CUARTETO LEPZIG EN LA FUNDACIÓN BEETHOVEN.
Fue difícil quedar indiferente, ante el baño de musicalidad que entregó el estupendo Cuarteto Leipzig, que se presentó en la Temporada Internacional Fernando Rosas, de la Fundación Beethoven.
Sus intérpretes Conrad Muck y Tilman Büning en violines, Ivo Bauer viola y Matthias Mossdorf en chelo, ofrecieron una verdadera clase magistral de música de cámara, donde cada uno de ellos se pone absolutamente, en función de la música, sin mediar el menor intento de protagonismo, o sea ir la esencia de lo que es la música de cámara.
Cada intérprete, experto en su instrumento, hizo gala de una madura técnica, asumiendo naturalmente los estilos de las obras interpretadas, logrando que el público acceda a lo esencial de los autores que abordan.
Su presentación se inició con el Cuarteto Nº 3 en La mayor, Op. 41 de Robert Schumann, obra que en muchos momentos no puede disimular, su cercanía con algunas obras para piano, del mismo compositor.
Este fue abordado con sutileza lírica, en los diálogos del primer movimiento, con estupendos contrastes, en el segundo, los que acentuaron su carácter, y muy expresivamente en su sección rápida.
Una joya dolidamente sensible, fue el tercero, donde los diálogos del violín I y la viola, son el sustento de esta parte, la que a ratos pareciera convertirse en una “canción sin palabras”, emocionante fue el final, cuando la viola, esboza una respuesta sin conclusión.
De gran exigencia es el último movimiento, en el que instrumentistas acentuaron su carácter popular.
Un rotundo cambio de carácter y estilo, mostraron al interpretar el Cuarteto Nº 17 en Si bemol mayor. K. 458 de Wolfgang Amadeus Mozart, con el que nos llevaron a la luminosidad clásica, allí la claridad melódica y de fraseos, junto a la precisión con que presentaron cada tema, lo convirtieron en un verdadero juego.
El Minuetto que sigue, fue tocado con natural gracia, mientras que el trío del mismo, fue de enorme musicalidad. El Adagio que continúa la obra, fue interpretado con gran expresividad, manejando tensiones y relajaciones de la mejor forma, en un genial juego de voces.
El vital enfoque del Allegro final, se presentó con elegancia y exquisito manejo de los contrastes dinámicos.
La contundencia del Cuarteto Leipzig, se manifestó luego con su versión del Cuarteto Nº 12, en Fa mayor, Op. 96, llamado Americano de Anton Dvorák, en el que, con su subyacente romanticismo, les permitió acentuar la expresividad, manejando el carácter de los temas contrastantes, y con un musical y preciso uso del rubato.
En este cuarteto, Dvorák entrega una gran responsabilidad al chelo, encontrando en Matthias Moosdorf, un gran intérprete.
De gran belleza fue el tema acompañado, del violín I (Conrad Muck) con el chelo, del segundo movimiento, que encontró una estupenda respuesta en la antagónica viola (Ivo Bauer), al finalizar esta parte, lograron que los sonidos casi se esfumaran.
El Molto vivace, que entrega la misma responsabilidad a cada instrumento, se caracterizó por la musicalidad de las progresiones y contrastes.
Solo restaba el virtuosismo del último movimiento, donde además lograron que la obra adquiriera características descriptivo programáticas.
En enorme entusiasmo del público, les hizo entregar como encore, una sensible y exquisita versión de un Coral de Bach, que reeditó la suma de bondades del estupendo Cuarteto Leipzig.
Gilberto Ponce. (CCA)