ARROLLADOR TRIUNFO DE EUGENIO ONEGIN EN EL MUNCIPAL.
Uno de las coreografías más exitosas de John Cranko, Eugenio Onegin con música de Tchaikovsky, fue remontada luego de varios años por el Ballet de Santiago, que dirige Marcia Haydée, con el plus de tratarse ahora de una nueva producción, a cargo de Pablo Núñez.
Núñez ha mostrado siempre exactitud estilística, pero sobre todo buen gusto, sin descuidar nada que no redunde en belleza; una vez más estos patrones se repiten, y tanto que en todas las funciones, el público aplaude espontáneamente al abrirse el telón en el último acto, este gran logro escenográfico se complementa con el hermoso vestuario del mismo Núñez, y la acertadísima iluminación de José Luis Fiorruccio.
En este marco se desarrolla la frustrada historia de amor de Tatiana, quien enloquece de amor por Eugenio Onegin con solo conocerle, recibiendo solo desdén de parte de él, pero años más tarde, cuando ella ya se ha casado, este vuelve a pedir su amor, pero ahora es ella quien lo rechaza.
Lo anterior refleja uno de los desafíos que presenta este ballet a sus intérpretes, quienes no solo precisan de la exigente técnica requerida por Cranko, además deben transitar por diversos estados emocionales de sus protagonistas, que corresponden originalmente a la obra de Aleksandr Pushkin, sobre la que luego Tchaikovsky escribiera su famosa ópera, que posteriormente sería convertida en ballet.
Por cuestiones argumentales, en cada acto existen escenas para todo el cuerpo de baile, en ellas cada integrante no solo mostró estupenda técnica, también disciplina, expresividad y sentido de grupo; gráciles ellas en la fiesta campesina, al tiempo que ellos fuerza y desplante popular, posteriormente en las escenas aristocráticas, el conjunto dio cuenta de la elegancia requerida.
La sabiduría de Marcia Haydée, la ha llevado a ofrecer oportunidades a una serie de talentosos bailarines emergentes, que actúan junto a los consagrados, experiencia enriquecedora que aportará al buen futuro de la compañía, una de las más prestigiosas de América.
Tuvimos ocasión de ver a dos elencos, de los tres bailaron la serie, y creemos que es de suma importancia el que además de respetar el trazado coreográfico, se permitiera por parte del repositor Filip Barankiewiez, que los bailarines pusieran su impronta de personalidad.
El primer elenco lo encabezó Rodrigo Guzmán, Primer bailarín estrella de la compañía, en el rol de Onegin, él poseedor de un técnica perfecta y un gran carácter, le otorgó a su papel vigorosa personalidad, resaltando la indiferencia ante Tatiana, aunque sin mayor pasión en el sueño de ella, luego aguerrido y violento en la escena del reto a duelo, no obstante en el último acto, creemos que fue demasiado concreto, y poco sutil en su desesperación ante el rechazo de Tatiana; sin duda su personalidad y corporalidad apuntan a personajes fuertes en los que triunfa sin contrapeso. En todo caso, las apreciaciones en nada disminuyen el suceso conseguido.
Tatiana fue la Primera bailarina estrella Andreza Randisek, quien a su belleza natural, agrega una enorme gama de matices emocionales, todo con su grácil y perfecta técnica, creando un personaje entrañable, que va desde la ingenua indiferencia el inicio, la perturbación al conocer a Onegin, a una inquietante duda antes de escribir la carta donde declarará su amor por Onegin, para ser apasionada en la escena del sueño, así como desgarrada en la escena del duelo, posteriormente contenida en su dignidad, al rechazarlo, para continuar fiel a su matrimonio con Gremin, su esposo.
Como Lensky, bailó en reemplazo del titular que se lesionó, el joven Gustavo Echevarría, convirtiéndose en una verdadera revelación, pues posee una natural presencia escénica, y a su técnica suma grandes dotes de actor; como partenaire una pequeña duda al inicio, se convirtió en seguridad en el desarrollo, dando brillo a sus pas de deux y destreza a sus solos, la ovación que recibió al final, fue en reconocimiento a sus virtudes como gran promesa de la danza.
Katherine Rodríguez fue Olga, creemos que su talento fue fundamental, como apoyo a Echavarría, pero además creó un personaje con todos los matices necesarios, propios de la hermana mundana de Tatiana; dichosamente enamorada en el primer acto, coqueta cuando baila con Onegin, quien desea mostrar su poder seductor, irritando a su amigo Lensky, para luego desesperada durante el reto a duelo, y desolada en el duelo mismo, ante la muerte de Lensky.
Gremin que bailó Miroslav Pejic, fue asumido con todo el señorío del noble que se convertirá en marido de Tatiana.
Francisca Moya y Marta Hertz, muy acertadas en sus roles de Madama Larina, la madre de las protagonistas y como la Nodriza respectivamente.
José Luis Domínguez, dirigió a la Filarmónica de Santiago, en los arreglos de varias obras para piano y orquestales de Tchaikovsky, logrando buen sonido de la orquesta, con pocos aunque notorios desajustes, no obstante en la función con el otro elenco, se le vio más seguro, con pocos momentos débiles, por ellos creemos que logró un sólido y reconocido éxito.
El segundo elenco lo encabezó el Primer bailarín José Manuel Ghiso, dando muestras de toda su potencialidad técnica, pero más importante aún, fue capaz de perfilar un personaje que abarcó gran cantidad de matices, desde el frío e indiferente dandy del comienzo, hasta cuando increpa casi burlándose de Tatiana, debido a la carta que esta le enviara; luego ardientemente apasionado en el sueño de Tatiana, tanto como arrogante en la fiesta donde coquetea con Olga; posteriormente dubitativo antes del duelo con su amigo Lensky, como desolado cuando lo mata, por último perplejo ante el rechazo de Tatiana, cuando la quiere reconquistar.
Brillante estuvo Natalia Berríos la Primera bailarina estrella, como Tatiana, bien sabemos que en ella corporalidad y expresividad se conjugan, por eso dotó a su personaje de una rica gama de matices, desde la inocente adolescente que se deslumbra al conocer a Onegin, para luego mostrar sus inquietantes dudas en la escena de la carta, y en el sueño destapar su sensualidad; desolada en su frustración al ser rechazada por Onegin, y luego desconcertada ante el coqueteo de Olga con Onegin, para después mostrarse desolada y angustiada en el duelo; muy importante en expresividad fue la escena final donde apenas aparece una duda, antes de rechazar definitivamente a Onegin.
Lensky lo bailó el joven Emmanuel Váquez, mostrando un buen desarrollo técnico, perfilando elegantemente a su personaje, por ello solo en el reto a duelo, le vimos más expresivo, aunque reconocemos que en la escena previa al duelo, logró conmover.
María Lovero, fue una expresiva Olga, contrastando estupendamente sus emociones en la escena del baile con Onegin, y bastante desgarrada en el duelo.
El resto de los personajes, fueron los mismos del elenco anterior, y rindieron en forma sobradamente profesional.
Los entusiastas y extensos aplausos hicieron justicia a una función que satisfizo ampliamente las expectativas del público que llenaba el Municipal.
Gilberto Ponce. (CCA)