LA FILARMÓNICA TOCA BEETHOVEN Y MAHLER.
Rani Calderon, dirigió el penúltimo concierto, de la Orquesta Filarmónica de Santiago, de su Temporada 2011, participando además el violinista de origen belga Leonard Schreiber.
El programa se inició con el “Concierto para Violín y Orquesta en Re mayor, Op. 61” de Ludwig van Beethoven, obra de gran lirismo y expresividad, elementos de los que careció en esta oportunidad, debido a que el solista Leonard Schreiber, lo enfocó de una forma tan laxa, que terminó por desdibujarlo.
Alabamos esas versiones, en que solistas o directores, intentan dar nuevas luces en la interpretación de las obras, claro está, sin apartarse del espíritu del autor, pero al parecer Schreiber quiso innovar, llevándolo hacia un intimismo exagerado, haciendo desaparecer todo atisbo de fuerza, con un fuerte afán por “ralentar” los tempos que le dejaba la orquesta.
La introducción planteada por Calderon, fue lírica y expresiva, entregando al solista las bases musicales necesarias, no obstante estas no fueron aprovechadas por Schreiber, quien al inicio cometió un notorio desliz de afinación; afortunadamente eso no volvió a ocurrir.
Calderon, fue muy cuidadoso con el balance, y en seguir los tempos del solista, pero durante el desarrollo el solista exageró la libertad de pulso, lo que incidió en la perdida de perfil, aunque a su favor está una búsqueda, por “cantar” sus partes.
El rendimiento de la orquesta, fue estupendo, bella la sonoridad en las maderas, tanto como musicalidad de las cuerdas, para sus diálogos con Schreiber, quien respondió con pianísimos extremos.
La “cadenza” le permitió exhibir algo de virtuosísimo, como en las dobles cuerdas, pero sin llegar a provocar admiración mayor.
El segundo movimiento, fue exageradamente lento, conteniendo las progresiones, afectando el vuelo expresivo. El tercero fue demasiado fino y contenido, con una marcada diferencia de expresividad entre solista y orquesta, la sección central fue más cantábile, pero el solista fue un constante freno de la expresividad.
La segunda parte consultó la “Sinfonía N° 1 en Re mayor, El Titán” de Gustav Mahler.
Lo más notable, fue el trabajo realizado por Rani Calderon, en la preparación orquestal, consiguiendo una respuesta soberbia de sus músicos.
No obstante, creemos que en la búsqueda de la perfección de cada uno de los fragmentos, perdió unidad en el todo.
Podríamos decir, que la interpretación fue una sucesión de partes de gran belleza sonora, muy expresivas en si mismas, pero a veces algo desconectadas entre si.
Consideramos que los mayores logros, se encuentran en la sugerente y descriptiva introducción, así como en la exposición del primer tema, que evoluciona posteriormente a través de una lograda progresión.
Los contrastes dinámicos, y la sabiduría para sacar a luz las diversas melodías, y la belleza de los “glissando” en los chelos.
Notables los diversos solos, bellas las partes lentas, precisa la ambigüedad de pulso de ciertos fragmentos, y el cuidado extremo, en muchos detalles de interpretación.
Una cierta objeción tenemos por el tempo demasiado rápido del segundo movimiento, a pesar del logrado carácter. En contrario encontramos muy acertado el tempo del tercer movimiento.
En el cuarto, lo caótico fue tal vez demasiado ordenado o contenido, creemos que le faltó mayor soltura expresiva, no obstante consideramos brillante el cometido de la orquesta, donde resulta difícil señalar quienes fueron mejores.
Sumando y restando, se trató de una versión notable, de una de las sinfonías más populares de Gustav Mahler, por ello recibió las más entusiastas ovaciones de un público, que reconoció la estupenda performance de la Orquesta Filarmónica de Santiago, bajo la musical dirección de Rani Calderon.
Gilberto Ponce. (CCA)
Gilberto:
He leído atentamente tu crítica al concierto de la Filarmónica (Beethoven-Mahler).
Lástima que no vi el Beethiven, pues llegué a la segunda parte (día sábado).
Ahora, coincido en buena parte de tu enfoque en cómo describes la versión de Calderón, y coincido en el buen cometido de la orquesta, aunque me parece es evidente la falta de cuerdas, especialmente violines primeros.
Creo que Rani hizo una versión rigurosamente “interesante”, pero de ninguna manera emotiva, pues Mahler da rienda suelta al aspecto, llamémosle “teatral”, de su música.
La Titán, a mi juicio, es la más complicada de abordar; de hecho, es el talón de Aquiles de incluso muchos grandes directores, justamente por el carácter un tanto fragmentaio de las ideas musicales insertas, y justamente lograr esa “unidad” es lo más complicado para esa obra. Y justamente, Rani no logra eso, pues tiende a acelerar y disminuir no siempre en función del todo, terminando justamente en soluciones dispersas. En todo caso, me inclino por esta versión que por la de Nesterowicz, que sinceramente fue una payasada, en especial su segundo movimiento más la coda el último; en ese sentido, Rani fue más cauteloso, y quizás demasiado, pues se contiene en exceso, no dando paso a una mayor “naturalidad y espontaneidad”, que justamente fue el enfoque de Nesterowicz, sólo que exageró demadiado en ese interregno.
Por último, me da la impresión que en tu última frase no quisiste expresar “una notable versión”, pues si hubiera sido “notable”, no habrías reparado en aspectos relevantes del enfoque de Rani. Pienso que quisiste decir “una notable ejecución”, que es diferente. Ahora, si hablamos de “versión” en su conjunto (interpretación + ejecución), entonces el término que usaste quedaría más claro, pero no me queda claro si te referías sólo a la “interpretación” o a la “ejecución”.
Te dejo un abrazo, y me cuentas qué te parecen estas refexiones,
Jaime Torres G.