PROGRAMA SUIZO EN LA SINFÓNICA.
En una semana llena de actividades, que consultó dos repertorios diametralmente diferentes, y con conjuntos de distintas instituciones, el director suizo Nicolas Rauss, abordó ahora con la Orquesta Sinfónica de Chile un programa en base a compositores suizos contemporáneos.
En esta ocasión, los resultados fueron mucho mejores que en la presentación anterior, pudiéndose apreciar mejor los valores musicales del destacado director, aún más, con obras de no fácil aceptación para el público por lo desafiantes, aunque no cabe duda que se trata de un interesante aporte a la programación.
La fría respuesta de los asistentes, al menos para dos de las obras, da cuenta del trabajo pedagógico que debe enfrentar el CEAC con su publico, donde la dosificación es clave.
El trabajo de Rauss fue cuidadoso y la respuesta de la orquesta, muy profesional, en ello radica el éxito musical del concierto.
La Pequeña Sinfonía Concertante, para arpa, clavecín, piano y dos orquesta de cuerdas de Frank Martin, es una obra atrayente, debido a que el dodecafonismo que utiliza, no es extremo, más bien es cercano al expresionismo, lo que le otorga un carácter desolado, usando en largos pasajes unísono para los instrumentos concertados, sin realizar mayores diálogos entre las dos orquestas de cuerdas, dedicando solo algunos fragmentos al arpa, el piano o el clavecín, cuyo sonido no fue siempre audible, a pesar de estar amplificado; se trata simplemente de un problema de peso sonoro, que el instrumento no posee.
Los tres solistas: Manuel Jiménez arpa, Camilo Brandi clavecín y Luis Alberto Latorre piano, dieron cuenta de todo su profesionalismo y musicalidad en la entrega, mientras que las cuerdas fueron un respaldo certero, destacando el trabajo de la viola y el violín solistas.
El segundo Adagio, permitió apreciar la gran musicalidad de Brandi y Jiménez, en expresivos diálogos con las cuerdas, a los que se incorpora después Latorre; posteriormente el final con sus progresiones, contrastes y cambios dinámicos, alivianan en algo el opresivo ambiente, el que tal vez, influyó en la solo cortés y poco entusiasta respuesta del público.
La segunda parte consultó el estreno de una obra cuyo autor, es poco conocido en nuestro país, se trata del joven Laurente Mettraux, quien objetivamente compuso una obra, que califica de oscura, desolada y pesimista, se trata de La muerte sobre un caballo pálido.
En ella, el autor utiliza todos los recursos composicionales contemporáneos, con los que recuerda a una gran cantidad de otros autores, por ello convenimos que debido a su eclecticismo, no es fácil definir su lenguaje.
Posee esquicios melódicos, de pronto, a manera de ejemplo, otorga protagonismo al corno inglés –de notable desempeño-, y en ciertos fragmentos parece música programática, o similar a una banda sonora de un film, por las atmósferas que evoca.
La orquesta respondió en forma alerta y cuidadosa a las precisas indicaciones de Rauss.
Finalizaron con una obra que en los años setenta, fue bastante popular, se trata de la Sinfonía Nº 5, llamada de Los tres Re, de Arthur Honegger, escrita para una gran orquesta, en un discurso que se mueve entre lo atonal y tonal, con algunas incursiones más rupturistas.
En varios momentos utiliza solos instrumentales -de estupendo desempeño-, como también una especie de contrapunto rítmico melódico de gran interés en el último movimiento, entre bronces y cuerdas; del mismo modo utiliza contrastes de carácter moviéndose entre el drama y lo irónico burlón.
Consideramos un triunfo esta versión de Nicolas Rauss y la Sinfónica.
Gilberto Ponce. (CCA)