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RAVEL Y STRAVINSKY EN TEMPORADA FILARMÓNICA

RAVEL Y STRAVINSKY EN EL SEXTO CONCIERTO DE LA FILARMÓNICA DE SANTIAGO.

El sexto concierto de la Temporada 2025 de la Orquesta Filarmónica de Santiago, consultó obras de Maurice Ravel e Igor Stravinsky ocupando el podio el director chileno Helmuth Reichel, que el año pasado deslumbró con la misma Filarmónica en un programa de grandes contrastes.

En esta oportunidad solo fueron dos los compositores, con obras muy representativas de sus estilos, no obstante creemos que en esta oportunidad el talentoso Reichel no consiguió los resultados que tanto él como todos esperábamos, esto al menos fue lo ocurrido en el primero de los dos conciertos, algo que bien pudo haber cambiado mucho en el segundo, bien sabemos que toda empresa humana está sometida a imponderables.

De Maurice Ravel se escucho primero la Suite N.º 2 de Dafnis y Cloe, que originalmente fue un ballet creado para los famosos Ballets Russes de París de Sergei Diaghilev, compañía que cambió la estética de la danza hacia una modernidad, que muchas veces resultó provocadora, pero no por ello de menor calidad, recordemos El pájaro de fuego, Preludio a la siesta de un Fauno, La Consagración de la Primavera o el mismo Bolero, entre estas y otras se encuentra Dafnis y Cloe que solo tuvo un relativo éxito en su estreno, lo que indujo a Ravel a escribir las dos Suites orquestales en las que el coro del original desaparece.

Helmuth Reichel en plena presentación. foto Juan Millán

Esta segunda Suite consta de tres partes; “Amanecer”, “Pantomima” y “Danza general”, consiguiendo Reichel un formidable resultado en particular en la primera de ellas que fue de una sutileza mágica, desde el pianissimo del comienzo seguida de una progresión dinámica magnífica, con una orquesta en en su mejor nivel, pero con algo menor tensión se desarrollaron las restantes, aún más, sorprendente e inexplicablemente toda la parte final de la Danza general, perdió la fuerza requerida en el clímax.

En todo caso el público reaccionó con entusiasmo, entonces vino el primer intermedio, cosa rara para una obra de menos de veinte minutos.

Danor Quinteros en piano junto a la Filarmónica de Santiago dirigida por Helmuth Reichel  foto Juan Millán

Continuaron con otra de las obras más singulares de Maurice Ravel, su Concierto para piano en Sol mayor, obra que recoge la fascinación que provocaron en el compositor el Blues y el Jazz, luego de su visita a Estados Unidos, realizando una síntesis entre esos géneros y el impresionismo, razón por la que el concierto está atravesado con esa ambigüedad rítmica con la presencia de síncopas, disonancias y armonías propias de esa música, todo esto agregando exigencias monumentales para el pianista.

Danor Quinteros fue el solista, quien el año pasado obtuvo resonante éxito con la Rapsody in Blue de G. Gershwin en la que director y solista fueron una dupla extraordinariamente afiatada.

En esta ocasión Reichel, a nuestro juicio, enfocó la obra formalmente, muy en tempo, sin las mencionadas ambigüedades tan características del estilo, esto fue más notorio aún porque Quinteros sí las destacó acertadamente, dando la sensación de dos enfoques distintos para la obra, no obstante no se produjeron desajustes de ningún tipo.

Quinteros tuvo desempeño brillante de impecable digitación, y con peso sonoro y sobrada musicalidad, siendo más evidente su enfoque estilístico en todas sus secciones a solo.

Creemos que probablemente en la repetición del día siguiente estos factores se corrigieron, a pesar de ello la belleza y brillo del concierto hizo que el público reaccionara fervorosamente, en particular por el desempeño de Danor Quinteros.

Danor Quinteros, Helmuth Reichel y la Filarmónica de Santiago agradecen aplausos foto Juan Millán

Después de un segundo intermedio se escucho la música del ballet Petrouchka de Igor Stravinsky, compleja partitura para gran orquesta donde se funden polirritmias con cruces armónicos  gran cantidad de contrastes dinámicos y de carácter, agreguemos a ello breves secciones melódicas para instrumentos a solo algunos de gran dificultad, lo que requiere de la dirección un férreo concepto de la obra y sus múltiples progresiones, así como unir las aparentes diferentes secciones, y decimos solo aparentes pues son parte de un orgánico muy compacto en relato.

Es en este aspecto, donde a nuestro juicio fue débil la dirección de Reichel, pues creemos que la coherencia del relato se diluyó, no percibimos toda la claridad necesaria al marcar las entradas, haciendo que el rendimiento de la Filarmónica fuera muy irregular, incluso con vistosos fallos en los bronces y maderas algo muy extraño en el conjunto, asimismo creemos que el balance instrumental fue errático, logrando que algunas partes fundamentales de la partitura no se escucharan como debieran.

No dudamos de la solvencia de Helmuth Reichel, por ello creemos que esta fue una desafortunada tarde, como le puede ocurrir a cualquier persona y más aún a un director al que le hemos visto excelentes presentaciones.

Gilberto Ponce (CCA)

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