SOMBRAS Y POCAS LUCES EN BODAS DE FÍGARO INTERNACIONAL.
Sería arrogante querer pontificar sobre cual es la mejor obra de Wolfgang Amadeus Mozart, su genialidad supera con creces cualquier intento pues el caudal de obras maestras del genio de Salzburgo llega a abrumar.
Las Bodas de Fígaro con el genial libreto de Lorenzo da Ponte es sin duda una de ellas, heredera de la tradición de la ópera buffa se amplía en un abanico musical que indaga en los sentimientos y pulsiones humanas, sin obviar la crítica social muy presente en las obras del período, es así que en estas Bodas cada nota, tanto de cantantes o instrumentos tiene la intención precisa para cada personaje o situación en una complementariedad absoluta.
Como buena comedia de enredos requiere de espacios diversos para la acción, los que culminan en las escena de jardín nocturno, buen cómplice para intercambio de roles de La Condesa y Susanna.
En esta ocasión se optó por solución minimalista, que puede resultar excelente, si se cuenta con una escenografía que lleve al espectador a las diversas situaciones, pero nos encontramos con una escenografía de Roberto Platé, muy alta y pesada, demasiado fea para representar tanto el lujo de patrones, contrastado con la sobriedad de los sirvientes, esta casi no cambia haciendo uso de gran cantidad de puertas en el semicírculo que la compone, por donde entran y salen los personajes.
No objetamos que solo se utilicen dos sillones de época, que los mismos cantantes mueven en la acción junto a otros mínimos elementos, pero termina por crear una situación de pobreza excesiva, que decir de las dos mesas modernas con largos manteles que reemplazan al jardín nocturno final, donde se esconden algunos personajes, aunque es justo reconocer que resultan útiles en los enredos.
La iluminación de Jacques Rouvryrollis es muy plana, con cambios tan sutiles que no logra recrear los diversos espacios, incluso en escenas brillantes como las bodas simultáneas esta es bastante oscura, en contraste el vestuario de Jacques Schmidt y Emmanuel Peduzzi es hermoso y atingente. En la régie de Pierre Constant encontramos una cierta formalidad que le resta chispa a la historia, o tal vez los cantantes del elenco no son buenos actores, su escasa naturalidad les hace ver realizando movimientos simplemente estudiados, poco naturales por ello es que la progresión dramática es floja.
La Orquesta Filarmónica de Santiago, cumplió un trabajo extraordinario bajo la dirección de Attilio Cremonesi, con una sonoridad de época, haciendo verdaderas filigranas, no obstante estos valores, creemos que a las cuerdas le faltó perfil en algunos momentos claves, sobrepasadas por el nivel sonoro de las maderas; asimismo los tempo fueron en general muy rápidos, con una respuesta excelente de los instrumentos, pero con demasiados desajustes con los cantantes, Cremonesi de vio obligado durante casi toda la ópera a gesticular ampulosamente, para tratar de corregir estos desajustes.
El Coro del Municipal con la calidad que acostumbran tanto en canto, actuación y en la simpática danza creada por Béatrice Massin.
El elenco de cantantes principales también presentó luces y sombras, este fue encabezado por ZhengZhong Zhou, que en esta oportunidad volvió a lucir su hermoso timbre, pero sin descollar mayormente, no obstante su actuación es muy débil sin mayor convicción, Nadine Koutcher, la Condesa sufrió de los tempos demasiado rápidos en sus dos arias, perdiendo el dramatismo que conllevan, en el resto fue una Condesa dubitativa y adolorida, incluso en las escenas donde prepara la intriga a su marido, en contraste se goza su bello timbre.
Fígaro que es personaje clave en la ópera, encontró en Igor Onischchenko un cantante muy alejado de lo exigido, su caudal vocal es muy reducido, solo se escucha cuando canta solo y Cremonesi hace que la orquesta toque pianissimo, en las escenas de conjunto no se escucha, y por más que a su buena figura añada una juvenil actuación, fue un punto muy débil en la jornada.
Ángela Vallone mostró bello timbre y actuación más certera, aunque sin poner mayor énfasis en los cambios de humor en su papel de Susanna; la bella voz de Maite Beaumont dio vida a Cherubino, pero no logró dar con el carácter del personaje, sobre todo al no convencer como el muchacho enamoradizo que es el rol.
Certero en lo vocal y con gran presencia escénica se vio a Don Bartolo cantado por Sergio Gallardo quien confirma el gran momento por el que pasa, Marcellina encarnado por Paola Rodríguez apuntó simpáticamente a su personaje.
Gonzalo Araya perfiló estupendamente al intrigante Don Basilio, y solvente se mostró Víctor Escudero como Don Curzio, correcto Jaime Mondaca como Antonio el jardinero y muy expresiva la Barbarina que cantó Regina Sandoval.
Gilberto Ponce. (CCA)
Como siempre un análisis muy completo de la obra,que reafirma mi modesta opinión.El feismo se está tomando el Municipal,y el minimalismo con recursos ingeniosos no me molesta,pero aquí los arbustos del jardín convertidos en mesas rectangulares con manteles blancos me chocaron absolutamente.Y ciertamente el director tuvo que luchar bastante con los cantantes,tal vez por la rapidez de muchas seccieones.En fin salí bastante desilusionada y no me divertí nada siendo una comedia de enredos.Espero que las próximas óperas sean mejores.
Se agradece el comentario, sobre todo en la acentuación del feísmo, un dato relativo a la escenografía, hay un rumor que esta sería la misma para Cossi fan tutte y Don Giovanni que irán el 2018 y el 2019, ojalá no ocurra así, si es por economía, es mejor buscar artistas con más imaginación, hace un mes se gozó una puesta en escena muy imaginativa de las mismas Bodas de Fígaro realizada por Miryam Singer en el Centro de Extensión UC, versión solo con alumnos de canto y la orquesta de la Universidad Católica de Valparaíso.