CASCANUECES DE JAIME PINTO EN EL MUNICIPAL.
Se trata de uno de los imperdibles de cada Navidad, nos referimos a Cascanueces el ballet con música de Piotr Ilich Tchaikovsky, que se transforma en un éxito tan grande de público, que agota, y con mucha anticipación todas las entradas.
Esta periodicidad, ha llevado a algunos coreógrafos a intervenirla de alguna forma, pero manteniendo su esencia, algo de común ocurrencia, en todas las compañías que lo abordan, y es precisamente lo que ocurre, con esta original y hermosa propuesta de Jaime Pinto.
El trabajo de Pinto, es de gran interés, pues conservando lo esencial, introduce cambios, que enriquecen bastante el relato, destacando el hecho, que el eje de la historia, sea Drosselmeyer, el tío de Clara y Fritz, personaje que tiene mucho de mago, y que por lo mismo, prácticamente no abandona el escenario a lo largo de todo el ballet; además de otorgarle gran importancia coreográfica al cuerpo de baile masculino, sin que el femenino pierda relevancia.
Asimismo Pinto decide, que Clara, esté permanentemente acompañada de su hermano Fritz, incluso en el País de la Flores, mientras que, el Cascanueces desde el momento en que se transforma en ser humano, interactúa con todos los personajes.
Para el coreógrafo, los ratones, con su Rey incluido, no son personajes terroríficos, aquí son simpáticos y divertidos, como en un gran juego; asimismo los Soldaditos, son el estereotipo de los de plomo; todos estos cambios, no distorsionan en nada el encanto de este cuento de Navidad, que fluye con extrema naturalidad, con el disciplinado Ballet de Santiago, que dirige Marcia Haydée.
Drosselmeyer, está acompañado de un séquito de figuras asimilables a los Elfos, que tienen un importante rol, al inicio, durante la Obertura, y en la escena de la nieve.
En cuanto a la escena de la fiesta, en casa de Clara, Pinto perfila muy bien los caracteres de los diversos personajes, incorporando incluso a niños muy pequeños, que le otorgan una dosis mayor de ternura, mientras que en la escena del País de las Flores, maneja diestramente los contrastes, en cuanto al número de participantes en las diversas danzas.
Los cambios de orden, en la partitura, responden muy bien a los propósitos de la coreografía, al tiempo que mantienen la progresión dramática de la misma.
Luis Ortigosa, volviendo a sus roles clásicos, luego de su formidable “El Joven y la Muerte”, asume como Drosselmeyer, en una estupenda caracterización, de gran fuerza y expresividad en sus solos, y con su prestancia reconocida en los pas de deux, o en los pas de trois, la ovación que recibe al final, es de la más absoluta justicia.
Cascanueces, fue bailado por José Manuel Ghiso, en forma sólida, preciso en pasos y giros, bastante expresivo, haciendo un perfecto contrapunto con Drosselmeyer.
Romina Contreras, una figura en ascenso, bailó magníficamente como la Reina de la Nieve, el sobrado profesionalismo de Maite Ramírez, perfiló una alada Reina de las Flores, a la vez que Natalia Berríos, estuvo deslumbrante como la Reina de los Confites.
Nos parece importante destacar a Clara, Sofía Michea y Fritz, Lucas Moya, que a pesar de su extrema juventud, ya prometen una sólida carrera; en otros aciertos destacamos: la reciedumbre y gracia de la Danza española con Germán Esquibel y Agustín Cañulef, que junto a la Danza rusa de Mauricio Serendero, Emmanuel Vásquez, Esdras Hernández y Carlos Inostroza, arrancaron grandes ovaciones; destacó además la pareja de la Danza árabe, Montserrat López y Gabriel Bucher asimismo con acrobacias propias de la artes marciales el único varón de la Danza china, Lucas Alarcón acompañado de sus gráciles compañeras; mantiene el impacto de siempre la Bombonera gigante, y el sinnúmero de mirlitones que la acompañan.
El pas de trois de la Reina de los confites, con Drosselmeyer y Cascanueces, fue magnífico en todo el sentido de la palabra, dando cuenta del alto grado de profesionalismo de Natalia Berríos, Luis Ortigosa y José Manuel Ghiso.
El resto de la compañía fue un sustento de gran profesionalismo.
La hermosa escenografía y vestuario de Pablo Núñez, encontraron en la iluminación de Ricardo Castro, el sustento de la sucesión de bellas imágenes, en sus certeros contrastes.
Quisiéramos decir lo mismo de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que dirigió José Luis Domínguez, pero por lo que escuchamos el día del estreno, pareció que faltaron muchos ensayos, y bien se sabe que la música de Tchaikovsky, no es algo menor.
Al sonido muchas veces sucio, se agregó la falta total de contrastes, todo fue plano, sin progresiones ni dinámicas ni dramáticas, con balances erráticos, muchas veces se escuchaban instrumentos, que tapaban la melodía principal; se puede agradecer al brillo de la coreografía, el que haya disimulado mucho, estos ripios instrumentales.
Nos cuesta explicarnos, como el mismo José Luis Domínguez, obtiene este rendimiento, cuando en el programa anterior del ballet, fue muy certero; sin lugar a dudas, tuvo un muy mal día.
Gilberto Ponce. (CCA)