APERTURA DE LA TEMPORADA DE ÓPERA 2015.

RUSALKA DE DVORAK TRIUNFA EN EL MUNICIPAL.

Son variados los factores, que influyeron en el rotundo éxito de Rusalka, la ópera de Antonin Dvorak, que en estreno sudamericano, está ofreciendo el Teatro Municipal, en el marco de su Temporada 2015.

Sin duda alguna, las palmas se la lleva la parte musical, en la que Konstantin Chudovsky, tiene una responsabilidad mayor, luego el estupendo grupo de cantantes, coro incluido, y un impactante puesta en escena, de la que solo se pueden objetar, algunas reiteraciones y algunos excesos en los movimientos de la multimedia, asimismo en el vestuario se aprecian logros estupendos, con otros que nos merecen algunos reparos.

Rusalka (Dina Kuznetsova) en la Canción de la Luna. foto Patricio Melo
Rusalka (Dina Kuznetsova) en la Canción de la Luna. foto Patricio Melo

Rusalka se inscribe en lo mejor del llamado romanticismo checo, en cuya partitura muestra Dvorak, una sorprendente capacidad para crear melodías de enorme belleza y sensibilidad, mientras que a la par, se introduce en el lenguaje del posromanticismo, con ciertos guiños al impresionismo.

Konstantin Chudovsky, director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago. foto visionescriticas
Konstantin Chudovsky, director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago. foto visionescriticas

Lo cierto es que, su música exige de la dirección, una contención que no la lleve a blanduras y melosidades que la desvirtúen; es en este aspecto donde Konstantin Chudovsky triunfa en toda la línea, su conducción precisa en expresividad, permite que la melancolía, como la fuerza, se alternen creando un todo, que se conjuga en una progresión que se inicia con los oscuros acordes del comienzo, para finalizar en el conmovedor final.

Chudovsky logró que la Orquesta Filarmónica de Santiago, se convirtiera en una verdadera joya sonora, con sus integrantes rivalizando en musicalidad y perfección; bien se sabe de las exigencias de Dvorak para los bronces y maderas, en este aspecto los músicos filarmónicos, ofrecieron una verdadera clase en cuanto a sonido hermoso, no quedando en zaga, las cuerdas, de una musicalidad y expresividad enormes.

Escena del baile, en el segundo acto. foto Patricio Melo
Escena del baile, en el segundo acto. foto Patricio Melo

Los balances, contrastes y progresiones, fueron tan perfectos como ataques y cortes; sin la menor duda, este fue un momento de excelencia, que realzó la belleza de la música.

El grupo de solistas fue encabezado por la soprano Dina Kuznetsova, quien cantó el rol protagónico de Rusalka, ella posee una hermosa voz, tesitura generosa, de sólidos agudos, con un muy buen manejo del registro piano, su actuación es muy convincente, creemos que sus momentos mejores los tuvo en la Canción de la Luna, y en el segundo y tercer acto, particularmente cuando lucha, por intentar retener con vida al Príncipe.

Rusalka (Dina Kuznetsova) y el Príncipe (Peter Berger) en el segundo acto. foto Patricio Melo
Rusalka (Dina Kuznetsova) y el Príncipe (Peter Berger) en el segundo acto. foto Patricio Melo

El Príncipe, fue el tenor Peter Berger, quien es dueño de un bello timbre, de agudos poderosos, en cuanto a su línea de canto, esta es expresiva, y su manejo es bastante musical, incluido los contrastes dinámicos, no obstante en su actuación, conviven momentos de gran expresividad, con otros un tanto fríos.

El Príncipe (Peter Berger) y la Princesa extranjera Natalia Kreslina) foto Patricio Melo
El Príncipe (Peter Berger) y la Princesa extranjera Natalia Kreslina) foto Patricio Melo

Natalia Kreslina, fue la Princesa extranjera, lo hizo con canto firme, bella voz y una muy convincente actuación.

Creemos que el papel de la bruja Jezibaba, que cantó Elena Manistina, no le permite desarrollar las condiciones que le hemos visto en otras ocasiones, no obstante, cantó con solidez, y su actuación fue bastante hierática, al parecer siguiendo las indicaciones de la règie.

La bruja Jezibaba (Elena Manistina). foto Patricio Melo
La bruja Jezibaba (Elena Manistina). foto Patricio Melo

Vodnik, el espíritu de las aguas fue asumido muy en propiedad por el bajo Misha Schelomianski, su lamento por la hija perdida, fue conmovedor.

El Guardabosques, transformado esta vez en Cocinero, lo cantó con el histrionismo habitual, y haciendo uso de su excelente voz, el barítono Javier Weibel. Cecilia Pastawski fue un simpático y eficaz Aprendiz de cocina.

