razón por la que la música se percibe plana, sin bien existen un par de células melódicas recurrentes, estas no logran dar unidad al todo.
En otro sentido la escritura para el piano aprovecha muy las cualidades del teclado, por lo que los instrumentos de cuerda se escuchan con dificultad, mejor suerte tuvieron la flauta y en particular el clarinete que por timbre se escucha mejor, tal vez el director debió apianar más el teclado para apreciar más las texturas armónicas.
María Luisa Bombal (Francisca Cristopulos) y La Muerte (Jorge Andrés Muñoz) foto Patricio Cortés
Al parecer este trabajo en ópera sería la primera incursión del compositor en esta área, por ello hubo notables diferencias en el manejo de la tesitura vocal, con un exceso de sobreagudos para la soprano, que deben haber agotado a la solista tanto como lo fue con el público, el breve trabajo para el bajo es más ajustado a las necesidades del cantante, el más favorecido fue el contratenor, que salvo algunos graves le permitió exhibir una mejor línea de canto. Pero debemos ser enfáticos al decir que los tres cantantes realizaron el más profesional de los trabajos, poniendo lo mejor de ellos al servicio de la partitura.
María Luisa Bombal (Francisca Crietopulos) y Neruda (Sergio Gallardo). foto Patricio Cortés
Un trabajo que sin duda fue honesto, pero que con las características expuestas no logró los resultados esperados por sus creadores como tampoco las expectativas de los espectadores que concurrieron a la Sala Arrau del Teatro Municipal de Santiago.
Gilberto Ponce (CCA)
