THOMAS SANDERLING CON LA SINFÓNICA.
Uno de los grandes maestros de la dirección, realizó el primero de dos conciertos, junto a la Orquesta Sinfónica de Chile, en el marco de su Temporada 2014, nos referimos a Thomas Sanderling, de reconocida trayectoria internacional.
El programa se centró solo en dos compositores, Robert Schumann y Johannes Brahms, dirigiendo de este último una soberbia versión de su Sinfonía Nº 2 en Re mayor, op. 73.
No creemos errar demasiado, al plantear que su versión fue una de las hermosas y ajustadas al estilo, que nos haya tocado escuchar. Sanderling consiguió de la orquesta un bellísimo sonido, de extrema musicalidad, balance sonoro perfecto, pero por sobre todo, brindó un emocionante Brahms; razón por la que el público, se negaba a retirarse, para aplaudir sin reservas a la orquesta y la versión de Thomas Sanderling.
Ya con su primer movimiento, provocó admiración por la musicalidad en la exposición de los temas, tanto como por el manejo de las progresiones que conducen a los pequeños clímax, que se suceden en esta parte. Debemos destacar especialmente, el rendimiento excelente de las cuerdas y maderas.
El Adagio que sigue, se caracterizó por su expresividad, en sus logrados diálogos, haciendo resaltar en el final, esa alusión que Brahms realiza, de uno de los fragmentos de su Réquiem Alemán.
El tercero, Allegretto grazioso, irrumpió con la excelencia de las maderas, que se acompañó con el sensible pizzicato de los chelos, la sección central rápida fue plenamente lograda, en sus estupendos contrastes.
El Allegro final, fue de enorme musicalidad, magníficas progresiones y contrastes, siempre con el mejor balance, en el que rivalizaron familias e instrumentos, para dar lo mejor de si mismos, aunque debiendo destacar al conjunto en general, haremos mención especial del corno solista y el timbal, por su musicalidad.
El brillante final, provocó debido a su perfección una cerrada admiración, que significó, que ninguna persona del público, hiciera amago de levantarse, todos querían agradecer la magnífica versión; es justo decir, que la orquesta se agregó con enorme entusiasmo a los aplausos.
En la primera parte, se escucharon dos obras de Robert Schumann, donde la belleza sonora de la orquesta, fue la constante, no obstante, los resultados no fueron del nivel de Brahms; primero se escuchó la Obertura, Scherzo y Final, en Mi mayor, op. 52, que bien podría definirse como una sinfonía en tres movimientos, cuyos resultados fueron dispares, pensamos que la obertura, fue lo más logrado por sus logrados fraseos, logrando verdadero canto de las maderas, su progresión dinámica y expresiva, que recuerda el lenguaje de Mendelssohn, que lleva hacia el final, fue un logro mayor.
En el Scherzo, de produjeron desajustes de pulso entre las familias, haciéndolo un tanto confuso, en consecuencia no logró la gracia requerida.
El final, si bien mejoró, fue poco unitario, alejándose de los resultados de la obertura.
Luego Martin Rummel en violonchelo interpretó, el Concierto para violonchelo y orquesta, en La menor, op. 129.
Rummel es un buen chelista, posee sonido pequeño, cálido y musical, por lo que en varias ocasiones, a pesar del cuidadoso acompañamiento de Sanderling, se escuchó escasamente, además debido a que sus articulaciones, son demasiado blandas, el Adagio fue muy logrado en sus diálogos con la orquesta, en particular, por la expresividad que logró el solista.
El tercero, Molto vivace, estuvo muy bien ensamblado, ganando en carácter, no obstante creemos que Rummel, al poseer una expresividad contenida, tal vez demasiado medida, no logra concretar lo que creemos, es su enfoque de la obra.
El Bach que ofreció como encore, fue de gran corrección.
En síntesis, una jornada que será recordada por la notable versión de Thomas Sanderling para la segunda sinfonía de Brahms, y la presencia de un solista, del que se esperaba mucho más.
Gilberto Ponce. (CCA)
Imposible haberse dejado cautivar por esa versión de verdadera «antología» de la Segunda de Brahms. de hecho, imposible repetírmela en la función del sábado, y después de salir de una tormentosa tragedia shakesperiana como Otello, en el Municipal, constituyendo nuevamente otra gran experiencia artística la de Sanderling. Sin duda, de los más grandes directores que me ha tocado ver en mi vida, y seguramente no defraudará en su próximo programa.
Totalmente de acuerdo con respecto al cellista, aunque fue más que lo disfruté que padecí… , en buena parte condicionado por el recuerdo del desastre de cellista que lo hizo la última vez en la Sinfónica, no hace tantos años… Rummel, en todo caso, es un buen cellista, y claramente lo veo mucho más cómodo en repertorio del clasicismo y barroco por sobre el romántico.
Cordialmente,
Jaime Torres G.
Corrijo, me expresé mal en mi nota previa: Quise decir que era imposible dejar de repetirse la Segunda Sinfonía de Brahms al día siguiente. Sinceramente, valió la pena llegar a la segunda parte del concierto especialmente para ver nuevamente la sinfonía brahmsiana , y viniendo de algo totalmente distinto como la ópera Otello, en el Municipal.
Cordialmente,
Jaime T.
Como siempre muy certeros tus comentarios y estoy de acuerdo que Brahms fue lo mejor de la jornada .Además quiero agregar que me gusta mucho como redactas los comentarios ,admiro mucho esa habilidad que tanto me falta.Saludos