EXCELENCIAS EN EL OCTAVO CONCIERTO FILARMÓNICO.
Un concierto del más alto nivel, fue el último que ofreció la Orquesta Filarmónica de Santiago, el que estuvo bajo la dirección de su titular Konstantin Chudovsky, continuando con el ciclo completo de las Sinfonías de Piotr Ilich Tchaikovsky.
Como ya es casi habitual, el concierto se complementó con una obra de un compositor nacional, en esta oportunidad se escuchó “Se unen la tierra y el hombre” de Fernando García, escrita en homenaje a Pablo Neruda, incluso se utiliza la voz grabada del vate.
La cuidadosísima versión de Chudovsky, realzó cada una de sus partes, que se inician con una sección que puede ser calificada de telúrica, luego en el desarrollo, el director destacó timbres, colores y atmósferas, desarrollando inteligentemente la progresión, de una partitura que posee un notable equilibrio formal, aunque conservando todas las características de un compositor en las que, casi siempre recurre a temas mapuches.
Con gesto bastante sobrio Chudovsky manejó muy bien los contrastes, los pequeños clímax, al tiempo que conseguía de la orquesta un hermoso sonido; lo único que podría objetarse, es el audio con la voz de Neruda, que debió haberse remasterizado, para que se entendiera plenamente el texto.
Al escuchar esta obra, tan bien lograda en manos de un director extranjero, nos lleva a sugerir que, sería estupendo que el mismo Chudovsky dirigiera, la que tal vez sea la obra más emblemática de Fernando García, nos referimos a su Cantata América Insurrecta, para orquesta, coro y recitante.
Posteriormente el maestro ruso abordó las dos primeras sinfonías de Piotr Ilich Tchaikovsky, en ellas es preciso señalar el bellísimo sonido, conseguido por el director en ambas obras, sólido, pastoso, timbrado, siempre en el más perfecto balance, un verdadero lujo, donde a ratos parecía estar escuchando una grabación de estudio.
Otro factor relevante, fue el enfoque diferente para las dos obras, un poco más contenido en expresividad para la sinfonía Sueños de Invierno, y más extrovertida en el caso de la llamada, Pequeña Rusia.
En la primera, destacó su carácter programático, tanto como su manejo dinámico, de sorprendente sugerencia, en la levedad de su inicio, que dio pie a estupendo manejo de planos sonoros.
El profundo y melancólico segundo movimiento, mostró un desempeño excelente en los solos del oboe, flauta y fagot, que antecede al hermoso cantabile de las cuerdas; el compositor entrega a los cornos una destacadísima participación, creemos que se desempeño se convirtió en una verdadera joya.
Graciosos diálogos entre familias marcaron el tercero, mientras que la sección central, en forma serena, nos llevó al mundo del ballet, la reexposición, se marcó con un pulso, algo más ágil, realzando su interna vitalidad.
El cuarto, desde su misterioso inicio, atrapó la atención, con su sutil crescendo, que lleva al brillante Allegro, que con sus contrastes dinámicos arrebata por su expresividad, la respuesta del público, reconoció las virtudes innegables de la versión.
En la Segunda Sinfonía, se repitieron las excelencias de sonido, y tal como dijimos, en un enfoque de mayor peso y extroversión; nuevamente los instrumentos que tienen partes solistas destacaron brillantemente, señalemos el desempeño del corno y fagot, al que suma la gracia del timbalista en el segundo movimiento, que fue tocado vitalmente en un pulso algo más rápido que lo acostumbrado, debemos destacar asimismo a la flauta y el clarinete.
El tercero mostró un exquisito manejo de contrastes y sucesiones dinámicas, en su cuidadosas articulaciones y fraseos, finalmente, el cuarto movimiento por su perfección y brillo, arrancó las más ruidosas ovaciones, reconociendo el estupendo trabajo de la Filarmónica de Santiago, y su director, el talentoso Konstantin Chudovsky.
Gilberto Ponce. (CCA)