TRIUNFOS Y CONTRASTES EN TANNHÄUSER (segunda función)
Luego de 29 años de ausencia, volvió al escenario del Teatro Municipal de Santiago, Tannhäuser de Richard Wagner, que sin ser una de las obras más avanzadas de su autor, ya expone algunos de los elementos que incorporará posteriormente en ellas, como el “leit motiv” que se convertirá en uno de sus principales sellos.
La leyenda del trovador Tannhäuser, que por alguna razón llega a vivir en el reino de la diosa Venus, no obstante ansía volver a gozar y sufrir el amor humano, es el pretexto de Wagner para plantear ideas sobre la pasión, castidad, perdón y redención, todas muy arraigadas en la Edad Media, en una clara muestra del sincretismo medieval, que mezcla lo religioso con lo pagano y la realidad con la fantasía, presentes en muchas narraciones del período.
La producción, la consideramos casi absolutamente lograda, debido a algunos factores que opacaron la excelencia de la puesta en escena, que afortunadamente no disminuyeron el positivo impacto total.
La certera régie fue Michael Hampe, cuya idea escenográfica la concretó Germán Droghetti, diseñador además del bellísimo vestuario, la eficaz iluminación contó con la experiencia de Ramón López.
El efecto visual de austera belleza nos traslada a la iconografía medieval, tanto como a la pintura del romántico alemán Johann Kaspar Friedrich.
El mundo onírico del Venusberg, fue sugestivamente recreado, dejando las figuras de los miembros de la corte de Venus, envueltos en una suave y sensual niebla de color rojo; esta escena ya mostró la excelencia del vestuario creado por Droghetti; el bucólico valle con la ermita de la virgen, cercano al castillo de Wartburg, permite un fluido desplazamiento y ubicación de los personajes, con sus diversos planos de altura.
La sala del concurso de canto, en su extrema sobriedad, muestra la transición del románico al gótico, advirtiéndose en el desarrollo sutiles cambios de iluminación, según el dramatismo de la escena; la frialdad del comienzo, con las dudas de Elisabeth, se torna cálida con el ingreso de los invitados y concursantes, realzada con los estandartes.
Un gran logro fue la iluminación de la escena final, por los planos generados, sobresaliendo el rayo de la luz redentora, sobre el báculo florecido.
La régie es sobria e inteligente, con fluidez de movimientos en entradas y salidas, quisiéramos destacar el cuadro del concurso y las reacciones de los presentes en el; no obstante la ubicación de Elisabeth debió ser más a la vista del público, para apreciar sus reacciones, frente a las ofensivas intervenciones de Tannhäuser.
Muy pertinentes y precisas las coreografías de Jaime Pinto, para las escenas del Venusberg.
Frank van Aken, fue Tannhäuser, si bien mostró en ciertos momentos belleza vocal, esta fue irregular en emisión y fiato, con algunos atrasos de fraseo e incluso afinación precaria, no extrañó entonces que antes del tercer acto, se anunciara que estaba enfermo, y que por deferencia, cantaría hasta el final de la función.
El lamentable desempeño del tenor, debido a su enfermedad, fue superado ampliamente por el resto del elenco, al que calificamos de excepcional.
Elisabeth fue la extraordinaria soprano holandesa Eva-Maria Westbroek, confirmando el porqué se la considera una de las grandes cantantes de nuestro tiempo, cautivó desde su entrada en el segundo acto, sólido y hermoso timbre, bellos agudos, poderoso centro, sólidos forte y sensibles piano, se adueñó del papel porque es una excelente actriz.
El privilegio contar con su presencia en el escenario del Municipal, se complementó con el resto del elenco, destacando la prestancia y sólida actuación del barítono Markus Brück, que encarnó a Wolfram von Eschenbach, el landgrave Hermann fue asumido estupendamente por el bajo Andreas Bauer, quien a su hermosa y poderosa voz agrega una convincente actuación; la bellísima voz y figura de la mezzosoprano Natascha Petrinsky, no pudo ser más adecuada para cantar como Venus, mostrando fina sensualidad.
Sobresaliente desempeño tuvieron Luis Olivares como Walther von der Vogelweide y Patricio Sabaté como Biterolf, y en gran nivel el resto de los trovadores Juan Pablo Dupré y David Gáez. La soprano Marcela González perfiló con prestancia, naturalidad y bella voz al Pastor.
Rani Calderon, dirigió la Orquesta Filarmónica de Santiago, que respondió en gran forma, no obstante creemos que Calderon no fue capaz de mantener el continuo dramático musical, seccionando la obra, contrastándose segmentos muy logrados, con otros superficiales.
Creemos que no acertó en la solemnidad que la música tiene en muchos momentos, sin duda la sensualidad de la bacanal fue de lo más logrado.
La obertura en tempo bastante rápido, así como acelerando y retardando poco contextualizados, la desfiguraron.
El preludio del tercer acto fue confuso en su inicio, mejorando mucho en su desarrollo y culminación, cuando Wagner anticipa algo del material de Parsifal; el preludio del segundo fue el más logrado.
La entrada de los invitados al salón del concurso, fue demasiado rápida y sin solemnidad en su ingreso y alabanza a la sala, y tal vez por la ubicación de los trompetistas de la fanfarria, se produjeron desajustes de pulso con la orquesta y coro.
El enfoque de Rani Calderon, tiene una elegancia que desfigura la solemnidad de muchos fragmentos, y aunque a lo largo de la ópera, consiguió éxitos importantes, pensamos que a su Tannhäuser, le faltó más peso.
Los recuerdos de la producción, se dirigirán a sobria y certera puesta en escena, la soberbia excelencia del Coro del Teatro Municipal, que dirige Jorge Klastornick, que maravilló, y por el cuerpo de primerísimas figuras del canto, que engrandecieron la producción.
Gilberto Ponce. (CCA)