|
Una gran sorpresa, nos ha brindado Benjamin Vidal, pudiendo constatar sus grandes progresos técnicos en el piano, desde la última vez que le escuchamos.
El recital tuvo lugar, en el marco de los conciertos que auspicia la Sociedad Federico Chopin de Chile, que se realizan en la “Galería Patricia Ready”.
Oriundo de La Serena, es alumno de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile en la cátedra del profesor Fernando Cortés Villa. Ganador del primer premio en el Concurso Claudio Arrau en el año 2002, y en el 2010 obtiene la Beca Honorífica de la Agrupación Amigos del Teatro Municipal.
En numerosas ocasiones se ha presentado como solista y acompañante de conjuntos de cámara en nuestra capital, y actualmente cursa el cuarto año superior, de la carrera de Interpretación Musical con Mención en Piano, de la mencionada Universidad.
Para su presentación escogió un programa de obras de grandes dificultades técnicas, las que resuelve en forma muy satisfactoria. La vertiginosidad con que sus dedos corren sobre el teclado, es asombrosa.
Debido a que sus grandes facilidades residen en los “Allegro”, el carácter del Preludio en Si menor de Johann Sebastian Bach, (1685-1750) que inició el recital, no calzó precisamente con su marcado temperamento. Pues consideramos que su interpretación fue más bien mecánica, sin otorgar mayor importancia a la expresividad.
No obstante, su musicalidad y compenetración estilística pudo lucirla intensamente en la Sonata en Re Mayor Op 10 N° 3, de Ludwig van Beethoven. (1770-1827) Obra llena de fantasía, reconocida como una de las Sonatas que permite mayor lucimiento pianístico, aquí Vidal cumplió estos requerimientos en el Presto alla – breve, y sobre todo en el segundo movimiento Largo e mesto, con su ambiente trágico y nostálgico, en el que se sabe, Beethovenquiso describir su estado de ánimo de melancolía.
Este Largo constituye realmente una de las más negras y desesperadas confesiones que Beethoven nos ha legado, en relación con la enfermedad incurable, que en esos días ya le acosaba.
El tema principal en pesados acordes plenos de pesimismo, es seguido por dolorosas disonancias que caen luego en pasajes en modo mayor, teñidos de mayor esperanza. Vidal nos entregó una versión llena de emoción en los pianísimo arpegiados, que continúan con una secuencia de disonancias. Este movimiento se constituyó uno de los pasajes más logrados de su recital.
El programa continuó con el Estudio trascendental “Harmonies du Soir” de Franz Liszt (1811 – 1886), obra de extremas dificultades técnicas, una de las características propias del virtuosismo del compositor; plagado de tiempos fluctuantes, ascendencias románticas de la escala cromática, quebrando el ideal de la tonalidad.
En el Vidal supo dominar con gran destreza y depurada técnica las requeridas escalas y arpegios.
En cuanto a la expresividad, creemos que pasó a segundo plano, subordinada por las destrezas técnicas, por ello creemos, que a medida que el joven madure, sufra y se alegre con las contingencias de vida, logrará incorporar este factor indispensable en sus interpretaciones.
Siguieron dos obras de Frédéric Chopin, (1810-1849) Primero el Estudio en Mi menor Op. 25 Nº 5,– obra plena de ímpetus líricos y dramáticos.
Respecto a los “Estudios” de Chopin, el gran teórico Alfred Cortot opina: “no basta que el pianista logre superar todos los escollos técnicos con elegancia, si no logra aprovechar el complemento expresivo, que se deduce de las dificultades inusuales, otorgándoles un carácter pleno de coloridos.” Esta característica fue especialmente lograda por Vidal en este Estudio, demostrando mayor intensidad expresiva, que en sus interpretaciones de Beethoven y Liszt.
Igualmente nos impresionó su entrega del Scherzo Nº. 1 en Si menor Op. 20, con sus agitadas figuraciones, contrastada por la tierna canción navideña polaca. Su coda retorna a la agitación y concluye con un fortíssimo acorde disonante, matices que Vidal logra entregar impecablemente.
Concluyó la presentación de Benjamín Vidal, con el Allegro de Concierto de Enrique Granados (1867 – 1916), obra en que fluyen en forma constante las escalas y arpegios, introduciendo ocasionalmente melodías típicas de la Península Ibérica, que inevitablemente, recuerdan su obra la «Maja y el ruiseñor».
En esta composición Granados combina sus característicos pasajes contrastantes de nostalgia y alegría.
Pudimos constatar, que esta obra se aviene perfectamente al espíritu y madurez, que el intérprete ha alcanzado en este momento, pareciendo que su temperamento calza muy bien con la sensibilidad y el carácter de lo español, por lo que su interpretación, se convirtió en un gran éxito.
El recital nos convenció – una vez más, – que en nuestro país existen valores pianísticos que prometen un futuro esplendor.
Sylvia Wilckens (CCA)