ENSAMBLE CAMÉLÉON TRIUNFA EN LA BEETHOVEN.
El Sexteto holandés de Cuerdas “Ensamble Caméléon” volvió a presentarse luego de cinco años en la Temporada Internacional Fernando Rosas, que anualmente organiza la Fundación Beethoven.
La agrupación se caracteriza por el sofisticado y heterogéneo repertorio que abordan, abarcando diferentes estilos, formas y autores, en el que triunfan gracias a la contundencia musical de sus integrantes, en esta visita volvieron a sorprender y cautivar a un público que no dudó en manifestar su admiración en cada obra que presentaron.
Sus integrantes son los violinistas Joris van Rijn y Sonja van Beek, los intérpretes en viola Joost Keizer y Joël Waterman, Johan van Lersel y Floris Mijnders en violoncello, y el contrabajista Wilmar de Visser que se alternaron en los dos quintetos que interpretaron, tanto como en la Sinfonía de Beethoven que ocupa un sexteto de cuerdas.
El hermoso y lírico Quinteto de cuerdas en Do mayor de Luigi Boccherini, con el que iniciaron su presentación dio cuenta desde los primeros compases la belleza de sonido que caracterizó toda su presentación, agreguemos la solidez de fraseos y articulaciones que son el medio para lograr una precisa expresividad, este Quinteto otorga al primer violín un cierto predominio, pareciendo a ratos violín acompañado por el resto, no obstante la sobriedad de Joris van Rijn le dio la presencia y elegancia justa en su primer movimiento.
Carácter un tanto popular posee el Menuett que sigue, el que interpretado con gracia galante, el Grave su movimiento lento, muestra algunas audacias armónicas que acentúan su oscuridad, fue interpretado con extrema expresividad.
El Rondó allegro con moto que finaliza permitió al chelista Johan van Lersel mostrar todo su virtuosismo en un movimiento chispeante cercano a la danza, virtuosismo que fue replicado por el resto, cerrando brillantemente la obra.
En un drástico cambio estilístico pasaron enseguida a interpretar el Quinteto en Mi bemol mayor, Op. 97 de Antonin Dvorak, que mostró mayor peso sonoro y expresivo, en un juego dinámico exquisitamente afiatado, el final del primer movimiento sorprendió por la sutil belleza del pianissimo.
El Allegro vivo que sigue fue virtuosamente ligero, con logrados fraseos y estupendo contrastes dinámicos, el trío del movimiento dio lugar a que el violista Joos Keiser mostrara un hermoso canto acompañado por el pizzicato del resto.
Una serena expresividad que recuerda al movimiento lento de la Sinfonía del Nuevo Mundo, es el inicio de la tercera parte Larghetto, que podemos comparar a un Nocturno donde las diferentes voces fluyen con inusitada belleza.
El Finale Allegro fue un lujo en progresiones, donde mostraron toda su capacidad como virtuosos intérpretes.
Durante el Romanticismo fue habitual que muchas grandes obras tuvieran transcripciones para grupos pequeños, para así poder interpretarlas en la intimidad de los salones, es el caso de la versión para sexteto de cuerdas de la Sexta Sinfonía Pastoral de Ludwig van Beethoven, que fue la obra con que finalizaron el concierto.
La adaptación corresponde al organista y compositor alemán Michael Gotthard Fischer, quien la realizó en 1809, sorprendiendo por su gran habilidad para suplir la instrumentación original, ya que los timbres de maderas, bronces y percusión son reproducidos con mucha cercanía por el sexteto de cuerdas.
Alguien podrá objetar que se presenten grandes obras en esta combinación, pero creemos que es un aporte al conocimiento del como se practicaba la música en los salones del romanticismo, y si además estos arreglos tienen la calidad de este, nos parece sin duda instructivo; como no maravillarse del diálogo de las aves del segundo movimiento o el fluir del arrollo, o bien como soluciona la tempestad de verano y la acción de gracias del final, el público ovacionó la estupenda versión que ratificó la excelencia del Ensamble Caméléon.
Gilberto Ponce. (CCA)