VISITA DE LA CAPELLA ISTROPOLITANA.
En su primera visita a nuestro país, el afamado conjunto eslovaco Capella Istropolitana, dirigida por el concertino Robert Marecek, actuó como parte de la Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas, en el Teatro Municipal de Las Condes.
Comprobando en gran medida, el prestigio ganado a través de sus numerosas grabaciones, sin embargo esta presentación planteó algunas interrogantes, en particular la afinación poco precisa de chelos y contrabajo, tanto como una especie de falta de expresividad en algunas de las obras presentadas.
Si duda el mayor logro, fue la obra que abrió el concierto, la Sinfonía Nº 44 en Mi menor, conocida como “Sinfonía Fúnebre”, en ella mostraron un noble y hermoso sonido, realzado por los acertados contrastes y las precisas progresiones dinámicas.
El estilo se acentuó ya en el primer movimiento con la elegancia de los planos sonoros, y los diálogos de las cuerdas con oboes y cornos.
El Minuetto que sigue, se distinguió por su carácter y el tempo casi alado, en el trío de este movimiento destacaremos el bello sonido del corno y la expresividad de las cuerdas.
Del mismo modo y como característica general del conjunto, debemos señalar la sutileza de los “piano”, de sorprendente musicalidad.
Lírico, elegante y de hermoso sonido fue la expresividad del Adagio, y en el Finale, destacó la precisión de las articulaciones.
La segunda obra les obligó a un fuerte cambio de estilo, llevándoles del clasicismo de Haydn al romanticismo de la Serenata para Cuerdas en Mi mayor Op. 22 de Antonin Dvorak, en la que observamos una serena y contenida expresividad, algo que llamó la atención por tratarse de un conjunto eslovaco.
No obstante a lo largo de la interpretación cuidaron estupendamente balances y planos sonoros, y calificaremos de “cantábile” sus sutiles contrastes.
A pesar de la introversión destacaron ciertos contrastes dinámicos, permitiendo traslucir una serena melancolía, no podemos dejar de señalar el bello final del Larghetto, que fue casi suspendido, tanto como la energía del Finale, que a nuestro juicio fue el movimiento más logrado.
Tal vez el calor de la sala, afectó la afinación de las cuerdas bajas, que se resintió en varios pasajes.
Luego un estreno en nuestro país, la Sinfonía en Do menor de Joseph Martin Kraus en una versión solo para cuerdas oboes y cornos sin incluir los fagotes, restándole timbres sonoros.
La obra recuerda la música de Gluck, sobre todo en la introducción y desarrollo del primer movimiento, donde combina exquisita finura y elegancia en el inicio de las cuerdas, ya en el vital desarrollo, se detectaron algunos ataques a destiempo en los cornos, no obstante la energía de la versión prevaleció como factor de calidad.
Poca tensión musical tuvo el Andante, aunque fue muy hermosa la sección donde cornos y oboes tienen desarrollo temático.
El Finale, lo consideramos totalmente logrado, además es el movimiento de mayor unidad y desarrollo formal.
La Sinfonía Nº 29 en La mayor, K 201 de Wolfgang Amadeus Mozart con que finalizaron su presentación, fue una versión demasiado formal, de poca vitalidad, que sufrió de una falta de balance sonoro, debido al excesivo volumen de los cornos, que no emularon el ajustado y musical sonido de los oboes; este aspecto desdibujó el perfecto estilo de la versión, y la inmensa capacidad para producir los más hermosos pianissimo.
Nos resulta bastante incomprensible, la radical diferencia entre el estupendo Haydn, y la falta de vitalidad de la sinfonía de Mozart, que no logró satisfacer las expectativas generadas, por la famosa Capella Istropolitana, que a pesar de su alto nivel musical, en esta oportunidad no se vio completamente reflejado en algunas de las obras, no obstante el público premió su trayectoria, exigiendo de ellos dos encores, uno de los cuales fue una obra de Piazzolla, causando la euforia de los presentes.
Gilberto Ponce. (CCA)