LA MAGIA SONORA DE THOMAS SANDERLING.
Sin lugar a dudas, que la visita del maestro Thomas Sanderling, como director invitado de la Orquesta Sinfónica de Chile, se convertirá en uno de las grandes eventos musicales del año.
Sanderling, ha logrado de la orquesta un sonido homogéneo y de enorme belleza, muy desacostumbrado, considerando los inconvenientes acústicos del teatro Baquedano, haciéndolo con gran musicalidad y certero en estilo, logrado a través de gestos claros, precisos, y con ausencia total de cualquier aspaviento.
Este resultado revela su acucioso trabajo en ensayos, pues sin duda, ha conseguido que cada músico escuche, no solo a sus vecinos, también al resto del conjunto, obteniendo con ello, diálogos de fraseo impecable.
En él, jamás se producen desbalances, cada familia suena de acuerdo a lo señalado en la partitura, y cada instrumento se transforma en un engranaje de un mecanismo, que linda en la perfección.
El público ha reconocido ampliamente cada uno de sus méritos, exteriorizándolo con grandes ovaciones, a las que se ha agregado la orquesta.
Para culminar su última presentación, en nuestro país frente a la Sinfónica, se escuchó una espléndida versión de la hermosa, y no menos difícil Sinfonía Nº 1 en Mi menor, Op. 39 de Jean Sibelius.
Obra que requiere, de un conocimiento profundo del espíritu que la anima, tanto como de una preparación, que sortee todas las dificultades dinámicas, de carácter, tanto como las rítmicas, que abundan en ella.
La obra, no pretende ser descriptiva, no obstante, su contenido dramático, invita a la asociación de situaciones e imágenes, que se presentan en permanente contraste, que bien podría asimilarse a luz y sombra, pasión y serenidad, atravesadas por una melancolía que se transforma en una constante; estos estados de carácter emocional, obligan a un control de la expresividad, cuyos desbordes, muchas veces están contenidos, y es en esta contención y desbordes donde triunfa plenamente Sanderling, logrando una versión que deslumbra de comienzo a fin, por la perfección del arco dramático.
No podemos dejar de alabar el sólido y musical trabajo del timbal, que en esta sinfonía, es casi protagonista; fue certero desde su trémolo del inicio, en el diálogo con el estupendo clarinetista, antes de la entrada de las cuerdas.
Brillantes calificaremos el desempeño de los bronces, pero ya es justo decir, que cada familia e instrumento a solo, “cantaron” sus temas.
El segundo movimiento, se caracterizó, por el contraste entre lo que calificaremos de bucólico y drama, conseguido a través de puntillosos detalles.
Fraseos, carácter vibrante y enérgico, fue la tónica del tercero, destacaremos el desempeño de cornos y flautas, aunque sin desmerecer a nadie.
Expresivamente dramático fue el comienzo del cuarto, de clarísima conducción temática en cada una de las familias, es imposible no alabar la perfección de las secciones rápidas.
Podríamos seguir, enumerando logros, para este versión de la Sinfonía Nº 1 de Sibelius, que será recordada como una de las más perfectas que nos haya tocado presenciar.
La enorme e interminable ovación, fue completamente justificada, tanto como la expresiva satisfacción que mostró la orquesta.
La primera parte consultó dos Cantatas de Johann Sebastian Bach, en la que participó la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, que dirige Juan Pablo Villarroel, cantado los roles solistas algunos de sus integrantes.
Las versiones tuvieron grandes contrastes en su resultado, pues consideramos que los solistas escogidos, no fueron los más adecuados para las obras, pues sus voces, o tal vez su carácter no se aviene con este tipo de partitura.
Este comentario lo hacemos pues, les hemos escuchado, a alguno de ellos, en otras obras, con resultados de gran musicalidad.
La Cantata 61 abrió el programa, allí se apreció un gran trabajo, instrumental, mientras que el Coro se vio afectado en volumen en aquellas partes, en que cantan las cuerdas a solo, posteriormente en el tutti y en la fuga, los resultados, fueron de acuerdo a sus pergaminos, y su gran preparación.
Los solistas fueron, la soprano Soledad Mayorga, que posee una gran y hermosa voz, pero excesiva para Bach, por ello tal vez, su aproximación al estilo es precaria, es así que no logró afiatarse con los instrumentos, el tenor Felipe Gutiérrez, cantó correctamente el recitativo, pero en su aria, se vio afligido en los agudos y su afinación no fue precisa.
El barítono Ramiro Maturana, se vio muy errático en estilo, y con precaria afinación, especialmente, en su aria acompañada de pizzicato.
La Cantata 104, mostró, una vez más el estupendo sonido instrumental, destacando los dos oboes y el corno inglés, de enorme musicalidad y bello sonido, en ella cantó el tenor Felipe Catalán, lo hizo con voz segura en el recitativo, y en general bastante bien el aria, aunque estuvo exigido en los agudos, y tuvo algunos momentos de afinación insegura, el barítono Maturana, cantó mejor, aunque en su aria el pulso fue inseguro, y su voz se proyectó muy poco.
El Coro, mostró una vez más la rigurosa preparación de Juan Pablo Villarroel.
Gilberto Ponce. (CCA)