CONTUNDENTE Y EXITOSO CUMPLEAÑOS DE LA SINFÓNICA.
El cumpleaños 73 de la Orquesta Sinfónica de Chile, se celebró de óptima manera, con un estupendo concierto, ofrecido en el Teatro Baquedano.
En el podio estuvo, el más que solvente director español Josep Vicent, quien dio una vez más, una contundente demostración de su experticia, con obras de diversos estilos, ocasión en que la orquesta volvió a mostrar musicalidad y excelente sonido.
Luego de las palabras del concertino Alberto Dourthé, referidas a la efeméride, donde planteó la urgente necesidad que tiene la orquesta, de contar con un recinto que reúna las condiciones acústicas mínimas, de acuerdo a su categoría; algo que ya suscribimos en un comentario anterior, debido al soberbio rendimiento observado por los músicos, en un teatro como el Municipal de Las Condes, se dio incicio a la velada.
Abrió el programa, el Poema sinfónico Una noche en el Monte Calvo, de Modest Mussorgsky, en revisión de Rimsky-Korsakov, obra de la que hemos escuchado muchas versiones ramplonas, que destacan solo lo ruidoso y espectacular, en esta ocasión Vicent realizó un verdadero descubrimiento de todos los valores musicales que la impregnan, enfatizando contrastes, cuidando siempre el balance sonoro, destacando frases y motivos de las diferentes familias; nos parecieron de gran interés los juegos dinámicos del timbal, que junto a los solos del clarinete y la flauta, dieron realce a una versión que culminó con la magia del desvanecido final. Ese fue el primero de los triunfos de la noche.
Luego, y sin que abandonara el escenario el resto de la orquesta, y en semipenumbra, se escuchó una delicada y sensible versión del Adagio para Cuerdas de Samuel Barber, en ella Vicent manejó con destreza el fraseo y los diálogos, tanto como las progresiones dinámicas y expresivas; las cuerdas de la sinfónica respondieron con extrema musicalidad y bello sonido.
La Obertura Carnaval, Op. 92 de Antonin Dvorak, que cerró la primera parte, fue demostrativa del gran nivel que puede lograr la orquesta, cuando tiene al frente a un gran director; lo afirmamos debido a que la obra está llena de cambios de carácter, tempo y pulso, al tiempo que exige de los músicos un alto rendimiento, todo lo anterior para lograr un resultado coherente en medio de todas sus diferencias, algo plenamente logrado por Vicent y sus músicos.
De la versión destacaremos el desempeño de cada uno de los solos instrumentales, los enlaces de secciones con cambio de tempo, todo de perfecta naturalidad, destacando particularmente la brillante musicalidad de los bronces, que se contrastó con las sutileza de los piano.
Una selección de las Suite 1 y 2 del ballet Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, culminó la estupenda celebración, en ella Josep Vicent mostró gran preocupación por los pequeños detalles, como fraseo, articulaciones y acentos.
La famosa Danza de los Caballeros, fue llena de prestancia y fuerza, allí la flauta tuvo una estupenda participación en la sección central, en contraste La joven Julieta, mostró precisión en las figuras y genial fraseo.
La escena del Balcón, fue realzada por la ambigüedad de pulso, acentuando su carácter cargada de romanticismo, anclada en el subyacente drama.
A esa altura, en la orquesta se había establecido una verdadera competencia, por la excelencia de sonido y musicalidad.
Por ello, no fue extraño que la dramática Muerte de Teobaldo, que concluyó la versión, fuera una suma de logros, de gran efecto descriptivo.
Los interminables y merecidos aplausos, premiaron esta versión donde, contrastes, progresiones, diálogos y fuerza expresiva, además del enorme interés de cada uno de los músicos por dar lo mejor de sí mismos, se conjugaron para este rotundo éxito, que mostró la capacidad de Vicent, para sobreponerse a una acústica, que obliga a los directores a manejar balances, ser muy prolijos en detalles, para así conseguir los resultados de esta ocasión.
Gilberto Ponce. (CCA)