LA EXCELENCIA DEL GEWANDHAUS QUARTETT.
Brillantemente la Fundación Beethoven inauguró su Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas 2016, en el Teatro Municipal de Las Condes, presentando al extraordinario Gewandhaus Quartett de Leipzig.
En este conjunto que fuera fundado en 1808, han transitado personalidades tan importantes como Johannes Brahms o Clara Schumann, asimismo algunos de los grandes solistas de la actualidad, se han sumado en algunos conciertos.
En su presentación en Santiago, se combinaron la sabiduría de la experiencia de los dos violinistas, con el talento y musicalidad de la juventud de los solistas en viola y chelo, alcanzando estos últimos una sintonía y afiatamiento tal, que parecían haber tocado desde siempre con el resto.
Tres cuartetos de Ludwig van Beethoven, escritos en diferentes épocas, dieron cuenta del certero acercamiento al estilo, diferenciando tanto el peso sonoro como la expresividad, en un derroche técnico y de balance, que a ratos nos parecía escuchar una grabación de la más alta calidad.
Frank-Michael Erben y Conrad Suske en violines I y II, junto a Anton Jivaev viola y Leonard Frey-Malbach violonchelo, iniciaron la presentación con el Cuarteto de Cuerdas Nº 2, Op 18 Nº 2, obra que conserva la influencia del modelo creado por Haydn, sin que ello obste para que Beethoven muestre ya su propia personalidad musical.
Claridad en las voces, al resolver los pequeños diálogos, mediante contrastes dinámicos, con precisos acentos, fue la característica principal en el primer movimiento; bello y lírico canto se apreció en el Adagio, en cuya sección central destacó el chelo.
Gracioso a la vez que vital, se mostró el tercero, mientras que el trío del movimiento se realzó la elegancia, que parece remitirse a Haydn; mientras que, el cuarto fue brillante en su virtuosismo, con certeros contrastes dinámicos.
Algunos recurrentes pizzicato, que aparecen en el Cuarteto de Cuerdas Nº 10, Op 74, hacen que esta obra, se conozca como “Cuarteto de las Arpas”, partitura que posee un incuestionable lenguaje romántico, por ello, los distinguidos intérpretes dieron mayor peso a la versión.
Muy expresivo, se planteó ya el primer movimiento, en el que se mezcló perfectamente, el manejo de progresiones dinámicas, con increíbles pianissimo, y los antes señalados pizzicato, de enorme sutileza y gracia; una melodía acompañada conducida genialmente por el primer violín, que tocó los pianissimo con gran belleza, casi convirtiéndolo en una “canción sin palabras”, fue lo esencial del Adagio que sigue.
El Presto, les llevó a mostrar una vez más su virtuosismo, caracterizado por una velocidad enérgica; como no mencionar la precisión absoluta de ataques y cortes, tanto como si fuera una demostración de técnica virtuosa, de cada uno de los integrantes; el Allegretto con variaciones, fue de una gracia y musicalidad excepcionales; a esas alturas el público estaba conmocionado con la presentación.
Pero quedaba aún, como final, la ejecución del Cuarteto de Cuerdas Nº 9, Op 59 Nº 3 de la serie que Beethoven escribió por encargo del príncipe Razumovsky, razón por la que estos cuartetos llevan ese nombre.
Se trata de uno de los cuartetos más famosos y populares del genio de Bonn, en el que la expresividad, tanto serena como la pasional se mezclan, dando un sello distintivo a la obra. Este aspecto es fundamental en una buena versión, y en este caso estábamos frente a los intérpretes ideales.
Desde la oscura introducción, que sutilmente desarrolla una progresión marcada por leves contrastes, conduciendo finalmente a diálogos, en los que se confrontan fuerza expresiva y sensibilidad, en un perfecto equilibrio logrado por los visitantes. El Andante quasi allegretto, de carácter cercano a lo popular, destacó por la interacción entre el violín I y el chelo en pizzicato, como aquel de los violines con la viola, todo en un arco expresivo del mejor nivel.
El Minuetto, mostró claramente su entramado polifónico, mediante la clara exposición de las voces, y el trío su gran carácter.
De formidable virtuosismo fue el cuarto, desde el fugado del inicio, que conduce al tema central, expuesto en forma vertiginosa y perfecta, sin descuidar jamás la expresividad; el público se levantó para ovacionar la excelencia del Gewandhaus Quartett, que agradeció ofreciendo como encore, un movimiento de un cuarteto de Haydn, sellando una velada que será recordada por mucho tiempo.
Gilberto Ponce. (CCA)