FORMIDABLE CIERRE FILARMÓNICO DEL CICLO TCHAIKOVSKY.
Culminando las celebraciones dedicadas a Piotr Ilich Tchaikovsky, en esta Temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago, Konstantin Chudovsky su director titular dirigió sus sinfonías tercera y sexta, obras con las que logró conmocionar al público asistente.
Al igual que en programas anteriores, Chudovsky presenta enfoques particularmente diferentes para cada obra, rodeándolas de un aura que las distingue, haciendo casi imposible e inútil establecer comparaciones entre ellas; cada una tiene su impronta, tal como debe ser, al tratarse de dos partituras que responden a tiempos y situaciones diferentes.
La presentación se inició con la Sinfonía Nº 3 en Re mayor, Op. 29 llamada Polaca, versión que bien podríamos caracterizar de preciosista por la forma de encarar todos los filigranas que abundan en ella; en este empeño la orquesta respondió con calidad ejemplar, y por supuesto con el hermoso sonido, a que nos ha acostumbrado.
Luego del sugerente y fino inicio, se presentaron expresivamente los temas, con su carácter brillante y enérgico, que se contrastan con aquellos populares, pero elegantes.
En el segundo, destacó el diálogo entre el tema de las maderas, con el pizzicato de las cuerdas, para posteriormente escuchar el bello tema de los chelos; es necesario destacar sus pequeñas y precisas filigranas.
En el tercero brillaron en sus intervenciones el fagot, el oboe y el corno, mientras que, los violines entregaron bellamente su tema.
En el cuarto, la generación del tema fue resuelto con una eficaz y musical progresión dinámica y carácter, el trombón solista realizó en esta parte una extraordinaria performance.
Gran perfilamiento y contraste, fueron evidentes en los temas centrales del quinto movimiento, mencionaremos la precisión de la pequeña fuga que se presenta en las cuerdas, antes del poderoso y brillante final; la versión recibió una efusiva respuesta del público, por la excelencia de la versión, de una obra injustamente relegada de los programas de conciertos.
La segunda parte, permitió aquilatar el soberbio enfoque de Chudovsky para una de las obras, de mayor atractivo para todos los públicos, nos referimos a la Sinfonía Nº 6 en Si menor, Op. 74 “Patética”, obra que su autor estrenó pocos días antes de su muerte. Creemos que Chudovsky eludió concientemente, toda ampulosidad, que finalmente expone lo externo, él se enfoca en los estados internos, incluso en aquellos engañosamente luminosos, haciéndolo con medida severidad.
Pero no se entienda que en la versión, los aspectos emocionales no se manifestaron, ya que tanto el dolor como la ira, junto al deseo de la anhelada luz, que finalmente se diluye en esa dramática despedida, que es el último movimiento, estuvieron siempre presentes.
Al oscuro inicio del primer movimiento, le sucedió una pequeña progresión, en la presentación del tema central, tomado en un tempo sensible, muy expresivo; no podemos dejar de destacar el hermoso diálogo entre los bronces -de estupendo cometido-, con el resto de la orquesta, asimismo señalar los destacadísimos solos instrumentales en algunas secciones.
Consideramos estupendamente expuesto el carácter del segundo movimiento, por su medido optimismo, aquí el director consiguió extrema claridad en las voces, con un balance instrumental perfecto, destacaremos la serena melancolía de la sección central.
El tercero, mostró un juego de diálogos, en medio de una poderosa progresión dinámico expresiva, además consideramos un acierto, el que la batuta, no haya caído en la tentación de lo ampuloso y marcial, manteniendo de esta forma, subyacente el drama interior.
Calificaremos de profundo y sensiblemente dramático, el inicio del movimiento final, para emocionar posteriormente con su tema central, en el que sin llegar a ningún inútil exceso sensiblero, llevó al público al desolado dolor de la partitura, mostrado por algunas de las melodías más entrañables de la historia de la música.
La finura del pequeñísimo y sutil juego dinámico del final, dejó sobrecogido a un público, que certeramente solo comenzó a aplaudir, luego que el emocionado director, bajara su batuta, después de varios segundos de expresivo silencio.
Una concierto memorable, con una Filarmónica de excepción y un director que concientemente extrajo lo mejor de cada una de las obras.
Gilberto Ponce. (CCA)
Estimado Gilberto:
En mi parecer, el ciclo sinfónico de Tchaikovsky tuvo más momentos bajos que altos a lo largo del presente año, intercalando lecturas raquíticas con momentos de excelencia. Sin ir más lejos, entre la Quinta y Cuarta sinfonías interpretadas este año hubo un abismo de diferencia en la calidad de las mismas. Tampoco cabe olvidar las lecturas formalmente correctas, mas sin alma, que realizó Chudovsky con «Sueños de invierno» y «Pequeña Rusia».
Respecto al último concierto, la Tercera se abocó en buscar sonoridades, pero sin alcanzar una visión global de la obra. Sabemos que es una sinfonía claramente experimental, pero eso no obsta que otros directores puedan sacarle petróleo a la partitura cuando de lo proponen.
Por último, en cuanto a la Patética, hay que reconocer que los últimos tres movimientos fueron de una musicalidad innegable, donde el director pudo al fin dar con el hecho que hablamos del más romántico de los compositores. Sin embargo, el primer movimiento (¡el más importante de esta Capilla Sixtina sinfónica!) no dio la talla de los posteriores, con bronces enfocados más en brindar efectismo más que conmover, en el sentido artístico de la palabra.
Por mi parte, y a pesar del magistral «Adagio lamentoso», nuevamente me retiré del Municipal con un sabor amargo en la boca tras presenciar un ciclo anual que prometía mucho y que no dio el ancho.