AIDA, EN NEGRO Y….NEGRO.
Al leer las notas escritas por Michael Hampe, para el montaje de la monumental ópera “Aída” de Giuseppe Verdi, no queda para nada claro, el porqué de las libertades que se tomó para esta puesta en escena, pues en ellas habla de una cierta atemporalidad, que en este caso confunde.
Aunque bien se podría aceptar, no es menor que la ópera transcurra en Egipto, con sus dioses, y exista un conflicto con etíopes.
Michael Hampe, que se encargó de la régie y la escenografía, del último título que se ha presentado en la Temporada 2011, del Teatro Municipal de Santiago, alude tangencialmente a Egipto, país que se caracteriza, por el sol y la luz; ¡que brillan por su ausencia!, triunfando ampliamente el color negro; el vestuario femenino, nos lleva incluso al período napoleónico, Amneris en una de las escenas, se asemeja más a “Tosca”, que a una princesa egipcia, el padre de Aída, que es rey etíope, se asemeja a un trovador medieval, los cascos de algunos soldados, parecen del imperio romano; Radamés, llega triunfante con casco prusiano, la danza ceremonial en el templo de Vulcano, no la realizan, sacerdotisas, la efectúan unos esgrimistas con sus respectivos floretes, la espada de Radamés, se asimila mucho más a la cimitarra musulmana, que a las egipcias, aunque, es al dios egipcio Ptah a quien se pide que la bendiga, los soldados, en la escena triunfal, son reemplazados, por los esgrimistas anteriores, pero al menos, se agregan algunas bailarinas.
Podríamos seguir enumerando, algunas originalidades, pero creemos que lo más desconcertante, es el plantear toda la acción envuelta en negro, incluso la escena triunfal, llega a aplastar por el predominio de este color, los escasos dorados u otros colores, son muy escasos.
Tal vez, la reacción más bien fría del público, se debe a una reacción inconsciente, ante el predominio de este color.
El vestuario de Germán Droghetti, siguió la línea oscura, con la sola excepción de los dorados de algunos trajes, entonces la iluminación de Ramón López, pudo haber jugado mejor en medio del negro ambiente, un logro en este sentido, fue la iluminación de Amneris en la escena del juicio.
Las coreografías de Jaime Pinto, limpias en general, utilizando bien los espacios.
Creemos que a esta producción, le faltó un ingrediente básico en una obra artística, el contraste, que junto a la armonía, conducen a la belleza estética; no queremos afirmar, que desde el punto de vista visual, no existan escenas de gran belleza visual, que lamentablemente terminan diluyéndose en el ambiente oscuro.
No obstante, y en contraste, la parte musical es un logro mayor, Rani Calderon, realizó un pulcro trabajo con la orquesta, consiguiendo de esta, un sonido de gran belleza, con gran cantidad de matices y contrastes, tal vez, en los remates de algunas escenas, le faltó llegar mejor a los clímax.
El Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornick, demostró una vez más, su absoluta solvencia, tanto en tutti, como en los coros femeninos (habitaciones de Amneris) o como sacerdotes en el juicio a Radamés.
Tamara Wilson dio muestras de su bella, poderosa y a la vez sutil voz, en el rol de Aída, su aria (O patria mía) fue conmovedora, tanto como el dúo final, su registro es muy interesante por la cantidad de matices que muestra.
El imponente tenor Stuart Neill, tiene un voz
correspondiente a su envergadura, timbre hermoso, sólido en los agudos, y mucha prestancia escénica como Radamés; su aria (Celeste Aída) con su poderoso final, fue uno de sus grandes logros, al igual que en el acto tres.
Amneris lo cantó la mezzosoprano rusa Elena Manistina, su voz tiene el peso necesario para el rol, sus agudos que no pierden color son emotivos, además es una gran actriz.
Excelente, nos pareció Elchin Azizov como Amonasro, su voz llena de matices, de sólidos agudos y graves, sumada su estupenda actuación, le hicieron triunfar plenamente.
Stanislav Shvets, fue un gran Ramfis en lo vocal y escénicamente, al igual que Sergej Artamonov como El Rey.
Una gran actuación le cupo a Claudio Fernández, como el Mensajero, mostrando un excelente nivel vocal; bastante bien Paola Rodríguez cantando desde el interior como Sacerdotisa.
Una producción, que en lo musical debe considerarse un éxito total, y una puesta en escena que nos merece varios reparos.
Gilberto Ponce. (CCA)
Absolutamente de acuerdo con la critica.