EL VIOLÍN DE LORENA.

SOBERBIA LORENA GONZÁLEZ.

No cabe la menor duda, que el último concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Chile en su Temporada 2012, será recordado particularmente por la magnífica versión que del Concierto para violín y orquesta, en Re menor Op. 47 de Jean Sibelius, ofreció la violinista nacional Lorena González.

Lorena a su estupenda figura, agrega apabullante musicalidad, que se sostiene en su gran técnica, afinación impecable, intuición y sobrado talento.

Lorena González. foto revistag

Este concierto, favorito de las grandes, fue interpretado hace poco en nuestro país por la mundialmente famosa Sara Chang, en una muestra de sobresaliente técnica, razones por las que deslumbró, por ello, para muchos que escuchamos a Chang y conociendo las virtudes musicales de Lorena, esperábamos impacientes su versión.

Lorena superó con creces cualquier expectativa, su versión conquistó desde su primera entrada, en particular por la extraordinaria expresividad con que salvó el sinfín de dificultades que la obra plantea.

Tal como dijimos, una vez salvadas las múltiples dificultades técnicas, es imprescindible entrar en el meditativo, melancólico y a veces desgarrado carácter de la obra, algo plenamente logrado en esta oportunidad, debido a que Lorena no realizó un acercamiento intelectual a la obra, su versión fue visceral, sus movimientos de brazos complementados con la expresión de su rostro, reflejan todo el sentimiento del que es capaz.

José Luis Domínguez. foto visionescriticas

Nada de lo anterior se puede conseguir, si no se cuenta con un acompañante acorde con la intencionalidad de la solista, y así lo fue José Luis Domínguez, quien junto a la sinfónica, dieron lo mejor de sí acompañando a uno de los suyos.

Jean Sibelius. foto nytimes

Sibelius plantea dificultades muy grandes a la orquesta y al director, y su resolución puede marcar la diferencia entre una buena lectura, y otra como ocurrió, donde se plasme todo lo que propone el autor.

Lorena es dueña de un hermoso sonido, poderoso y sutil que maneja a la perfección,  permitiendo siempre su audición independiente si la orquesta toca forte o piano.

Domínguez no solo mostró conocer en profundidad la obra, evidenció además un gusto particular por ella, factor fundamental en su estupendo acompañamiento; destacaremos la correspondencia de carácter de los diálogos con el violín, y el como logró hacer brillar la orquesta en sus partes independientes.

Lorena González. foto emol

Difícil categorizar cual de los movimientos fue mejor, en una versión que será recordada por largo tiempo.

Juan Quinteros. foto artes.uchile

La función se había iniciado con “IO” del joven compositor chileno Juan Quinteros, su título alude a uno de los satélites de Júpiter, cuya característica es su inestabilidad geológica producto del campo gravitacional del planeta; Quinteros realiza una buena descripción musical de los fenómenos ocurridos en su superficie, mediante una original mezcla de timbres y colores instrumentales, con permanentes contrastes dinámicos y expresivos, donde mínimas secciones melódicas se alternan con otras de índole rítmica.

El inteligente uso de los recursos y la extensión justa de la obra, hace que el auditor no pierda interés, y por supuesto al contar con la muy buena conducción que realizó Domínguez.

El concierto concluyó con la Sinfonía Nº 1 en Do menor, Op. 68 de Johannes Brahms, en una versión más emocional que pulcra, en la que algunos de los necesarios balances sonoros, no se manifestaron de la debida forma.

Johannes Brahms joven. foto classicmusic

Excelente fue la introducción del primer movimiento en cuanto a carácter, y en su progresión dinámica, luego en el desarrollo estupendos solos del oboe y el clarinete, se contrastaron con fragmentos de afinación poco precisa.

En el segundo movimiento las cuerdas mostraron un hermoso y expresivo sonido, tanto como el corno y violín solistas.

El tercero logró un estupendo carácter, aunque el enfoque en general lo catalogamos de peligrosamente duro.

Sonido crudo en muchos pasajes, pero con el más ajustado carácter fue el cuarto movimiento, con gran participación de los bronces, solos notables como el de la flauta, que ratifican una versión en la predominó la fuerza y carácter por sobre la pulcritud.

Este concierto evidencia, los firmes pasos que José Luis Domínguez continúa dando en el difícil campo de la dirección, ahora parte a Europa, dirigiendo a Orquesta Nacional Juvenil, empresa en la que le deseamos el mayor de los éxitos.

Gilberto Ponce. (CCA)

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