CAMERATA FOLCLÓRICA EN EL CEAC.
El Coro de la Universidad de Chile, ha cumplido 70 años de sólida e ininterrumpida actividad artística, lo que es muy notable en los tiempos que corren.
Santiago, tiene una vida agitada y a veces catastrófica, que a menudo termina por eliminar a artistas y conjuntos de gran mérito. La fuerza del coro, que conozco desde los años cincuenta, ha estado en la mística que desde un comienzo le inculcó su fundador Mario Baeza.
Quien nunca dejó de alentar a sus integrantes aficionados, venidos de estratos sociales y culturales muy diferentes, a someterse a esfuerzos y sacrificios que les permitieran adentrarse en el aprendizaje artístico. Prometía, en cambio, incorporarse a un mundo de riquezas impensables en el ámbito de sus existencias rutinarias, y por lo general esa promesa se cumplía con creces.
Si bien el prestigio de este coro universitario, se basa en la colaboración anual con la Orquesta Sinfónica, para presentar las mejores obras sinfónico corales de todos los tiempos; desde un comienzo existió una selección de cantantes, que además se interesaban en la música sin acompañamiento y que, con el mismo director, abordó ese inmenso repertorio de obras religiosas y seculares que no excluían el folclore.
Mientras estuvo Baeza, el grupo se conoció como Coro Madrigalista; después pasó a llamarse Coro a Capella, luego Coro de Cámara y en 2000 se convirtió en Camerata Vocal.
No fue solo un cambio de nombre sino que de estructura, porque dejó de ser amateur y se constituyó en base a 16 cantantes profesionales. El director actual es Juan Pablo Villarroel, músico perfeccionado en prestigiosas escuelas alemanas, que ha demostrado que con esta agrupación puede interpretar obras antiguas o contemporáneas con técnica segura y eficiente. En sus recitales, por lo general cierra con arreglos de música más ligera o folclórica, pero no me había tocado asistir a un concierto exclusivamente dedicado a este tipo de obras. En el Teatro del CEAC de la Universidad de Chile, cantó por más de una hora música de arregladores latinoamericanos sobre canciones tradicionales de sus respectivos países.
Aquí lo importante no es la canción original, sino lo que el arreglador hace con esa letra y melodía, generalmente bien conocidas por el público. Es el director quien elige las obras y a través de los ensayos las conocen también los cantantes, pero no así el público asistente.
Este necesita saber los datos básicos de la composición, y la solución corriente es incluirlos en el programa impreso. Al ingreso se repartió un programa de mano, con los nombres de las obras y sus autores, pero no venían los nombres de los arregladores y, para mayor desgracia, el orden no correspondió al del recital mismo.
El director asumió el papel de comunicador, anunciando con voz débil y poco clara las obras y sus arregladores. ¿Es esto extensión musical? Hay en derecho un principio antiguo que afirma que «quien puede lo más, puede lo menos «, es decir, si me autorizan a gastar 100 puedo con mayor facilidad gastar 40. Sin embargo en materias artísticas eso no es seguro. Cuando cantantes profesionales clásicos se meten con el repertorio popular, la corrección técnica atenta contra la musicalidad sino va acompañada del espíritu y la intención popular de las obras.
Sergio Escobar. (CCA)