SOBERBIO ESTRENO DE PLATÉE DE RAMEAU EN RANCAGUA.
No sabemos que habría dicho Voltaire, luego de presenciar el estreno sudamericano de Platée, la ópera ballet de Jean-Philippe Rameau, en el magnífico Teatro Regional de Rancagua.
Como se sabe, el filósofo manifestó al asistir al estreno en Versalles, que la obra de Rameau era: “el espectáculo más detestable, jamás visto u oído”, tal vez en su seriedad no captó la ironía, así como la implícita burla crítica, que realiza a la nobleza (dioses en la obra), en su relación con las clases bajas (ninfas de Platée); lo cierto es que, el éxito que obtuvo en su estreno en París, se repitió en el tiempo, para luego por razones desconocidas caer en el olvido, hasta su rescate, durante el siglo XX. donde continúa su racha triunfal.
Son muchos los factores que convierten este estreno, en una coproducción chileno argentina, en un suceso, y de los mayores, el primero de ellos, que el director de escena, Pablo Maritano, fue capaz de trasladar la ópera desde el período barroco, hasta casi el siglo XXI, conservando sus características esenciales, recreando el falso refinamiento que vivía gran parte de la nobleza, en un mundo repleto de formas sociales, donde reverencias y besamanos eran de común ocurrencia, asimismo mantuvo la sensualidad que traspasaba toda la sociedad, la profunda hipocresía en el trato cotidiano, mostrando incluso, el desprecio por las clases inferiores; no olvidemos que, estos aspectos, entre otros, incuban, sin proponérselo, las causas de la Revolución Francesa.
Maritano mantuvo férreamente la unidad voces-música-danza, muy propia de la ópera ballet, que en Platée, se convierte en un ejemplo perfecto.
En este aspecto, fue fundamental el trabajo genial de Carlos Trunsky, que mantuvo las coreografías en el marco de lo barroco, con todos sus manierismos, introduciendo acertadas alusiones al ballet clásico y al baile contemporáneo, en una coherente unidad, como olvidar su recreación de los querubines de las esculturas, cuando cada uno de los bailarines queda solo por un instante, en pose de escultura, a trasero descubierto.
Trunsky maneja además los movimientos del coro, que además de cantar magníficamente, realiza movimientos coreográficos.
Muy unido al éxito de su trabajo está el estupendo trabajo en vestuario de María Emilia Tambuttii, quien vistió a los bailarines desde lo neutro, pasando por lo real hasta llegar a lo punk (las ninfas de Platée), siempre con buen gusto; del mismo valor fue el trabajo realizó con los cantantes, sin llegar jamás a lo grotesco, como pudo ser el caso del rol travestido de Platée.
La escenografía e iluminación de Patricio Pérez, de gran efectividad, incluyó detalles como un carro de golf y una grúa para la aparición y descenso de Júpiter, con simpáticas recreaciones del burro y búho, en que Júpiter se transforma para conquistar a Platée.
El marco musical, fue dado por la Orquesta Barroca NuevoMundo (Chile, con sede en Rancagua) y la Compañía de las Luces (Argentina), al que se agrega el Coro de la Compañía de Las Luces (Dir. Marcelo Dutto), quienes bajo la experta conducción de Marcelo Birman, sortearon magníficamente, todas las enormes dificultades de una partitura repleta de escollos y adornos de no fácil resolución.
El sonido orquestal, delicado o poderoso en sus sinuosidades, mantuvo siempre la expresividad, y dato no menor, su afinación fue excelente, considerando que ese tipo de instrumentos se desafina con facilidad.
En el reparto de cantantes, el chileno Alexis Ezequiel Sánchez, se posicionó definitivamente como uno de los grandes cantantes nacionales, con una carrera meteórica en el último tiempo, ahora realizó un trabajo de impresionante madurez, no solo en canto, salvando escollos de impresionante dificultad, pues su actuación fue de pasmosa perfección, no es para nada fácil, hacer un rol travesti, sin caer en la parodia, aún más transformó a su fea, ridícula e ingenua ninfa, en un personaje que conmueve y se quiere profundamente al final, cuando descubre, que ha sido objeto del más cruel de los engaños, por parte de los dioses, ninfas y sátiros (corte).
Al verlo con enorme seguridad en el escenario, daba la sensación, que el papel lo hubiese cantado muchas veces, y en verdad, esta era su primera vez.
Patricia Cifuentes, como Clarine, la ninfa sirviente de Platée, encarna además a La Locura, realizando en este último papel uno de sus más sobresalientes roles, tiene un aria de inauditas dificultades, y debe actuar pasando por los más diversos estados emocionales; con un dominio absoluto de su rol, maravilló en todo sentido.
El tenor argentino Pablo Pollitzer, fue Tespis en el Prólogo, y Mercurio en la farsa, con perfecto estilo, manejó vocalmente primero al borracho y luego al refinado e intrigante Mercurio, incluso se permite variar su forma de cantar en ambos roles, además se trata de un excelente actor.
Otro argentino fue Júpiter, se trata del barítono Norberto Marcos, a su actuación le concede la prestancia del dios, y vocalmente transita desde el dulce conquistador de Platée, hasta el casi vociferante, que trata de calmar a sus esposa Juno, presa de los más grandes celos; su escena conquistando a la torpe e incrédula Platée, fue de exquisita ironía.
Talía y Juno, los cantó con la calidad que nos tiene acostumbrados, la mezzosoprano chilena Evelyn Ramírez, a ello agregó sus dotes de actriz, su escena de celos ante Júpiter, creyendo cierta la boda de este con una ninfa, fue certera en gracia.
Patricio Sabaté, fue un Sátiro genial en el Prólogo, mientras dirigía a la compañía, que después danzará y cantará la farsa, posteriormente fue Citerón, papel que le permitió desarrollar todas sus condiciones vocales, y por supuesto las actorales.
Sergio Carlevaris, el barítono argentino, fue Momus, lo hizo con muy buena voz y divertidísimo, cuando intentaba retrasar la falsa boda, ya que Juno no aparecía para
rematar la farsa.
Acertada fue la soprano trasandina Soledad Molina, que cantó como Amor.
El público aclamó largamente la producción, ovacionando a todos, en particular a Alexis Ezequiel Sánchez, al final todos, incluida la orquesta despidieron a un público, al que le costará olvidar esta producción, que tal como lo cantan en el Prólogo, lograron que: «intentemos burlarnos donde quiera que estemos, riámonos del cielo y de la tierra, declaremos la guerra eterna al ridículo. ¡No se salvarán ni mortales ni dioses!»
Gilberto Ponce. (CCA)
Buenísima la crítica de una puesta en escena sólida!
Se agradecen los conceptos.