EMOTIVO CONCIERTO EN HOMENAJE A FERNANDO ROSAS.
En la Basílica de La Merced, se realizó un emotivo concierto, en homenaje, a una de las figuras más importantes de la música en Chile, hablamos de Fernando Rosas, quien como director de orquesta y gestor cultural, realizó una gigantesca labor, que cada vez es más apreciada y comprendida, razón que nos hace afirmar, que fue una de esas personalidades que han marcado rumbos en la vida cultural de nuestro país.
Mencionemos solo dos de ellas; su trabajo como Director del Departamento y Escuela de Música de la Universidad Católica, cuya Escuela de Pedagogía, lamentablemente desaparecida, seguirá siendo un referente, el otro, la creación de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, tal vez, el hecho más trascendental para el desarrollo cultural chileno, muestras mínimas de la infinidad de iniciativas que encabezó.
El programa, constó de dos partes, en la primera se escucharon fragmentos, de las obras interpretadas en el primer programa de la Orquesta de Cámara de Chile, también fundada por Rosas, las que ahora fueron dirigidas, en espléndida forma por Paolo Bortolameolli, y en la segunda se escuchó el estreno del Réquiem para Fernando Rosas, del director y compositor José Luis Domínguez; en ambas partes participó la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil.
Como dijimos, la talentosa batuta de Paolo Bortolameolli, dio inicio al homenaje, interpretando en primer lugar, el Alla Hornpipe de la Suite Música de Agua de Georg Friedrich Haendel, obra que mostró una de las constantes del programa; el hermoso y musical sonido de esta orquesta juvenil, pensamos que la versión, tuvo un enfoque cuidadoso, aunque más bien alejado del estilo barroco, no obstante destacaremos los estupendos contrastes de la segunda sección.
Luego, vino una conmovedora versión del primer movimiento de la Sinfonía Inconclusa de Franz Schubert, en ella Bortolameolli mostró ampliamente toda su potencialidad en el podio; certero estilo, fraseos e intencionalidades de extrema musicalidad, en un arco expresivo desde a primera a la última nota, encontrando en la orquesta un instrumento, que se integró totalmente a su visión.
Estupendas las maderas en el tema central, hermoso el “canto” de los chelos y violas, sólidos los bronces, mientras que toda la cuerda tocó con exquisita finura.
La expresividad, fue lo que marcó la versión del hermoso Andante para cuerdas de Alfonso Leng, aquí el director lo enfocó a la manera romántica, con pulso ágil y musical, resaltando los contrastes dinámicos, en una excelente interpretación.
El archiconocido Vals de la Flores del ballet Cascanueces de Piotr Ilich Tchaikovsky, cerró la primera parte, obra en la cuesta muy poco caer en lo banal, sensiblero y de mal gusto, ahora nos encontramos con una versión que rescató lo mejor de la partitura, con sensibles contrastes dinámicos y de carácter, logrando una excelente respuesta de la Sinfónica Juvenil, que se veía complacida de los certeros gestos de Bortolameolli, por ello no fue extraña, la gran ovación que recibieron los intérpretes.
Creemos del mayor interés, el que este joven director, vuelva a ocupar el puesto de director invitado, porque se evidenció, una mutua y feliz retroalimentación.
José Luis Domínguez, director de Sinfónica Nacional Juvenil, y residente de la Filarmónica de Santiago, incursiona también en la composición, hace un tiempo, escribió la música de ballet, El Zorro, y ahora estrena, este Réquiem para Fernando Rosas, junto a su orquesta, el Coro Crecer Cantando, de notable desempeño, y que dirige Víctor Alarcón, junto a dos solistas, la soprano Patricia Cifuentes y el barítono Patricio Sabaté.
La obra, es una especie de collage de estilos, utiliza partes de la misa de Réquiem, agregando textos poéticos de Fernando Rosas, y Álvaro Gallegos, traducidos al latín; a lo largo de ella alude a varios compositores y estilos, que le otorga atractivo, pero la convierte en una obra muy abierta y en momentos desconcertante, además Domínguez utiliza una característica, utilizada en su ballet El Zorro, incorporar una gran cantidad de clímax, algunos en este caso, algo descontextualizados, como fue el uso excesivo de fortissimo con percusiones y bronces, en partes donde el texto no señala esa intención.
La sensación que nos deja la obra, es el de una banda sonora para el cine, porque algunos de sus elementos, son bastante programáticos.
Estas -para nosotros-, debilidades, se contrastan, con otras partes de gran factura e inspiración, como aquella semi-aria para barítono –a nuestro parecer, lo más bello de la obra-, donde Patricio Sabaté, mostró sobradamente los motivos, que lo señalan como uno de los mejores cantantes de su cuerda; asimismo destacaremos varios fragmentos para el coro, como el Kyrie, el fugato del Dies Irae y su progresión dinámica de enorme interés, o bien aquellas partes atonales que fluyen hacia lo tonal, de gran efectividad y sentido dramático.
Creemos que la orquestación, contrasta momentos muy bien resueltos, con otros algo descuidados, como aquella parte donde cantó muy bien Patricia Cifuentes, de exceso en tesitura grave, desdibujando el texto, o cuando la hace cantar agudos -algo de enorme facilidad para esta soprano-, mientras aplica un fortissimo de toda la orquesta, que impide escucharla plenamente.
El destacado tratamiento, que Domínguez otorga a los chelos, muestran algunos de sus momentos más inspirados; nos parece que en general, la emoción por el homenaje, superó al maestro Domínguez, haciéndolo incurrir en algunos excesos dinámicos, que le restan continuidad dramático musical.
En todo caso, alabamos el profundo significado, tanto como la concreción de una nueva obra sinfónico coral, que amplía el repertorio musical.
Gilberto Ponce. (CCA)