FESTIVAL BEETHOVEN EN LA FILARMÓNICA.
Rani Calderon dirigió el programa recién pasado de la Orquesta Filarmónica de Santiago, donde se interpretaron solo obras de Ludwig van Beethoven, razón por la que el teatro se vio colmado de un público, que vio totalmente satisfechas sus expectativas.
Los entusiastas aplausos, y porqué no decir ovaciones, premiaron la estupenda versión de cada una de las obras que se escucharon.
La ocasión permitió conocer los notables avances, que como pianista ha alcanzado el joven Gustavo Miranda, que se encuentra perfeccionándose en la famosa Juilliard School en Estados Unidos.
Del mismo modo fue un verdadero placer volver a escuchar al fantástico Coro del Teatro Municipal, que dirige Jorge Klastornick, a una orquesta inspirada y a Rani Calderon en una presentación que consideramos redonda, por su gran calidad.
Primero se escuchó el Concierto Nº 2 En Si bemol mayor, Op. 19 de Ludwig van Beethoven, que recibió un enfoque clásico de gran transparencia desde su introducción, en el intervino Gustavo Miranda, quien logró formar un gran equipo con la orquesta y el director Rani Calderon, que fue puntilloso en el seguimiento del solista, factor que sin duda incidió en el éxito final de la obra.
Miranda posee una técnica estupenda, de extrema claridad en la digitación, con limpios fraseos, balance en el peso de ambas manos, que le permiten abordar con su juvenil entusiasmo la partitura; entusiasmo que en general lo desborda, llevándole a una gesticulación que puede distraer, su expresión facial recuerda a Mitsuko Uchida, que hace de la interpretación algo extremadamente sensual, a ello suma ampulosos movimientos de brazos, que con seguridad moderará en el futuro.
En todo caso, al parecer en esta etapa de desarrollo, estos movimientos le son necesario, para cerrar su interpretación.
Destacaremos la gracia de la segunda sección del primer movimiento, en sus diálogos con las maderas, movimiento en el que Miranda construye un verdadero relato.
De la cadenza diremos que fue en extremo virtuosa.
Sereno y lírico fue el segundo, con gran manejo dinámico expresivo por parte del solista, que secundado en forma perfecta por la batuta y la orquesta.
Chispeante fue el tercero, cuyo carácter fue marcado con la entrada de Miranda, los perfectos diálogos entre solista y orquesta, incluida la gracia de los cambios de pulso, dieron cuenta junto a la brillante técnica del solista, de una gran versión del juvenil concierto del genio de Bonn.
La musicalidad y derroche técnico de Miranda, se confirmó en la siguiente obra del programa, una de las obras únicas de la historia de la música; estamos hablando de la Fantasía para piano, coro y orquesta, Op. 80, en la Beethoven pareciera estar indagando en la futura estructura de su sinfonía Coral.
Tal como su nombre lo indica, es una fantasía de carácter libre, sobre todo en la introducción inicial del piano, a la manera de una improvisación, para luego entrar en un diálogo con la orquesta, antes del ingreso del coro cantando un texto que habla sobre el poder de las artes y la música.
Miranda la enfocó a la manera romántica, haciendo gran uso de los contrastes dinámicos y de carácter, secundado estupendamente por la orquesta y el coro en la parte conclusiva.
A la par de la excelencia de Gustavo Miranda, encontramos la del Coro del Teatro Municipal, en una muestra más de su enorme profesionalismo, tanto como al sexteto de solistas que lo complementó.
Rani Calderon realizó un notable trabajo en cuanto a la resolución de balances y exposición de los diversos temas, acentuando el carácter festivo laudatorio de la obra, que fue recibida con una enorme y larga ovación por el público, gozoso de poder escuchar esta singular obra, que al menos en nuestro país se interpreta ocasionalmente.
Limpieza en fraseos, calidad sonora, claridad en las figuras y certera en estilo, fue la versión de la Sinfonía Nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60 del mismo Beethoven.
Esta versión de Rani Calderon hizo justicia para una obra, que a veces equivocadamente se la califica como “menor”, concepto que ha llevado a algunos directores a enfocarla superficialmente.
En este caso, Calderon fue capaz de rescatar lo mejor de ella, sobre todo en ese ambiente un tanto oscuro que la envuelve, que pugna por encontrar la luz en los fragmentos optimistas.
Limpieza en los diálogos y bella progresión en el primer movimiento, casi doloroso en lo expresivo, con hermoso sonido de las maderas en el segundo movimiento; gran musicalidad en el tercero, haciendo uso de notables cambios dinámicos, para concluir con el brillante enfoque del cuarto movimiento, en el que destacaron la limpieza de las articulaciones en las cuerdas.
Un concierto que dejó más que satisfecho al público, tanto como debe haberlo hecho, con cada uno de los intérpretes.
Gilberto Ponce. (CCA)