MOZART BEJART ENCUENTRO DE GENIOS.
Un verdadero acontecimiento se vivió el sábado recién pasado, con el estreno en Chile de La Flauta Mágica, la coreografía de Maurice Béjart para la bellísima ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, esta verdadera obra maestra de la danza la pudimos observar y gozar gracias a que el mismo coreógrafo cedió los derechos a Marcia Haydée, quien con el auxilio de dos ex bailarines de Béjart remontaron con el Ballet de Santiago la magnífica creación.
Más de alguien podrá objetar el que seamos tan entusiastas en los calificativos, pero creemos que sería injusto no referirse en esos términos a esta Flauta Mágica, ya que nos encontramos ante una obra que reúne gran cantidad de principios estéticos universales donde la belleza triunfa sin contrapeso, que junto al uso de una adecuada mímesis, provoca un encuentro entre la poesía, música y la danza, en una obra que al igual que otras de índole superior se explica por sí misma, apelando tanto a sentimientos como a emociones, sin dejar de lado el humor
Béjart plantea su obra como una mezcla entre fantasía, poesía y rito en la que expone entre otros elementos las relaciones hombre-mujer, las que para triunfar precisan pasar por múltiples pruebas, por ello es que al final la Reina de Noche no desaparece, se reencuentra con Sarastro apareciendo incluso vestida con los colores del Sol, que identifican a Sarastro.
Bien sabemos que Béjart acostumbra hacer un todo entre el ballet clásico y el moderno, potenciando ambos en una síntesis siempre novedosa, medios que en este caso le permiten llevar al público por los caminos tanto del cuento infantil, como por los de los simbolismos y las verdades universales, razones que explican el porqué este ballet encuentra tanta resonancia, pues sus destinatarios abarcan gran parte de la sociedad y cada segmento etario o intelectual los recibe y goza en su propio nivel.
El marco escenográfico y el vestuario (Alan Burret) de sencillez y simbolismo austero, sirve de medio para que en sus dos niveles cortinajes abran o cierren entornos dramáticos, mientras que dos escaleras móviles permiten el flujo de personajes, la iluminación de Ricardo Castro es de una delicadeza y precisión que sin notarse crea los ambientes precisos, que complementa al vestuario que en un equilibrio y contraste cierra este círculo tan virtuoso como mágico.
El trabajo realizado por los repositores Christine Blanc y Juichi Kobayashi -quienes trabajaron largos años en la compañía de Béjart-, y el del Ballet de Santiago solo puede ser considerado de soberbio, pues en su magistral desarrollo llegaron a detalles ínfimos como aquellos movimientos de manos de preciso significado.
En el ámbito de la danza misma, la compañía mostró una disciplina certera a la vez que grácil, con una perfección de movimientos increíble, hacemos notar que la coreografía no se limita a la repetición de esquemas, está siempre innovando a medida que se desarrolla el argumento, quisiéramos destacar algunos de los muchos logros visuales: el como construye o desconstruye el dragón del comienzo, luego la aparición de las Tres Damas de la Reina de la Noche (Esperanza Latuz, Katherine Rodríguez y Ethana Escalona) que bailando en punta, muestran su deslumbramiento por Tamino en el inicio de un desempeño impecable; así también es hermoso el juego cuando el Narrador le enseña el retrato de Pamina a Tamino; o el como se resuelven las Pruebas del Fuego y el Agua.
El impecable desempeño de la Compañía en grandes grupos, no puede olvidar aquel que les correspondió bailar en grupos pequeños, como los Tres Niños (Esdras Hernández, Emmanuel Vásquez y Gustavo Echevarría), Dos Soldados (Alexey Minkin y Luciano Crestto) o los Tres Esclavos (Simón Hidalgo, Carlos Inostroza y Sebastián Lizama) quienes lo hicieron con el más alto profesionalismo.
