LEONID GRIN DEBUTA COMO TITULAR DE LA SINFÓNICA.
En el CEAC de la Universidad de Chile, se acaban de concretar dos importantes nombramientos, hace unos días el de Director del BANCH, y ahora en la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Chile, cargo que recayó en el director ucraniano Leonid Grin.
Por ello, esperamos que los tiempos de indagación artística en ambos señeros conjuntos, culmine, para dar paso a un período de un nuevo auge en la senda de calidad a que nos tenían acostumbrados.
Lamentablemente el debut de Grin, se vio entorpecido en la programación original, debido a la enfermedad del solista que interpretaría uno de los conciertos para piano de Piotr Ilich Tchaikovsky, razón que obligó a modificar el programa, introduciendo dos obras del mismo autor.
Primero se interpretó la Marcha Eslava Op. 31 obra de carácter patriótico programático, que relata el auxilio que los rusos prestaron a los serbios, en contra de los turcos que los oprimían; por ello no extraña la introducción de melodías populares, así como el himno Larga vida al Zar, que Tchaikovsky utilizara también en la Obertura 1812.
Tal vez esta circunstancia incidió en que la versión fuera afectada por algunas importantes desafinaciones, varios desajustes de pulso, aunque si se logró acertar plenamente en las descripciones de explosivo júbilo, pero no tanto en el carácter de marcha fúnebre, que tiene su comienzo, donde se muestra la opresión turca sobre los serbios.
Luego se continuó con una dispareja versión de algunas partes del ballet El Lago de los Cisnes, que tuvo momentos de logro total, como el pas de deux, que exige de intérpretes de gran categoría en arpa (Manuel Jiménez), violín (Alberto Dourthé) y chelo (James Cooper), aquí se observó un más que correcto desempeño de Dourthé, debido a que tocó con un sonido demasiado retraído, contratándose con el hermoso y poderoso sonido de Cooper, y la gracia casi sensual de Jiménez.
En el inicio, cuando se escucha el hermoso y celebérrimo tema central, destacó nítidamente el bello sonido del oboe de Guillermo Milla. En cuanto a la versión, creemos que Grin la enfocó como obra de concierto, no obstante, llamaron poderosamente la atención, los tempo poco usuales que tomó en algunos momentos.
Muy superiores fueron los resultados obtenidos con la Sinfonía Nº 5 Op. 100 de Sergei Prokofiev, en la que solo se observaron dudas en el primer movimiento, debido a numerosos desajustes y falta de balance entre las familias instrumentales, a ello se sumó poca claridad en su rumbo expresivo y musical.
El segundo fue radicalmente diferente, precisión, carácter, sonido bello y musical, con logrados y expresivos contrastes; es preciso destacar las frases de los instrumentos a solo, movimiento donde todo fluyó con gracia natural.
Son obvias y claras las alusiones a su ballet Romeo y Julieta, que presenta en el movimiento lento, aquí Grin consiguió musicales sugerencias, fraseos precisos y una estupenda progresión, que solo decayó levemente cerca de su conclusión.
El brillo caracterizó casi todo el final, con fragmentos muy logrados en carácter, aquí los solos instrumentales brillaron fuertemente, algunas irregularidades empañaron en algo la sección central, pero la fuerza que le imprimió la batuta y el alto rendimiento de los músicos sinfónicos, consiguieron un final potente, que fue largamente aplaudido por el público.
Seguramente, cuando Leonid Grin se compenetre bien de la potencialidad de sus músicos, conseguirá sin duda todos sus propósitos.
Gilberto Ponce. (CCA)