CONMOVEDOR ESTRENO DE KATIA KAVANOVA EN EL MUNICIPAL.
Con el emocionante y conmovedor estreno de Katia Kavanova de Leos Janacek, el Teatro Municipal de Santiago inauguró su Temporada de Ópera 2014, cuya función de estreno finalizó con ruidosas y merecidas ovaciones.
El teatro realizó otra de sus grandes apuestas, al estrenar otra ópera nueva en su escenario, aspecto que le ha significado grandes triunfos, por la seriedad y calidad, de sus propuestas.
Esta ocasión, no fue la excepción; una bellísima puesta en escena, debutando en la dirección teatral el joven y exitoso director cinematográfico Pablo Larraín, quien consiguió un importante éxito, el que pudo ser más sólido, si hubiera solucionado mejor, algunos de los movimientos de los personajes, pues les faltó una mayor coherencia dramática, para acentuar mejor algunas de las situaciones; no obstante, sí fue un logro, el recrear la angustiosa atmósfera que envuelve la ópera.
En su trabajo contó con excelentes aliados, como la austera y eficaz escenografía de Pablo Núñez, la dirección de arte y diseño digital de Cristián Jofré, la muy acertada iluminación de José Luis Ferruccio, el más que adecuado vestuario de Monserrat Catalá y la hermosa coreografía-pantomima de José Vidal, quien creó sugerentes imágenes, complementarias al desarrollo del drama.
En la parte musical, un elenco donde brillaron fuertemente algunos cantantes, y la sólida dirección de memoria de Konstantin Chudovsky; creemos que el director puso énfasis en lo duro y ascético de la tragedia, buscando objetivamente sonidos cercanos al expresionismo, por ello encontramos sonoridades secas, alejadas de lo “bello”, y solo en aquellos momentos en que se sugiere algo de impresionismo, o derechamente romanticismo, el sonido se torna más amable; del mayor interés, resulta el penetrante sonido del corno, en varios de sus diálogos con algunos de los solistas.
Muy breve pero con la calidad de siempre, el Coro del Teatro Municipal de Jorge Klastornick.
Katia Kabanova, se puede sintetizar en la tensión entre, el Deber Ser y el Deseo de la protagonista, con la consecuencia lógica, que aquellas acciones que premeditadamente toma, le llevarán inevitablemente al suicidio, pues al no soportar la culpa, revela su infidelidad ante todos.
Asimismo, el ambiente que la rodea es morbosamente sórdido; su suegra, Kabanija es una especie de mantis religiosa, que no solo domina y reprime a su hijo, también a Katia, exigiendo de los demás conductas irreprochables, al tiempo que, no duda en hacer ostentación de su amante Dikoi -seguramente en virtud de su calidad de viuda-; su hijo Tijon es un simple pelele de su madre, que incluso asegura no importarle la infidelidad de su esposa Katia, mientras que Boris que se convertirá en amante de Katia -sin luchar mayormente por ese amor-, es humillado por su tío Dikoi, algo que acepta sin remilgos, en espera de la herencia que recibirá; Varvara la hija adoptiva de los Kabanov, odia a Kabanija y oficia de Celestina con Katia y Boris; tal vez el único sano, sea Kudriash el profesor, que solo trata de vivir la vida, lo mejor posible, gozando de su relación con Varvara.
El ambiente, sofocante a ratos, fue recreado en un cubo abierto, sobre el que se proyectan imágenes de gran belleza, tanto de las orillas, como del lento fluir del Volga, así como de los vastos campos, bosques y montañas, con los cambios de luminosidad correspondientes; muy hermoso y mágico fue el bosque, con luciérnagas incluidas, tanto como la transición al rojo en el piso, cuando Katia y Boris se convierten en amantes en el jardín de los Kabanov.
Un contraste total, se muestra en al casa Kabanov, que nos remite a las secuencias finales de 2001 Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, con su piso luminosamente blanco, allí en un ambiente frío, la suegra reprenderá duramente a Katia, antes de recibir a su amante Dikoi, con un el consiguiente cambio de iluminación.
Creemos que el suicidio, pudo ser mejor resuelto aprovechando las aguas de las proyecciones, y el rostro de Katia sumergiéndose, proyectarlo solo al fondo y no en primer plano, pues impide observar las reacciones de los personajes.
La Pantomima-coreográfica de José Vidal, con esos ciervos que insinuaban claramente las tensiones sexuales, que provocan el adulterio, y que envuelven a Katia, Tijon y Boris, complementan adecuadamente los preludios e interludios, siempre con discreción y buen gusto.
La soprano Dina Kuznetsova, fue una extraordinariamente emotiva Katia Kabanova, matizó con sutileza los diversos estados emocionales por los que cruza la protagonista, su voz se presta magníficamente para el personaje; fue certera en su ambivalencia de sentimientos, haciendo creíble y querible su personaje, su monólogo final fue sobrecogedor.
Susanne Resmark la mezzosoprano sueca, encarnó a Kabanija, la destestable suegra de Katia, mostró una voz poderosa e inquisidora, en un personaje que no tiene dobleces, es brutal de principio a fin, incluso con su amante, su caracterización fue arrolladora.
El pusilánime Tijon, hijo de Kabanija, no tiene mayores oportunidades de lucimiento vocal, salvo en el dúo con Katia y en la escena final, haciéndolo con prestancia.
Excelente en lo vocal y en actuación estuvo Alexander Teliga el barítono polaco como Dikoi, el borracho amante de Kabanija, mientras que, Steven Ebel que actuó como Boris, mostró una voz insuficiente en muchos pasajes, siendo lo mejor su dúo con Katia.
Evelyn Ramírez la mezzosoprano chilena, cantó con gran y hermosa voz, el rol de Varvara la hija adoptiva de los Kabanov.
Kudriash el profesor fue cantado por el tenor turco Tansel Akzeybek, con gran soltura en actuación y con hermosa y poderosa voz, su canción popular fue un remanso encantador en medio de las turbias intrigas.
Claudia Lepe, Lina Escobedo y David Gáez, todos chilenos, completaron con gran solvencia y estupendas voces.
Un estreno que debe enorgullecer al Teatro Municipal, porque se saldó una deuda con una gran ópera, y con resultados muy satisfactorios, para una obra de alta complejidad.
Gilberto Ponce. (CCA)