IMPORTANTE ESTRENO EN LA FILARMÓNICA.
El séptimo concierto de la Temporada 2018 de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que dirigió Maximiano Valdés, acogió el estreno de una obra del compositor que es considerado por muchos como el más importante de la segunda mitad del S. XX y por cierto de las casi dos décadas del XXI, nos referimos a Krzysztof Penderecki quien revolucionó con sus obras -algunas que incluyen una nueva grafía- el mundo de música abriendo nuevos caminos a la composición, los otros autores incluidos fueron René Amengual y Johannes Brahms.
Con gesto claro y preciso Valdés dirigió el Preludio Sinfónico del compositor chileno René Amengual, obra que abrió el programa, esta es producto de un momento en el cual los compositores nacionales tomaron como parámetro la música francesa, no olvidemos que en la plástica ocurrió algo similar por gran la cantidad de pintores y escultores que fueron enviados a París en la primera mitad del siglo XX a completar su formación, la música no escapó a esta fenómeno, algunos fueron a Europa y quienes quedaron también bebieron del Impresionismo y sus variantes, no obstante existe un importante capítulo de compositores que se influyeron por la estética de Wagner. Claro está, y es justo decirlo que en todos los casos compositores y artistas pusieron su impronta personal en sus obras.
La hermosa obra que está muy bien orquestada y que a ratos recuerda otras de autores franceses en sus alusiones programáticas, recibió de Valdés y la Filarmónica una estupenda y transparente versión, la batuta destacó diálogos entre familias, cuidó el balance sonoro y el excelente sonido a que nos acostumbró la orquesta, obteniendo gran suceso, por ello recibió una calurosa acogida de parte del público.
Luego se escuchó el estreno en Chile de Resurrección el Concierto para piano y orquesta de Krzysztof Penderecki, obra que en su extenso y único movimiento nos entrega los pensamientos de su autor, luego de conocer los atentados a las Torres Gemelas en New York.
La maciza obra, conmueve profundamente en muchos momentos debido a que Penderecki, no se adscribe a un lenguaje estilístico predeterminado, bien sabemos de su eclecticismo lo lleva desde lo arcaico o gregoriano hasta lo más contemporáneo, pasando por otros estilos intermedios, y en este sentido el autor logra una cerrada unidad en la diversidad.
Luis Alberto Latorre el gran pianista chileno abordó con arrojo la parte solista, que tiene enormes dificultades técnicas, esto sin considerar lo rítmico en el ensamblaje con la orquesta, mostrando gran seguridad a lo largo de todo su desarrollo, pero sobre todo entregó toda la expresividad que la obra exige, sin duda este fue otro de los grandes éxitos de Latorre.
Valdés fue cuidadoso en mantener los equilibrios entre solista y orquesta, contando para ello con la complicidad de la orquestación de Penderecki que destaca nítidamente todo aquello que necesita, manejó todos los cambios de tempo y carácter con la sabiduría de alguien que ha dirigido la partitura en varias ocasiones con diversos solistas y orquestas.
La respuesta de la Filarmónica fue ejemplar, atenta y musical, transitando con naturalidad y hermoso sonido desde la disonancia a lo tonal.
Esa suerte de ostinato con que se inicia el que luego se repetirá en varias ocasiones en diversas combinaciones instrumentales es uno de los ejes de atención, lo otros están en las secciones intensamente emocionales, y en la introducción de un coral en los bronces, que bien puede ser alusión a la Escuela Veneciana, este incluso se duplica con tres trompetas que tocaron desde lo alto en uno de los palcos que circundan el escenario.
No creemos recordar una ovación más grande para una obra contemporánea, el público casi en estado de conmoción aplaudió sin cansarse la espléndida versión de Luis Alberto Latorre y Maximiano Valdés conduciendo a la Filarmónica.
La pregunta surge, porqué Penderecki se ejecuta tan poco en nuestro país, hace un par de décadas la Sinfónica estrenó varias de sus obras, entre ellas el Treno por la víctimas de Hiroshima y De Natura Sonoris, años más tarde el Concierto para viola y orquesta.
Creemos que tal vez la dificultad de las mismas, pero pensamos que nuestros músicos tienen ya la madurez como para enfrentarlas.
Finalizaron con una muy buena versión de la Cuarta Sinfonía en Mi menor, Op. 98 de Johannes Brahms,
Sin duda un concierto que será recordado por largo tiempo.
Gilberto Ponce. (CCA)