PERFECCIÓN MUSICAL HOLANDESA.
Un banquete musical, recibió como regalo el publico que asistió al séptimo programa de la Temporada Internacional Fernando Rosas, de la Fundación Beethoven; a cargo del sensacional conjunto holandés “Ensemble Caméléon”, sexteto de cuerdas de excelencia absoluta.
Su perfecta técnica y afinación perfecta, hacen creer que se escucha una grabación, tanto es su afiatamiento, fraseo, balance y articulaciones.
Son una verdadera máquina de relojería, en las filigranas, ataques, cortes y respiraciones perfectas, entregando un sonido cálido, pastoso, poderoso o sutil, en una demostración apabullante de musicalidad.
Cúmulo de perfección no comprendido por un grupo de personas del público, que haciendo gala de enorme mala educación, se pusieron de pie, despidiéndose de sus amistades, para correr a hacer la fila para el ascensor que conduce a los estacionamientos, todo eso mientras aquellos que realmente gozaron del espectáculo, no se cansaban de aplaudir.
Actitud fue percibida por los artistas, que decidieron retirarse, privando a los entusiastas la posibilidad de escuchar al menos un encore.
¡Y después nos quejamos, que nos traten de subdesarrollados!; sin duda en cultura tenemos mucho camino por recorrer.
Categorizar a sus integrantes, es un ejercicio inútil, son solistas del más alto nivel y su grandeza consiste en no pretender sobresalir sobre el resto, para ellos, el objetivo es hacer música de cámara de excelencia, y simplemente la buena música de cámara es precisamente eso, la búsqueda de la mejor interpretación posible; claro está, nada de esto es gratuito, porque sin duda alguna, sus versiones se encuentran avaladas por un cuidadoso estudio, que les permite encontrar el balance justo, la inflexión exacta y una expresividad natural.
Por ello es que son certeros en el estilo de la obras que interpretan, así se apreció en las tres obras del programa que presentaron.
Partieron con el Quinteto en Do mayor, para dos violines, dos violas y dos chelos ( en el programa se anunció el en Re mayor) de Luigi Boccherini, en cuyo primer movimiento de carácter solemne ya envolvió de magia a los asistentes; que manera de manejar las disonancias que se abren al tema principal, desde el sutil pianissimo hasta el expresivo forte.
Su segundo movimiento fue en extremo elegante y gracioso, dejando traslucir una cierta cercanía a lo español en su vitalidad.
Gran claridad se apreció en los elementos polifónicos del tercero, mostrando un arco dinámico perfecto. Enorme fue la progresión que da inicio al cuarto y final, que exige un virtuosismo brillante, aludiendo nuevamente al carácter español.
No podemos dejar de señalar el virtuosismo abrumador del primer violín, en este caso Joris van Rijn.
Seguidamente interpretaron el Quinteto Op. 29 para dos violines dos violas y chelo de Ludwig van Beethoven, obra que responde muy bien a los patrones del clasicismo del primer período de su autor.
Este ya se reflejó en el “canto” en las melodías de los violines, tanto como en el manejo de los contrates. El Adagio que le sigue, mostró un exquisito manejo de las progresiones dinámicas,en la sección central mostraron un leve cambio de carácter, acentuando la expresividad, el final del movimiento dejó suspendido a los asistentes.
El Scherzo lo llevaron con gracia lúdica, destacando las musicales acentuaciones, sin perder jamás la claridad temática.
El Presto final, fue de enorme virtuosismo y de gran calidez sonora, este recuerda el tema final del Triple Concierto del mismo Beethoven.
El genial final arrancó enormes ovaciones.
Finalizaron con una de las obras más hermosas de Johannes Brahms, su Sexteto Nº 1 Op. 18 para dos violines, dos violas y dos chelos, obra de un romanticismo exacerbado, que muestra toda la potencialidad de Brahms en la música de cámara.
El manejo de la polifonía en esta obra es soberbio, exigiendo de sus interpretes cotas de interpretación superiores; este aspecto junto a otros, hacen de este sexteto una de las obras más codiciadas por cualquier conjunto, en particular por los desafíos de toda índole que ofrece.
El poder entrar en el espíritu de la obra, hace la diferencia entre una buena versión y otra que llega poco más allá de una buena lectura, en este caso estuvimos ante una de las mejores versiones que hemos escuchado, logrando conmover, en especial en el Andante moderato.
Secciones tratadas a la manera del lied, de limpia expresividad, junto a otras profundas y dolorosas, contrastadas con aquellas de gozo jubiloso, como en el tercer movimiento.
La vitalidad y acercamiento a lo popular del cuarto, y el manejo musical de las tensiones, fueron un lujo de escuchar.
Sin duda una de las grandes visitas de este año.
Gilberto Ponce. (CCA)