Béjart logra en esta Flauta Mágica un imposible, convertir la danza en el complemento perfecto de la música y el canto, valiéndose para ello de la grabación histórica de Karl Böhm, es así que a ratos pareciera que los movimientos y el canto fueran un todo indisoluble; a manera de ejemplo, el encandilamiento de Tamino ante el retrato de Pamina o sus dúos con ella, la arias de Papageno, la lujuria de Monostatos, los solemnes movimientos de Sarastro, o las arias de la Reina de la Noche.
Los solistas recibieron al final una incontenible ovación, que fue sin duda fue más que merecida; comenzaremos mencionando un personaje que fue creado por Maurice Béjart, se trata de un Narrador que conduce la historia, haciéndola más comprensible para aquellos que desconocen la ópera, nos correspondió ver a Agustín Cañulef que realizó un sorprendente y estupendo trabajo no solo como bailarín, que en verdad lo es, pues con perfecta dicción llevó la historia, cambiando de voz para los diferentes personajes, haciéndolo con estupenda proyección.
Rodrigo Guzmán enfrentó un nuevo y extenuante desafío como Tamino, dando a conocer una nueva faceta como bailarín, ahora de apolínea serenidad, haciéndolo en forma muy expresiva a través de su notable presencia escénica, por supuesto como rindió al público este le tributó atronadores aplausos.
Natalia Berríos fue una grácil y poética Pamina bailando los sinuosos movimientos creados por la coreografía, frágil cuando es perseguida por Monostatos, conmovedora cuando cree que Tamino la abandonó, confusa cuando le piden que asesine a Sarastro, como suplicante ante este pidiendo el perdón para su madre, por ello cosechó otro gran triunfo en su carrera.
Andreza Randisek estuvo espléndida como la Reina de la Noche, puso toda su técnica y presencia escénica en la creación de su frío e imponente personaje, que le exige bailar siempre en punta, ganándose por su destreza y expresividad otra de las ovaciones de la velada.
Papageno el querible y simpático personaje, conquistó desde su entrada, por la platea, a los presentes, a su personaje se le pide una síntesis de baile clásico y moderno, por eso es que Lucas Alarcón, quien además tiene breves diálogos, cautivó tanto en las arias de Papageno, como al evidenciar sus temores que no duda en manifestar, tanto como aquellas enormes ganas de gozar la vida y encontrar a su Papagena, la que cuando llega les permite bailar un deliciosos y divertido dúo. Montserrat López fue su simpática Papagena.
Miroslav Pejic bailó con enorme prestancia como Sarastro, llenado los espacios con su presencia, mientras que Carlos Aracena se convirtió en un libidinoso Monostatos de movimientos tan eficientes como sinuosos y reptilescos.
Sin duda que esta presentación da cuenta del altísimo nivel del Ballet de Santiago, mérito que le ha llevado a convertirse en un referente de la danza en nuestro continente, sin duda producto del acertado, creativo y profesional desempeño de su directora Marcia Haydée.
Gilberto Ponce. (CCA)
Parece que yo no tuviera en esta ocasión una opinión propia frente a tu crítica,porque no podría haber descrito en forma diferente las sensaciones y emociones que sentí durante la ejecución de este maravilloso ballet.Yo asistí a la última función y lo único que podría agregar es que el hecho de escuchar la música con un muy buen equipo de sonido,con cantantes como Fisher-Dieskau y Fritz Wunderlich a quienes siempre he admirado fue una experiencia espiritual muy grande que complemento la maravilla visual del ballet.Tenemos que agradecer el poder tener en el Teatro Municipal a la Sra Marcia Haydee como directora ya que además de la excelente labor que hace ,hemos tenido la suerte de que consiguiera los derechos de este ballet .Como ella misma ha dicho el Ballet de Santiago es el único que tiene los derechos en el mundo fuera de la Compañía de Bejart,para hacer esta obra ,mérito de ella haberlos conseguido y por lo tanto debemos estar doblemente agradecidos por haber tenido la oportunidad de ver La Flauta Mágica en nuestro Teatro Municipal y con tanto éxito.