El Cocinero (Javier Weibel) detrás de los sacos semi escondido, su ayudante (Cecilia Pastawsky). foto Patricio Melo
El Cocinero (Javier Weibel) detrás de los sacos semi escondido, su ayudante (Cecilia Pastawski). foto Patricio Melo

Excelentes como voces y actrices, fueron las TresNinfas, cantadas por Andrea Aguilar (I), Pamela Flores (II) y Gloria Rojas (III), mientras que Ramiro Maturana, fue un sólido Cazador.

El Coro del Teatro Municipal (Jorge Klastornick), cantó con la belleza y solidez de siempre, tanto en los coros internos, como sobre el escenario.

Jezibaba (Elena Manistina) y sus ayudantes piden a Rusalka (Dina Kuznetsova) que asesine al Príncipe. foto Patricio Melo
Jezibaba (Elena Manistina) y sus ayudantes piden a Rusalka (Dina Kuznetsova) que asesine al Príncipe. foto Patricio Melo

En cuanto a la puesta en escena, mantenemos la opinión, que si una ópera se ofrece por primera vez, se respete el plan original del autor y libretista, para luego en posteriores presentaciones, hacer cambios e innovaciones, que la enriquezcan, aunque sin desvirtuar la esencia.

Afortunadamente en esta ocasión, la puesta, con sus elementos mágicos logra convencer, no obstante, el traslado a la Belle Epoque, no fue un aporte sustancial, la escenografía de Diego Siliano, en base a proyecciones y una plataforma, que sube y baja constantemente, crea momentos de gran belleza, pero debido a una especie de engolosinamiento por la multimedia en movimiento, agota el efecto, y en ocasiones resulta hasta molesta, como en el acto III, cuando Rusalka y el Príncipe, caminan por el bosque, mientras este se mueve, en cambio en la escena de la Canción de la luna, se convierte en magia pura.

Rusalka (Dina Kuznetsova) en el jardín en el segundo acto. foto Patricio Melo.
Rusalka (Dina Kuznetsova) en el jardín en el segundo acto. foto Patricio Melo.

La plataforma, y sus movimientos, dejan de aportar, al agotarse tempranamente el efecto, resultando además extraño, que Rusalka cante mencionando que se encuentra en lo más profundo, haciéndolo desde los alto de la plataforma, además el tamaño de esta, la torna muy incómoda para los cantantes.

La iluminación de José Luis Fiorruccio, es muy adecuada a las diversas escenas, haciendo un muy buen uso de los contrastes; aciertos mayores los tuvo con la Canción de la Luna, la escena del baile, y en la primera y última escena.

Rusalka (Dina Kuznetsova) ruega a Jezibaba (Elena Manistina) que que la reconvierta en ninfa. foto Patricio Melo
Rusalka (Dina Kuznetsova) ruega a Jezibaba (Elena Manistina) que que la reconvierta en ninfa. foto Patricio Melo

El vestuario de Luciana Gutman, acierta plenamente con la ninfas, y con el de Rusalka, salvo en el segundo acto, donde la cantante, se ve claramente desfavorecida, del mismo modo creemos que el vestuario de la Princesa extranjera, es hermoso y certero, y su réplica en las asistentes al baile, crea una interesante unidad.

Vodnik, el Espíritu de las aguas (Mischa Schelomianski) foto Paticio Melo
Vodnik, el Espíritu de las aguas (Mischa Schelomianski) foto Paticio Melo

Disentimos del vestuario del Espíritu de las aguas, con esa especie de peto, que simulaba escamas de pez, pero sorprende, que aparezca con elegantes pantalones de vestir, del mismo modo, el Príncipe resulta menoscabado, vestido de terno, afortunadamente, luego ya de etiqueta, mejora notablemente; tampoco concordamos con haber convertido a la Bruja Jezibaba, en una institutriz ascética.

Las Tres Ninfas (Andrea Aguilar, Pamela Flores, Gloria Rojas) acompañadas de otras ninfas, atrás el Espíritu de la aguas. foto Patricio Melo
Las Tres Ninfas (Andrea Aguilar, Pamela Flores, Gloria Rojas) acompañadas de otras ninfas, atrás el Espíritu de la aguas. foto Patricio Melo

Las coreografías de Ignacio González, de estupenda factura en al baile, y con las mujeres sin rostro, cuando tratan de pasarle el cuchillo a Rusalka, para que mate al Príncipe, pero desconcierta el hecho que terminen matándose entre ellas.

Antonin Dvorak. foto ceskatelevize
Antonin Dvorak, compositor de Rusalka. foto ceskatelevize

La règie de Marcelo Lombardero, con aciertos notables, pero, la consideramos demasiado estática en el primer acto, y llama la atención, el hecho de convertir al Príncipe, en un sujeto libidinoso, al que incluso en un momento, se le ofrecen los traseros de las criadas, en un “cara pálida” colectivo.

Un importante estreno para nuestro país y Sudamérica, que fue recibido con gran entusiasmo, por todos los asistentes al teatro Municipal.

Gilberto Ponce. (CCA)

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