ANDREW GOURLAY HACE BRILLAR LA SINFÓNICA.

ASÍ NOS GUSTA LA SINFÓNICA.

Hacía bastante tiempo, que no escuchábamos un concierto de tanta calidad, como el último que ofreció la Orquesta Sinfónica de Chile, en el marco de su Temporada 2013; tiempo que no la veíamos con esas ganas de dar lo mejor de si misma, con esa musicalidad y afinación.

El responsable de este resultado, el joven director inglés Andrew Gourlay, quien con gesto sobrio, claro y musical, logró espléndidos resultados de los músicos sinfónicos, pues en él son evidentes los objetivos que quiere conseguir.

Andrew Gourlay. foto andrewgourlay
Andrew Gourlay. foto andrewgourlay

Tres obras de estilos muy contrapuestos, le mostraron como la gran figura emergente que es en la actualidad, por ello sería deseable que volviera en otras oportunidades a ocupar el podio de la orquesta, pues al parecer su metodología de trabajo, se aviene perfectamente con lo que necesitan nuestros músicos sinfónicos.

Héctor Berlioz. foto caminodemusica
Héctor Berlioz. foto caminodemusica

El programa se inició con la Obertura Carnaval Romano de Héctor Berlioz, en una versión que deslumbró por la extrema claridad de sus diferentes temas, conseguido siempre a través de un hermoso y musical sonido, observancia estricta de contrastes y cuidadosos fraseos. Destacaremos la gracia de las pequeñas figuras, tanto como la fuerza expresiva de los grandes temas en forte.

Estruendosos y largos aplausos, premiaron esta primera entrega.

Sergei Prokofiev. foto musicweb
Sergei Prokofiev. foto musicweb

Luego uno de los concertinos de la orquesta, el talentoso Héctor Viveros, interpretó el hermoso a la vez que muy difícil, Concierto Nº 1 para violín y orquesta de Sergei Prokofiev, su notable éxito tuvo un aliado de primer orden en Gourlay, que manejó en todo momento y cuidadosamente el balance, a la vez que fue coherente con la interpretación del destacado solista nacional.

Héctor Viveros, recién egresado. foto uchile
Héctor Viveros, recién egresado. foto uchile

La inusitada y hermosa levedad de su inicio, dio paso a sólidos diálogos entre la orquesta y solista, quien dio amplias muestras de su bello sonido, en todos las dificultades y contrastes de carácter que plantea la partitura.

Al igual que muchas otras obras de Prokofiev, estos cambios de carácter son frecuentes, y ellos fueron acentuados por los intérpretes. Del mismo modo todos los constantes cambios rítmicos, permitieron el lucimiento que como virtuoso posee Viveros.

El solista transitó con holgura a través de las dificultades, con poderoso o sutil sonido, yendo desde lo lírico cantábile a lo irónico, con certeras articulaciones y fraseos y en las dobles cuerdas, manteniendo siempre impecable afinación; en medio de estas excelencias, causó sorpresa -en medio de la elegante formalidad del resto-, la informalidad con que se presentó, y esta en algo le jugó en contra, pues no logró disimular su abdomen.

Independiente de los anterior, el público ovacionó largamente su versión.

El broche de oro del concierto estuvo en la Sinfonía Nº 4 en Fa menor Op. 36 de Piotr Ilich Tchaikovsky, que maravilló, desde el poderoso y bello sonido de los cornos en el inicio, brillo replicado en el resto de los bronces, que cumplieron en esta oportunidad un trabajo que solo cabe calificar de notable.

Piotr Ilich Tchaikovsky. foto davidzinman
Piotr Ilich Tchaikovsky. foto davidzinman

Gourlay manejó con destreza los temas contrastantes, sombríos o potentes; el tema lento en el primer movimiento, que exponen las maderas fue expresivo y cantábile, encontrando una estupenda respuesta en los chelos, debiéndose destacar asimismo el hermosísimo y musical sonido de toda la cuerda.

Guillermo Milla en oboe, cumplió una destacadísima actuación en el segundo movimiento; su gran tema fue expresivo, musical y con gran sonido, este fue replicado luego por las violas, chelos y  fagot; no podemos olvidar la impecable actuación del resto de las maderas.

Genial fue el famoso pizzicato de las cuerdas del tercero, por sus soberbios contrastes, desde inusitados pianissimo, hasta expresivos crescendo, complementados en la siguiente sección, con el carácter que dio el hermoso sonido de las maderas.

La suma de las características anteriores, se dio en el movimiento final, con el significativo contraste temático entre la canción popular que plantean las maderas, con el energético tema de las cuerdas. Gourlay le otorgó un intenso dramatismo a la progresión dinámica, logrando de cada músico lo mejor de sí mismo.

Una versión que será recordada por lo extraordinaria, y por el hecho que la Sinfónica haya vuelto a rendir, como todo su público lo desea, gran logro de Andrew Gourlay y de todos los músicos sinfónicos.

Gilberto Ponce. (CCA)

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