DER KAISER VON ATLANTIS, UN VIAJE AL CENTRO DEL ASOMBRO.
De importancia capital en el ser humano, es su capacidad de asombro, el que desde siempre ha sido uno de los motores de la historia, ya que, el asombro tanto como los cuestionamientos, son parte de la energía que mueve a las sociedades.
Y es, a partir de esta premisa que nos permitimos analizar, el estreno de la ópera de cámara “Der Kaiser von Atlantis oder die Tod Verweigerung” (El Emperador de la Atlantida o La Muerte Abdica) de Viktor Ullmann, que con textos de Pter Kien, se estrenó en el Centro de Extensión de la Universidad Católica.
El asombro es doble, no solo por la belleza de la partitura y los textos, también lo es por la puesta en escena de Miryam Singer, que con los recursos utilizados, logra que los espectadores se conviertan en parte del drama que presencian.
La propuesta no permite la indiferencia, debido a la arrolladora fuerza del espectáculo ofrecido por este grupo, compuesto en su mayoría por artistas jóvenes.
“Der Kaiser von Atlantis”, se estrenó en el Campo de Concentración de Terezin, el mismo que paradójicamente, pretendía ser un espejo, que “reflejaba” la supuesta realidad de los judíos, en los campos de concentración, pues según la propaganda nazi, se trataba de ciudadelas donde el arte florecía, provocando bienestar en sus habitantes.
Esta realidad distorsionada, fue intuida por la sensibilidad de Ullmann y Kien, creadores de la obra, es así como este “Kaiser” se convierte en una metáfora de los excesos, a que puede conducir el poder; llegándose al absurdo, que la “Muerte” hastiada de su trabajo, en interminables guerras, decide abdicar, no cumpliendo su rol, provocando el desajuste social, que el Kaiser, no puede tolerar.
Son muchas las cuestiones planteadas; el deseo de la Muerte que provoca, la ausencia de esta, nostalgia que tal vez la intuye como liberadora, y entonces surge la pregunta, ¿presintieron autores y elenco, que posterior al estreno, serían llevados a su propia muerte, en Auschwitz?
Es así que estamos frente a una obra, que plantea una cuestión Ética, entrelazada con la Estética, transformándola en una obra de Arte superior.
El eclecticismo de la música de Ullmann, universaliza más aún el problema, al pasar del expresionismo, al atonalismo, con fuertes alusiones a Mahler, miradas a la música de cabaret en la Alemania de esos tiempos, hasta sorprendiendo con la inclusión de un “Coral” luterano en las dramáticas escenas finales.
Las escenas están unidas por un sutil hilo que une la locura del poder, y la posibilidad de la salvación a través del amor.
Ullmann, traduce en forma perfecta los textos de Kien, en esta especie de gran fresco de la sociedad inmersa en el nazismo. La aguda percepción de los creadores, crean una síntesis asombrosa de uno de los momentos más oscuros de la humanidad.
Miryam Singer, creó el diseño escenográfico, vestuario, iluminación, y dirección audiovisual, además con la régie, transformándolo en un sólido universo expresivo, al utilizar todo el enorme Salón Fresno del Centro de Extensión, siendo su eje la Orquesta de Cámara en el centro del mismo, en los extremos ubicó cinco escenarios, y cerca de la orquesta, ubicó colgando desde un columpio a otro personaje, todo sumado a diez pantallas, que colgando en diferentes direcciones –para que el público las viera sin problemas-, proyectaban escenas alusivas y la traducción de los textos; en este aspecto, pocas veces hemos visto una coordinación, tan perfecta.
El vestuario hermoso y atrayente, por sus contrastes de color, resaltado por la iluminación.
La amplificación de las voces de los cantantes, fue tan ajustada, que muchas personas pensaron que no existía.
La dirección musical estuvo en manos de Francisco Rettig, quien mostró un conocimiento absoluto de la partitura, que le permitió adentrarse en las claves internas de la obra; su gesto sensible, condujo a la Orquesta de Cámara UC, logrando una sobresaliente respuesta de los jóvenes músicos.
Pablo Oyanedel, fue un espléndido Kaiser, en lo vocal y
actoral, su monólogo final, fue conmovedor, el contrapunto estuvo en las magníficas actuaciones de David Gáez como la Muerte, mostrando gran despliegue vocal, y en Leonardo Pohl como Arlequín, en una gran presentación.
Hierático y convincente en su rol de “Parlante”, estuvo Eduardo
Jahnke; Andrea Aguilar desde la difícil ubicación en el columpio, perfiló a Tromler con prestancia y estupenda calidad vocal, el dúo compuesto por Paulina González e Iván Rodríguez, como Bubikopf y el Soldado, que son una pequeña luz en medio de la tragedia, fueron extraordinariamente convincentes, ella sorprendió además con su facilidad en tesitura.
Un complemento emotivo, fueron los cuatro actores, que
representaron a los prisioneros.
Fundamentales en el éxito, fueron los encargados de la Realización Audiovisual, del sonido, vestuaristas, escenografía y tramoya, que pertenecen al sólido equipo que trabaja con Miryam Singer en sus producciones.
Una magnífica propuesta, que será difícil de olvidar, pues tuvo la virtud de convertir a los espectadores, en parte del drama que presenciaban.
Gilberto Ponce (CCA)